El guía
Ramtha es uno de mis preferidos y siempre le he sentido muy cercano. Sus palabras me llegan siempre al alma. Espero
que os agrade y sobretodo os sea muy útil.
«Mi
camino, cuando viví sobre este plano, fue convertirme en el Dios Desconocido,
—el cual descubrí que era yo mismo— e ir más allá de las dimensiones para
retozar en las aventuras del siempre jamás. Así lo hice y todavía lo hago. He
regresado para decirte que esas aventuras están esperándote a ti también, una vez
hayas abrazado la totalidad de esta vida, como yo lo hice." Ramtha.
Estos
momentos que hemos compartido han sido dulces. Venir a tu vida e incluso haber
llegado a tocar quizás el borde de ella, ha sido un gran placer, te lo aseguro.
Todo lo que he compartido contigo, lo he hecho también para mí, porque cada uno
de ustedes es lo que yo soy: el Padre al que amo fervientemente y siempre
amaré. Cualquier cosa que yo haga para contribuir con la evolución de tu
precioso ser, glorifica y magnifica al Padre, que es el reino del Yo Soy. He
venido a la humanidad como un hermano, porque una vez fui parte ferviente de
ella. Yo viví aquí como hombre y experimenté todo lo que tú has experimentado:
viví tu desesperación y lloré tu tristeza, tuve tus sueños y conocí tu alegría.
Y aunque he estado en todos los niveles, la más profunda de todas mis
experiencias ocurrió cuando estuve aquí entre ustedes como hombre, Dios-hombre,
experimentando los peligros, la desesperación y los momentos fugaces de gloria
que todos ustedes han conocido. Yo he elegido volver aquí porque te entiendo. Y
entenderte es amarte.
He
venido, no a salvarte, pues no hay nada de qué salvarte realmente. He venido
simplemente a recordarte la maravillosa herencia que olvidaste hace mucho
tiempo y a hablarte de un futuro glorioso que todos ustedes pronto van a ver.
He venido para ayudarte a ver que tienes opciones más sublimes para la
expresión de tu vida, y para ayudarte a manifestar el conocimiento que te
permita ejercitar esas opciones, si es tu voluntad hacerlo. Todo lo que te he
pedido es que apliques en tu vida —a tu ritmo y a tu manera— cualquier
entendimiento que sea fructífero para ti en tu propia evolución hacia una vida
más armoniosa y llena de alegría.
Mi
camino, cuando viví sobre este plano, fue convertirme en el Dios Desconocido,
—el cual descubrí que era yo mismo— e ir más allá de las dimensiones para
retozar en las aventuras del siempre jamás. Así lo hice y todavía lo hago. He
regresado para decirte que esas aventuras están esperándote a ti también, una
vez hayas abrazado la totalidad de esta vida, como yo lo hice.
Ve y
vive los entendimientos que te he dado. Déjalos vivir dentro de tu ser. Cuando
lo hagas, pronto te darás cuenta de que se te ha dado el mayor tesoro que nunca
hubieras podido pedir o concebir.
Toma lo
que has aprendido, lo que has oído y lo que has leído, y aplícalo con
simplicidad. Cuanto más simple eres, más poderoso te vuelves. Y si quieres
algo, pídelo. Nadie en este plano tiene el poder para dártelo. Pide desde el
Señor Dios de tu ser que el Padre te lo conceda, y sabe que ya lo ha hecho, sin
importar lo que sea. ¿Y adonde irás a pedir? Al templo que existe dentro de ti.
Simplemente pide en el silencio de tus propios pensamientos; siempre serás
escuchado.
Yo sé
quién eres. Sé lo que haces y lo que sueñas. Cuando creas que nadie te ve,
tienes que entender que eres como las estrellas en el cielo de medianoche;
estás allí para que todos te vean. Todas las cosas saben quién eres y lo que
haces, especialmente nosotros, los que vivimos en lo invisible.
