Habían sido amigos por más de diez años, compañeros de juergas, consuelo en sus tristezas, compañía en la soledad. Habían tenido sus diferencias en incontables ocasiones, pero siempre dialogaban y solucionaban sus dificultades.
Mario era
un mujeriego, libertino y vicioso; por el contrario Carlos era su antagonista,
fiel, sincero, moralista y honesto. Ambos llevaban vidas muy diferentes pero
siempre tenían algo en común, se apreciaban demasiado y valoraban su amistad
por encima de todo. Eran como el Ying y el Yang.
En todos
aquellos años de amistad Mario había tenido muchas parejas, podría decirse que
unas veinte, unas estables otras simples aventuras; por su parte Carlos contaba
en su haber solamente con dos, de las cuales la segunda de ellas había sido su
primera novia, lo cual iba muy de la mano con su forma de ser y actuar. Mario
acostumbraba burlarse de él e insinuarle que tuviera más experiencias y
disfrutara más la vida, sin embargo Carlos ignoraba sus consejos y seguía firme
y fiel en su relación, a pesar que en ocasiones presentara altibajos y que a
medida que pasaba el tiempo se tornaban menos tolerables y más frecuentes.
Así fue
como Lina y Carlos se separaron una fría noche de marzo, después de casi cuatro
años de noviazgo, fue así que en medio de su rabia y su tristeza Carlos buscó a
Mario para desahogarse y encontrar el apoyo que tanto necesitaba en ese
instante. Mario gustoso escuchó a su amigo, comprendió sus razones y le brindó
sus consejos acompañados de cálidas palabras de aliento. Sin embargo en forma
paralela otra historia se tejía lentamente.
Mario en
varias ocasiones había entablado contacto virtual con Lina a través del chat,
por dicho medio interactuaban, conocían sus puntos de vista, discutían y se
gozaban la vida.
Sin
embargo en sus conversaciones nunca hablaban acerca de Carlos, esto obedecía a
que Mario se sentía atraído por Lina y no le parecía nada satisfactorio hablar
de su amigo con ella, por el contrario prefería indagar acerca de su vida y
conocerla un poco más. No obstante, esta situación era demasiado compleja para
Mario pues se debatía entre sus deseos masculinos y el respeto que su amigo
merecía.
Ocurrió
que en una de sus charlas comenzaron a surgir ciertos intereses y mayor
atención por parte de Lina hacia Mario, aun no se habían dicho nada pero era
evidente que entre ambos surgía una atracción que sobrepasaba lo amistoso y
cordial. Es curioso darse cuenta cómo cambian los intereses y los deseos entre
dos seres humanos, se originan sin planearlo, solo pasa y los envuelven hasta
dejarlos sin respiración. Así ocurrió para Mario, de un momento a otro se vio
involucrado sentimentalmente con Lina, la extrañaba, la deseaba y anhelaba su
presencia, por su parte ella no era indiferente hacia él, lo acogía, se
disponía y permitía que Mario accediera a ella sin límites.
De este
modo fue transcurriendo el tiempo, muy poco por cierto, solo necesitaron
semanas para darse cuenta que algo muy especial estaba creciendo entre ambos,
el tiempo se detenía cuando estaban juntos, el mundo no importaba, sus
realidades eran otras en los momentos que se encontraban unidos; sin embargo lo
cierto era que por más felices que se sintieran no podían escapar al hecho de
que compartían una persona especial en común, una pareja y un amigo y la
traición era evidente.
Fue así que después de algunos meses de estar unidos en un idilio sin igual como jamás antes lo habían experimentado, sucedió que una tarde mientras llegaba Mario a casa de Lina, dio la casualidad que Carlos también se acercaba y al ver a Mario tocar la puerta de la casa de su antigua pareja aminoró el paso y se detuvo un momento detrás de unos arbustos para observar que ocurría, al ver a Mario tomar a Lina entre sus brazos y besarla, Carlos no soportó la cólera, se abalanzó sobre ambos, desenfundó el revólver calibre treinta y ocho corto que llevaba consigo y disparó cinco tiros sobre la pareja, tres sobre Mario y dos a Lina; por último colocó el cañón aun humeante dentro de su boca y volvió a disparar.
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