Solemos decir que lamentablemente en muchas historias: de niña se pasó a
ser guerrera, luchadora de armas tomar, defensora de hogares, de cuerpos, de
familias, de derechos, de injusticias... remadora experta contracorrientes,
trepadora exitosa de muros imposibles.
Y se deduce por lógica que esa niña pasó a ser guerrera a la fuerza,
porque la vida no le dio otra opción que luchar y volverse dura, aún a pesar de
su original inocencia y ternura...
Pero luego, ya de adultas, a la clínica psicológica, vienen y se
recuestan en el diván las luchadoras cansadas... decepcionadas de tantos
torneos, de amores fallados, de infinitos esfuerzos que no dieron los frutos
soñados, enojadas con la realidad que les toca, secándose aún la última gota de
sudor de su perseverante e incansable batalla...
Y resulta que llegan todas a la misma conclusión: "De ser niña pasé
de golpe a ser mujer de grandes combates, un soldado furioso, un tenaz
gladiador solo así pude atravesar mi conflictiva vida... Apenas puedo recordar
lo que fue mi breve mundo infantil... he saltado de golpe a enfrentar
incansables contiendas... y cuando por fin bajé las armas descubrí que jamás
supe ser solo y simplemente ¡MUJER!... Y QUIERO SERLO...quiero rescatar esa
parte de mí que tengo enterrada..."
Y la niña y la guerrera reclaman a gritos ahora su derecho de sentirse
MUJER... ambas quieren serlo...
La niña se quedó con las ganas de disfrutar sus tempranos pasos de
adolescencia, de su despertar íntimo, de saberse en su fragilidad emocional, su
sensibilidad, su femineidad.
Y la guerrera un día se paró delante del espejo ... bajó las armas, tiró
agotada los escudos, se sacó la malla protectora de luchadora, se desnudó, se
vio por primera vez a si misma con ojos nuevos... y expuesta sin redes
defensivas, descubrió que era mujer... que siempre lo había sido... y que la
dura vida, al ritmo exigente que la vivía, jamás se lo había permitido
descubrir, disfrutar...
Suerte que siempre estamos a tiempo de construir una historia nueva.
Fuente:PatriciaCabrera
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