Quien
tú eres sólo te importa realmente a ti. Cuando todo está dicho y hecho no
dependes de nadie más que de ti mismo y de esa preciosa luz en tu interior
llamada Dios Todopoderoso. Sé justo contigo mismo. Sé único. Y ama lo que eres,
de modo que tú y tu modo de ser se vean como las estrellas de medianoche, muy
brillantes y muy hermosas.
Mi
gente me llamaba Ramtha el iluminado, y por eso he conservado ese nombre hasta
ahora. ¿El iluminado? Yo fui una entidad solitaria que se sentaba en un altiplano
cuando todos los demás estaban atareados con las cosas de aquellos días. Sin
embargo, en la naturaleza, alejado de la vida ordinaria, encontré al Dios Desconocido.
El mundo no está en la plaza del mercado, mis amados hermanos. Allí abunda la vida, en verdad, pero la vida grandiosa se encuentra fuera del mercado, en la base de un magnífico árbol, o en la cima de una montaña nevada, donde el viento es frío, limpio y vivificante, en la inmensidad del desierto o en la infinitud del océano. Hay mucho más en este plano de lo que la mayoría se ha permitido ver. Aún tienes que vivirlo realmente e investigarlo; tú sólo has estado en la conciencia opresiva de tu sociedad, con sus juicios e ideales triviales y su loca carrera contra la ilusión del tiempo.
Nunca
conocerás realmente la vida hasta que encuentres la soledad en estos lugares,
en paz con el cielo de medianoche y la luna, creciendo y menguando hasta el
resplandor del amanecer. Y a través de todo el conocimiento y los sueños que te
lleguen, he aquí que tú también te convertirás en un ser iluminado, porque las
prioridades allí cambian. La conciencia de la naturaleza te acepta, mi amado
hermano. Te acepta y espera de ti que seas eterno, sin tiempo, como es ella. En
circunstancias como ésas, creces para convertirte en este Dios y mantenerte firme
todos los días de tu vida.
El Dios
Desconocido es silencio —el gran silencio— y sin embargo, te habla si se lo
permites. Extiéndete y sé una parte de este continente. Llega a todos sus
rincones y sé parte de ellos. Deja tus sedas y finas joyas y descálzate.
Confúndete en la simplicidad que está fuera de moda, y ve a experimentar a Dios
en este cielo que has creado. Yo te suplico que hagas esto. No habrás vivido
realmente ni habrás entendido el Dios que eres, hasta que hayas estado en todos
estos lugares y hayas sido una parte de su conciencia siempre continua y
eterna.
Yo
deseo desde la totalidad de mi ser, desde el Padre ardiente dentro de mí, que
conozcas lo valioso que eres y lo mucho que se te ama y se te necesita. Cuando
pienses que a nadie le importa si vives o mueres, sabe que a mí me importa. Y
siempre que la preciosidad de tu ser empiece a vacilar y sientas que necesitas
un compañero, llámame, porque yo estaré ahí.
Yo
estaré con todos ustedes a lo largo de todos los días de sus vidas en este
plano, a medida que sus preciosas almas —fecundadas con amor, esperanza y
alegría— se convierten en magníficas flores de sabiduría, compasión y el amor
para abrazar a toda la vida, visible e invisible. En la tormenta emocional de
este florecimiento, habrá momentos en los que desearás nunca haber oído el
nombre de Ramtha. Pero mucho, mucho más grandiosos serán, en verdad, los
momentos en que Dios es visto, manifestado, y conocido dentro de ti.
Ahora
bien, yo te he dicho —repetidamente y de mil maneras— la verdad más grande que
conocerás: tú eres Dios. Y estás empezando a darte cuenta de que quizás esto
es, en efecto, una verdad. Saber esto firmemente, amados hermanos, sólo puede
suceder a través del despliegue de su vida, momento a momento.
