Canalización
en la que Dios mismo nos habla acerca de la enfermedad de nuestros cuerpos.
Espero que os agrade.
Nota: Dios
habla en cursiva, mientras que el ser humano habla en tipografia
normal.
¿Cómo
puedo resolver los problemas de salud que tengo? He sufrido bastantes problemas
crónicos en las tres últimas vidas. ¿Por qué los sigo teniendo ahora, en esta
vida?
En
primer lugar, vamos a dejar clara una cosa: tú amas esos problemas: o, en
cualquier caso, la mayoría de ellos. Los has utilizado admirablemente para
compadecerte de ti mismo y atraer la atención de los demás hacia ti mismo.
En las
pocas ocasiones en que no ha sido así, ha sido sólo porque han ido demasiado
lejos. Más lejos de lo que tú pensabas que irían cuando los creaste.
Debes
entender algo que probablemente ya sabes: toda enfermedad es creación de uno
mismo.
Incluso
los médicos más convencionales están empezando a ver que la gente crea sus
propias enfermedades.
La
mayoría de las personas lo hacen de un modo totalmente inconsciente (ni
siquiera saben que lo hacen). Así, cuando caen enfermos, no saben qué les pasa.
Parece como si algo les aconteciera, en lugar de haberse hecho ellos algo a sí
mismos.
Esto
ocurre porque la mayoría de las personas van por la vida inconscientemente, y
no sólo en lo que se refiere a la salud y sus consecuencias.
Fuman,
y luego se sorprenden porque tienen cáncer.
Ingieren
animales y grasa, y luego se sorprenden porque tienen las arterias obstruidas.
Se
pasan la vida enfadándose, y luego se sorprenden porque tienen infartos.
Compiten
con los demás - despiadadamente, y bajo un estrés increíble -, y luego se
sorprenden porque tienen apoplejías.
La
verdad que se oculta tras todo esto es que a la mayoría de las personas les
preocupa su muerte.
La
preocupación es precisamente la peor forma de actividad mental que hay después
del odio, y resulta profundamente autodestructiva. La preocupación no tiene
sentido. Es malgastar la energía mental. Además, crea reacciones bioquímicas
que dañan el cuerpo, produciendo un sinfín de problemas que van desde una
simple indigestión hasta una parada cardíaca.
La
salud mejorará casi en el mismo momento en que cese la preocupación.
La
preocupación es la actividad de una mente que no entiende su vinculación
conmigo.
El odio
es la enfermedad que resulta más gravemente perjudicial para la mente. Envenena
el cuerpo, y sus efectos son prácticamente irreversibles.
El
temor es lo más opuesto a todo lo que sois, y, en consecuencia, ejerce un
efecto de oposición en vuestra salud física y mental. El temor es la
preocupación llevada al extremo.
La
preocupación, el odio y el temor - junto con sus vástagos: la ansiedad, la
amargura, la impaciencia, la avaricia, la crueldad, la severidad y la condena
-, todo ello ataca el nivel celular del cuerpo. En estas condiciones, resulta
imposible tener un cuerpo sano.
Del
mismo modo - aunque en un grado algo inferior -, la presunción, la falta de
moderación y la gula producen malestar físico, o falta de bienestar.
Toda
enfermedad ha sido creada antes en la mente.
¿Cómo puede ser? ¿Y qué hay de la enfermedades contraídas por contagio, como los resfriados o el SIDA?
Nada ocurre en vuestra vida - nada - sin que primero haya sido un pensamiento. Los pensamientos son como imanes, que atraen sus efectos sobre uno. Puede que el pensamiento no siempre sea
evidente
- y, en consecuencia claramente casual -, tal como: “Voy a contraer una
terrible enfermedad”. Es posible que sea (y normalmente es) mucho más sutil que
eso: “No merezco vivir”; “Mi vida es un lío”; “Soy un perdedor”; “Dios va a
castigarme”; “Estoy hasta la coronilla de mi vida”.
Estos
pensamientos constituyen una forma de energía muy sutil, pero sumamente
poderosa. Las palabras son menos sutiles, más densas. Las acciones constituyen
la forma más densa de las tres.
La
acción es energía en una forma física fuerte, con un movimiento potente. Cuando
piensas, hablas y actúas según un concepto negativo tal como “Yo soy un
perdedor”, pones una enorme cantidad de energía en movimiento. No es de
extrañar que cojas un resfriado; y aún eso sería lo de menos.
Resulta
muy difícil invertir los efectos del pensamiento negativo una vez que estos han
adquirido forma física. No es imposible, pero sí muy difícil. Se requiere un
acto de fe excepcional. Se requiere una extraordinaria confianza en la fuerza
positiva del universo, llámese Dios, Diosa, Motor Inmóvil, Fuerza Primera,
Causa Primera, o lo que sea.
Los
sanadores poseen precisamente esta fe. Es una fe que penetra en el Conocimiento
Absoluto.
Saben
que estás preparado para ser completo y perfecto en este mismo momento. Ese
conocimiento es también un pensamiento, y muy poderoso. Tiene el poder de mover
montañas, por no hablar de las moléculas de tu cuerpo. Así es como los
sanadores pueden curar, incluso a distancia.
