El dolor es sin duda uno de los malestares más importantes y de mayor preocupación para muchos seres humanos. He aquí una simple técnica muy útil para conseguir aliviarlo.
Hay que
tener en cuenta que quizás cierta práctica sea necesaria hasta conseguir un
resultado realmente satisfactorio. Lo cierto es que es muy efectiva.
Veamos cómo
llevarla a cabo.
Ahora
relájate en el lugar donde estés. Cierra los ojos.
Respira profundamente
para que tu relajación sea más profunda, valga la redundancia. Si estás
habituado a la meditación, puedes utilizar alguna que te agrade y te sea
cómoda.
Ahora imagina
un cubo de agua helada junto a tu silla o lugar donde estés sentado.
A continuación,
mete la mano en el cubo dejándola caer al lado de la silla.
Siente el
agua fría, el hielo partido o los cubitos.
Recuerda alguna
ocasión en la que tocaste hielo. Piensa en la sensación que sentiste.
Haz que tu
mano se sienta tan insensible como en ese momento.
Mantén la
mano en el cubo de agua helada hasta que se haga más insensible, espera
unos minutos, ten paciencia.
Ahora saca
la mano del agua y comprueba lo entumecida que está pellizcándola.
Pellizca ahora
la otra mano y compara. Vuelve a poner la mano dentro del agua fría si lo crees
necesario.
Ahora toca
con la mano entumecida la parte dolorida de tu cuerpo.
Dile al
entumecimiento que pase de la mano helada al área dolorida.
Al cabo de
un par de minutos ya puedes frotarte la mano y hacerla volver a la normalidad.
Termina la
sesión sintiéndote mejor que antes y con el dolor aliviado.
También se
puede utilizar una simple fórmula de bio-feedback para acelerar el
proceso.
Antes de meter la mano en el cubo de agua helada imaginario, sostén un termómetro con los dedos durante un par de minutos hasta que marque la temperatura de tu mano. Luego sumerjela en el agua helada imaginaria y comprueba la temperatura cada dos o tres minutos. Cuando observes el descenso más marcado – pueden muy bien ser tres grados – sabrás que la forma que acabas de imaginar es la mejor y la más eficaz.
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