Los
problemas vividos en la infancia vaticinan cómo será nuestra calidad de vida
cuando seamos adultos. Espero que os agrade.
Además,
estos pueden influir significativamente en como nuestros niños de hoy actuarán
mañana y en como nosotros, por otro lado, afrontaremos las adversidades.
Así, de
alguna forma, a partir de estas 5 heridas emocionales o experiencias dolorosas
de la infancia, conformaremos una parte de nuestra personalidad. Veamos a
continuación cuáles son nuestras heridas….
1- El miedo al abandono
La
soledad es el peor enemigo de quien vivió el abandono en su infancia. Habrá una
constante vigilancia hacia esta carencia, lo que ocasionará que quien la haya
padecido abandone a sus parejas y a sus proyectos de forma temprana, por temor
a ser ella la abandonada. Sería algo así como “te dejo antes de que tú me dejes
a mí”, “nadie me apoya, no estoy dispuesto a soportar esto”, “si te vas, no
vuelvas…”.
Las
personas que han tenido experiencias de abandono en la infancia, tendrán que
trabajar su miedo a la soledad, su temor a ser rechazadas y las barreras
invisibles al contacto físico.
La
herida causada por el abandono no es fácil de curar. Así, tú mismo serás
consciente de que ha comenzado a cicatrizar cuando el temor a los momentos de
soledad desaparezca y en ellos empiece a fluir un diálogo interior positivo y
esperanzador.
2- El miedo al rechazo
Es una
herida muy profunda, pues implica el rechazo de nuestro interior. Con interior
nos referimos a nuestras vivencias, a nuestros pensamientos y a nuestros
sentimientos.
En su
aparición pueden influir múltiples factores, tales como el rechazo de los
progenitores, de la familia o de los iguales. Genera pensamientos de rechazo,
de no ser deseado y de descalificación hacia uno mismo.
La
persona que padece esta dolorosa experiencia no se siente merecedora de afecto
ni de comprensión y se aísla en su vacío interior por el miedo de ser
rechazado. Es probable que, si hemos sufrido esto en nuestra infancia, seamos
personas huidizas. Por lo que debemos de trabajar nuestros temores, nuestros
miedos internos y esas situaciones que nos generan pánico.
Si es
tu caso, ocúpate de tu lugar, de arriesgar y de tomar decisiones por ti mismo.
Cada vez te molestará menos que la gente se aleje y no te tomarás como algo
personal que se olviden de ti en algún momento.
3- La humillación
Esta
herida se genera cuando en su momento sentimos que los demás nos desaprueban y
nos critican. Podemos generar estos problemas en nuestros niños diciéndoles que
son torpes, malos o unos pesados, así como aireando sus problemas ante los
demás; esto destruye la autoestima infantil.
El tipo
de personalidad que se genera con frecuencia es una personalidad dependiente.
Además, podemos haber aprendido a ser “tiranos” y egoístas como un mecanismo de
defensa, e incluso a humillar a los demás como escudo protector.
Haber
sufrido este tipo de experiencias requiere que trabajemos nuestra
independencia, nuestra libertad, la comprensión de nuestras necesidades y
temores, así como nuestras prioridades.
4- La traición o el miedo a
confiar
Surge
cuando el niño se ha sentido traicionado por alguno de sus padres
principalmente, no cumpliendo sus promesas. Esto genera una desconfianza que se
puede transformar en envidia y otros sentimientos negativos, por no sentirse
merecedor de lo prometido y de lo que otros tienen.
Haber
padecido estos problemas en la infancia construye personas controladoras y que
quieren tenerlo todo atado y reatado. Si has padecido estos problemas en la
infancia, es probable que sientas la necesidad de ejercer cierto control sobre
los demás, lo que frecuentemente se justifica con un carácter fuerte.
Estas
personas suelen confirmar sus errores por su forma de actuar. Requiere trabajar
la paciencia, la tolerancia y el saber vivir, así como aprender a estar solo y
a delegar responsabilidades.
5- La injusticia
Se
origina en un entorno en el que los cuidadores principales son fríos y
autoritarios. En la infancia, una exigencia en demasía y que sobrepase los
límites generará sentimientos de ineficacia y de inutilidad, tanto en la niñez
como en la edad adulta.
Las
consecuencias directas en la conducta de quien lo padece será la rigidez, pues
estas personas intentan ser muy importantes y adquirir un gran poder. Además,
es probable se haya creado un fanatismo por el orden y el perfeccionismo, así
como la incapacidad para tomar decisiones con seguridad.
Requiere
trabajar la desconfianza y la rigidez mental, generando la mayor flexibilidad
posible y permitiéndose confiar en los demás.
Ahora
que ya conocemos las cinco heridas del alma que pueden afectar a nuestro
bienestar, a nuestra salud y a nuestra capacidad para desarrollarnos como
personas, podemos comenzar a sanarlas.
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