Pero
deseo que sepas esto: una espléndida mañana, justo antes del amanecer, tendido
solo en tu lecho, donde el silencio es tan profundo que casi se puede escuchar,
despertarás de un sueño que no es sueño. Abrirás los ojos en la oscuridad de tu
cuarto, te levantarás de tu lecho y caminarás hacia una ventana por donde entra
la única luz que puedes ver.
Mirarás
por la ventana, su alféizar cubierto por las gotas del rocío, al gris de la
mañana, y alzarás los ojos hacia un cielo que oculta la promesa de una luz
grandiosa y brillante. Y mientras contemplas la belleza de todas las diminutas
joyas brillantes, destellando en el oscuro telón de terciopelo del siempre
jamás, ves que la luna ha crecido y ha menguado, y ahora se sienta en el
horizonte, silenciosa, esperando una luz más grande.
Solo,
estremeciéndote con un sentimiento que está por encima de las palabras, allí
estás, contemplando el silencio del despertar de la vida. Pronto oyes el
susurro de un pájaro en los matorrales, que como tú, ha amanecido y se prepara
para saludar a la mañana. Mientras escuchas su dulce y suave melodía de alegría
y esperanza, vuelves tu mirada hacia el este y contemplas el horizonte
distante. Y allí ves las montañas color púrpura, solitarias, como centinelas de
la vida, alzándose majestuosas, fuertes y silenciosas, y una luz pálida y rosa
dibuja su silueta. Y las nubes, que hicieran su jornada silenciosa hacia el
horizonte, se perfilan en el oro y la promesa del amanecer.
Y al
compás de todo este esplendor en la simplicidad de su ser, no escuchas nada,
excepto el latir de tu corazón mientras palpita ante la anticipación de un gran
suceso que pronto se verá en un resplandor de gloria sobre el horizonte. Y
mientras la cortina de la noche se desvanece lentamente en la luz de la mañana,
ves las estrellas tornarse más y más tenues, y la luna con su magia, entrega su
belleza al amanecer que se despliega.
Atrapado
en la belleza y el éxtasis de este momento, te sobreviene este entendimiento:
sin la continuidad de esta mañana, todos tus temores, preocupaciones, tus
sueños y tus ilusiones, serían cosas inexistentes. Y en ese instante, por
detrás de las montañas doradas, surge el esplendor de una joya incandescente,
sus barras de oro penetrando en el valle cubierto de niebla como rayos de
esperanza. Y al tiempo que el gran Ra se eleva más y más, el cielo se enciende
de colores, azul, lavanda y rosa, naranja y bermellón. Y el pájaro canta más
fuerte y emprende su vuelo, mientras el mundo entero despierta a la promesa y
al aliento maravilloso de la mañana.
Mientras
contemplas esta visión espectacular que ha visto todos los momentos del tiempo,
y la emoción de esta maravilla embriaga todo tu ser, te elevarás con el
entendimiento de que tú eres, en verdad, la vida de Ra. Eres los centinelas
fuertes y silenciosos de la vida, alzándose en el horizonte distante, y eres,
en verdad, los colores del despertar del amanecer, el movimiento de las ramas
del matorral, las gotas de rocío sobre el alféizar de la ventana, y la dulce y
suave melodía de alegría del pájaro de la mañana.
Y el
próximo amanecer que presencies lo contemplarás como He Aquí El Dios Que Yo
Soy. Y estarás embriagado con la majestad y la belleza de todo lo que es, pues
ahora eres uno con la luz, el poder y la continuidad de esta fuerza que no
habla con palabras.
Aprender
una verdad es una cosa; convertirse en ella es otra muy distinta. Pero cuando
menos lo esperes, te alzarás para contemplar tal esplendor en los cielos, y el
conocimiento de esta verdad, a través de la paz del ser, una espléndida mañana
se convertirá en una realidad. Entonces, todas las palabras, la confusión, la
furia, el rechazo del Yo, las complejidades de entender a Dios, la búsqueda,
los libros y los maestros, habrán acabado en silencio, gracias a un profundo
entendimiento que no tiene palabras. Tu mañana está llegando... como llegó la
mía.
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