Es
cierto que los materiales tienen su propia energía y que el contacto con ellos (sobre
todo con los que están vivos) producen cambios en nuestra vibración personal y nos
ayudan en el proceso curativo.
También algunas figuras, imágenes y colores
producen reacciones psicológicas que nos estimulan; unas veces de manera más positiva
que otras.
Las
estampas religiosas y otros objetos relacionados, nos recuerdan nuestras
posturas espirituales. El problema es que la mayoría de estos elementos se
convierten en amuletos y les damos más poder del que en realidad tienen. Hay
personas que se sienten indefensas sin su cruz, la estampita de su santo
protector, su cristal preferido o cualquier otro amuleto de su preferencia. El
amuleto pasa a ser Dios. Vivir pendiente de un objeto es limitar la Presencia
Divina a ese objeto. Dios es Omnipresente: está aquí, allá y en todas partes.
Tú mismo ERES DIOS.
Lo
peor sucede cuando una persona extravía su amuleto, se le rompe o se lo roban.
La mayoría de las veces esto se interpreta como un presagio de que algo malo va
a suceder. Esta idea es producto de la creencia que la persona se encuentra sin
su protección y que, como consecuencia, las energías negativas pueden
afectarla. De esta forma co-crean su propio infortunio pues vivimos en un
Universo Mental.
Todo
aquello en lo que Crees se hace Realidad.
¿Por qué no creer entonces que el mejor amuleto con el que cuento es mi
Naturaleza Divina? Nadie ni nada puede despojarnos de lo que somos realmente.
Pero para ello primero hay que conocerse a uno mismo, ya que solo así podrás amarte
de verdad, que es el primer requisito para poder amar a los demás. Y no creas
que en ello hay algo de egoísmo, nada más lejos de la verdad.
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