En cierta ocasión, en una de las reuniones periódicas del ashrama, el
Maestro nos dijo que el silencio es el mejor de los sonidos, y aquello
parecía casi imposible de comprender. ¿Cómo el silencio puede representar una
forma de sonido?
Y sin embargo, conforme fue pasando el tiempo nos dimos cuenta
verdaderamente que el sonido es una actividad objetiva y que el silencio es una
actividad subjetiva, que todo en el Plan de Dios es actividad y que depende del
grado de selectividad de los sonidos o de las palabras, y de la selectividad
mística del silencio, donde se estructura la coraza del discípulo, la luz, la
coraza con la cual tiene que repeler los golpes que da el mundo a todos
aquellos que se apartan por ley de vibración de su estamento…
Hablar es un sonido, pero si el sonido no arranca de este bloque inmenso
de silencio que es supremamente espiritual, la palabra contiene desorden
ambiental. No se trata de hilvanar intelectualmente una serie de sonidos que
responden a sonidos mayores, como pueden ser las ideas —la idea es un sonido—
sino que el proceso tiende a oscurecerse, a completarse dentro de un sinnúmero
de argumentos sólidos e intelectuales, tratando de argüir en favor de una forma
de pensar, de una forma de hablar, de una forma de sentir, es así como han
nacido las creencias, las doctrinas dentro de la humanidad.
Entonces, si la persona sabe aquilatar perfectamente el valor del
silencio encontrará dentro del silencio la fuerza que precisa para poder hablar
con oportunidad y con entera impersonalidad.
Al discípulo, que recién ahora, por ejemplo, entre en un ashrama y se le
aplique la ley de los fuertes y se le exija silencio como premisa para penetrar
dentro del santuario místico donde está el Maestro, tendrá que hacer un examen
de conciencia y darse cuenta de si realmente puede penetrar ya en este umbral
del ashrama, un umbral periférico donde ya debe empezar a aprender a callar, no
a hablar correctamente, a callar, porque no se puede hablar correctamente si el
Alma del discípulo, o del ser humano, sea cual sea su grado de evolución, no
haya aprendido a silenciar todas sus actitudes.
La distinción entre el silencio de palabra, el silencio de pensamiento,
el silencio de actividades, es muy distinto, pero cuando yo hablo del silencio
del ashrama me refiero al conjunto de este silencio de pensamientos, de ese
silencio de palabras, de este silencio de actitudes.
Una actitud de conciencia es un sonido, un pensamiento es un sonido, una
palabra es un sonido, entonces, para que la palabra surja realmente edificante,
comprensible, sencilla, que puede llegar al corazón de las gentes, debe surgir
forzosamente de este silencio místico que establece el Alma cuando ha aprendido
a callar.
El mundo cree que en un ashrama se aprende a hablar y no es este el caso,
en un ashrama se aprende a callar, porque el mundo habla constantemente,
desordenadamente, demasiado, está llenando el ambiente de una serie de
vibraciones que tienen que ver con el ambiente social que nos rodea, de tanto
hablar, de tanto mariposear alrededor de las palabras, de tanto querer infundir
respeto a su alrededor por la palabra, el hombre, el ser humano, ha ido
perdiendo su capacidad de silencio, entonces automáticamente se le cierra la
puerta del ashrama.
Hay que tener en cuenta esto, porque si aprendéis a callar es cuando
empezaréis a razonar y cuando empecéis a razonar es cuando aprenderéis a
hablar, no a hablar sin ton ni son, a hablar por tener ciertos conocimientos
intelectuales, y que están muy mal digeridos cuando existe este permanente deseo
de exteriorizarlos.
Si todo el valor de las palabras que podamos emitir las refundiésemos en
su completa estructura y las depositásemos en el corazón, las dejásemos allí
arrinconadas esperando el día de la oportunidad, entonces veríamos que hay una
etapa dentro de nuestra vida que es de silencio. No me refiero al silencio
místico de los místicos del pasado, de los quietistas de la Edad Media, ni de
aquellos que están tratando de buscar a Dios por el sendero del misticismo más
complejo, más lleno de dificultades, sino que en la práctica del escuchar
atentamente estamos adquiriendo un silencio.
