Muy a menudo, y a lo largo de nuestras vidas, hay momentos en los que las cosas no salen como esperábamos, y entonces tendemos a entrar en estados de importante desilusión, tristeza y también frustración.
En realidad, el fracaso se origina en la mente y surge en la medida en que rechazamos el resultado cuando percibimos los eventos como negativos, etiquetándolos como fallos y no como enseñanzas a favor, para transformarlas en sabiduría y crecimiento.
La vida es un conjunto de experiencias que coleccionamos y que contienen alegrías, decepciones, aciertos y errores. El objetivo es encontrar las bendiciones ocultas y reconocer cada pérdida como una nueva oportunidad para analizar, aprender, crecer y levantarse de nuevo. Una manera de Dios decirnos: “hijo amado, por ahí no era; ibas en la dirección incorrecta”. Así, que siéntelo como un llamado de amor del Padre, una invitación a cambiar y expandirte.
Los ángeles están a nuestro alrededor y nos ayudan a recordar y recuperar lo que ya somos: seres abundantes en todo sentido. La felicidad ya nos pertenece por derecho divino y la alegría es uno de nuestros estados naturales de ser. El optimismo hace parte de nuestro ilimitado poder interior para recuperarnos y elevarnos por encima de cualquier circunstancia.
Abre los ojos y observa el escenario desde otro ángulo y con nuevos “lentes” de amor, positivismo, fe y confianza en la voluntad divina. Esa situación que no resultó como tú querías, ese trabajo que no se dio, esa relación que no prosperó, ese proyecto que no llegó a término, son experiencias únicas para evaluar a qué te estás aferrando y no has podido soltar. Pide ayuda a tus ángeles para “ver” en esta situación particular que estás viviendo, lo que aún no has podido ver; las creencias internas que te auto-boicotean y te obstaculizan evolucionar desde adentro.
Crea un espacio de silencio, de paz interior. Relájate, cierra tus ojos y respira profundamente varias veces, manteniendo la intención de hacer contacto con tus guías espirituales. Puedes invocar a tus ángeles de la guarda, a los ángeles de los procesos (en este caso: del consuelo, de la alegría, del optimismo) y en particular al Arcángel Haniel para que te ayude a salir del descontento, recordando que la gracia de Dios nos llena de amor, confianza, fortaleza, seguridad y sabiduría para superar cualquier desafío.
Siempre tenemos la capacidad de responder diferente ante nuevas situaciones. De manera que sintiendo el abrazo de protección de los ángeles y en unión con tu Ser Superior, trae a tu mente ese contexto de insatisfacción y pregúntate: ¿qué se requiere de mi?, ¿qué puedo hacer diferente la próxima vez que lo intente?, ¿qué debo aprende o des-aprender? Apóyate en tus ángeles y en tu corazón, escucha las respuestas.
Aprovecha ese estado aparente de desdicha para encontrarte contigo mismo, honra tus sentimientos y entrega el miedo, la falsa sensación de limitación y la necesidad de control ante Dios. Bajo el regazo de las alas de tus ángeles, halla la paz, la luz y la tranquilidad para aceptar y seguir tu camino. Que tu brújula sea el amor, la alegría y el deseo consciente de ir en la consecución de tus sueños.
Ahora, aun cuando no estemos de muy buen ánimo, siempre habrá otro ser humano que necesite nuestro apoyo, una palabra de aliento. El dolor y la tristeza se esfuman más rápido ayudando a los demás. Igualmente, exprésate; cuéntale tus sentimientos a alguien en el que confíes. Aunque esa persona se limite solo a escucharte, hablar ayuda a movilizar las emociones y a detener esos pensamientos irracionales que atormentan si se les permite vagar por la mente sin rienda alguna. Escribir también ayuda en momentos de tristeza a aliviar el estrés y generar paz. Si sientes el deseo, no te cohíbas de llorar. Las lágrimas bien administradas son sanadoras y drenan el sufrimiento.
Por otro lado, nadie es víctima a menos que lo permita. Así, que no te tomes nada personal y no dejes que lo que los demás piensen o digan de ti, te perturbe. Lo único que realmente afecta tu experiencia de vida es la manera como fluye tu energía con tus pensamientos, sensaciones, palabras y actuaciones.
Acepta tus vulnerabilidades sin exagerarlas y confía en ti mismo, en tus capacidades y virtudes, sin necesidad de que otro te reconozca tu valor. Muy importante es que no seas duro ni te dirijas a ti mismo con términos fuertes. No te recrimines ni seas tu propio verdugo. Nada de: “¿por qué a mí?, “siempre me pasa lo mismo”, “nunca voy aprender”, ¿qué es lo que estoy pagando? Que las primeras palabras amorosas que tu ser escuche, provengan de tu propia voz.
Agradece a Dios y permite que la luz celestial te devuelva la alegría y la paz que ya son tuyas. Recuerda: la gracia divina satisface todas tus necesidades; de la mano de tus ángeles y con el amor del Padre, nada te puede afectar.
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