¿Os habéis dado cuenta, cuando escucháis a otra persona, que quien
escucha la mitad de sus oídos están hacia dentro de sí mismo, que solamente
escucha con media parte de sí mismo, con una sola oreja? ¿Os habéis dado cuenta
que el silencio es escuchar atentamente hacia dentro? Porque el silencio es
escuchar.
Cuando existe un silencio permanente, un silencio que se ha ido haciendo
dentro del ser, es porque hemos escuchado muy atentamente: el sonido de la
naturaleza, el sonido de las personas, pero, por encima de todo el sonido de
nosotros mismos para percibir las pulsaciones del más diminuto átomo que
constituyen nuestros cuerpos. Hay que escuchar hacia adentro y no hablar hacia
afuera.
Cuando se llega al complemento vital de esta estructura de sonidos que
hemos ido construyendo y que se ha convertido en nuestro ambiente social,
cuando seamos capaces de derrumbar esta estructura dentro de nosotros mismos y,
sin embargo, quedar enteros, llenos de vitalidad, de este vigor que solamente
da el contacto con el ser espiritual, os daréis cuenta porqué estáis aquí y ahora,
no antes ni después.
Os he dicho muchas veces, no sé hasta cuando deberé repetirlo, que los
grupos de la Nueva Era se caracterizan por la brevedad y por el dinamismo,
brevedad en el razonamiento, brevedad porque hay que ser parco en palabras y en
actitudes, dinamismo porque el dinamismo sólo puede surgir del silencio. Las
palabras sólo tendrán valor y potencia mágica cuando surjan de un bloque de
silencio, cuando la palabra en sí como actitud objetiva ya sea un silencio que
se está manifestando, que se está adueñando de todas y cada una de las fibras
que componen nuestro ser, y andar constantemente este camino de renuncia a las
palabras, de renuncia a las actitudes prefijadas que no son sino un símbolo de
cristalización y salir triunfantes de nosotros mismos con un ímpetu
desconocido, con un poder que no puede ser descrito con palabras.
Y darnos cuenta que la magia de la palabra cuando uno es un mago, es
decir, cuando la palabra, el mántram, la voz, el Verbo, arranca del fondo del
ser, que no tiene problemas o dificultades en su propio ser, os daréis cuenta
entonces de lo que es realmente la magia, cuando hablando estéis realizando
magia, que cuando estéis en silencio la magia se está igualmente realizando,
porque la magia del silencio es la magia infundida en las palabras que surgen
de este silencio.
Y aprender a dominar el ímpetu de hablar y hablar, la verborrea que se
adueña del corazón y del cuerpo emocional y resta energía a la mente, porque la
mente no es un semillero de pensamientos sino que es una luz vibrante dentro de
nosotros, que con su propia luz debe iluminar todos y cada uno de los
pensamientos que están dentro de esta mente.
Llegar a un completo vacío de toda esta estructura que hemos construido,
llegar así radiantes y magnéticos como lo es el Maestro, pues de él hemos de
aprender, utilizando la técnica de la aproximación, por semejanza, tal como es
la ley. Ver lo que hace el Maestro, comprender lo que hace el Maestro, lo que
dice el Maestro, ver sus actitudes reflejadas en su aura magnética radiante,
porque el Maestro no tiene necesidad de hablar porque ha consumado en su Yo el
seno místico del silencio, y que cuando habla lo hace por la propia boca del
Logos Solar o del propio Logos Planetario.
Lo menos que podemos hacer nosotros es hablar por boca del Maestro. ¿Y
cómo podemos hablar por la boca del Maestro si solamente contenemos argumentos
mentales? Una estructura férrea, sólida, cristalizada, por más que se diga
esotérica, pero que tiene necesidad de surgir al exterior para que se sepa que
somos esotéricos, lo cual es la negación del esoterismo tal como lo comprende
el discípulo en el ashrama, o tal como un discípulo ha aprendido esto de labios
del propio Maestro, y además la experiencia se lo está demostrando. Que el
valor de sus palabras radica en que sabe guardar silencio, que no tiene
necesidad de surgir llevando consigo este monolito tremendo de ideas y
pensamientos tratando de meterlo en la mente de los demás, para que digan: “Sí,
este hombre sabe”. Pueden decir: “Este hombre conoce”. Sabe? no, porque la
sabiduría está en el corazón…
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