El
pensamiento no conoce distancias. Viaja alrededor del mundo y atraviesa el
universo en menos tiempo del que tardas en pronunciar la palabra.
“Mándalo
de palabra, y quede sano mi criado.” Y así fue, en ese mismísimo momento,
incluso antes de que acabara la frase. Tal era la fe del centurión.
Pero
todos vosotros sois leprosos mentales. Vuestra mente está corroída por
pensamientos negativos. Algunos de ellos os los han metido. Muchos de ellos
realmente los inventáis - los conjuráis - vosotros mismos, y luego les dais
abrigo y cobijo durante horas, días, semanas, meses, e incluso años.
... y
os sorprendéis porque caéis enfermos.
Puedes
“resolver algunos de tus problemas de salud”, como dices, si resuelves los
problemas de tu pensamiento. Efectivamente, puedes curar algunas de las
enfermedades que ya has contraído (que te has dado a ti mismo), además de
prevenir nuevos e importantes problemas en fase de desarrollo.
Y todo
esto puedes hacerlo cambiando tu pensamiento.
Y
también - y odio decir esto, pues parece demasiado mundano para venir de Dios
-, ¡por el amor de Dios!, cuida más de ti mismo.
Cuidas
pésimamente tu cuerpo, prestándole muy poca atención hasta que no sospechas que
algo anda mal. No haces precisamente nada en el sentido de un mantenimiento
preventivo. Cuidas más a tu coche que a tu cuerpo, y no exagero.
No sólo
no previenes posibles problemas realizando chequeos médicos anuales, y
utilizando las terapias y medicinas de que dispones (¿por qué vas al médico, le
pides ayuda, y luego no tomas las medicinas que te receta?, ¿puedes responderme
a eso?); también maltratas a tu cuerpo terriblemente entre estas visitas
respecto a las que no haces nada.
No lo
ejercitas, de modo que se vuelve flojo y, lo que es peor, débil por falta de
uso.
No lo
alimentas adecuadamente, con lo cual aún se debilita más.
Luego
lo llenas de toxinas y venenos, y de las más absurdas sustancias que hacéis
pasar por comida. Y aún así, ese maravilloso motor funciona; aún así, sigue
adelante, haciendo frente a este ataque.
¡Es
horrible! Las condiciones bajo las cuales le pides a vuestro cuerpo que
sobreviva son horribles.
Pero
poco o nada harás al respecto. Leerás esto, moverás la cabeza afirmativamente,
mostrando arrepentimiento, y continuarás con el maltrato. ¿Y sabes por qué?
Tengo miedo de preguntártelo.
Porque no tienes ninguna voluntad de vivir.
Me parece una acusación muy dura.
No pretende ser dura, ni tampoco pretende ser una acusación. “Dura” es un término relativo, un juicio que has aplicado a unas palabras. “Acusación” connota culpa, y “culpa” connota delito. Aquí no hay ningún delito; por lo tanto, no hay ninguna culpa ni ninguna acusación.
He
hecho una simple afirmación de una verdad. Al igual que todas las afirmaciones
de verdad, posee la cualidad de despertarte. Pero a algunas personas no les
gusta que les despierten. A la mayoría.
Prefieren
seguir dormidas.
El
mundo se halla en el estado en que se halla porque está lleno de sonámbulos.
Respecto
a mi afirmación, ¿qué es lo que te parece falso? No tienes ninguna voluntad de
vivir. Al menos, no la has tenido hasta ahora.
Si me
dices que has experimentado una “conversión instantánea”, revisaré mi
predicción de lo que vas a hacer. Reconozco que tal predicción se basa en una
experiencia pasada.
... al
mismo tiempo, pretendía despertarte. A veces, cuando una persona está
profundamente dormida, hay que sacudirla un poco.
He
visto que en tu pasado has tenido muy poca voluntad de vivir. Ahora puedes
negarlo, pero en este caso tus actos hablan más fuerte que tus palabras.
Si has
encendido un solo cigarrillo en tu vida - mucho más si has fumado un paquete
diario durante veinte años, como tú has hecho -, es que tienes muy poca
voluntad de vivir. No te importa lo que haces a tu cuerpo.
¡Pero
dejé de fumar hace ya unos diez años!
Después
de veinte de duro castigo físico...
Y si
una sola vez has introducido alcohol en tu cuerpo, es que tienes muy poca
voluntad de vivir.
Bebo
con mucha moderación.
El
cuerpo no está hecho para ingerir alcohol; perjudica a la mente.
¡Pero
Jesús tomo alcohol! ¡Fue a la boda y convirtió el agua en vino!
¿Quién
ha dicho que Jesús fuera perfecto?
¡Por el
amor de Dios!
Dime,
¿estoy empezando a fastidiarte?
¡Nada
más lejos de mí que Dios esté empezando a fastidiarme! Eso sería un poco
presuntuoso, ¿no?
Pero
pienso que no debemos pasarnos de la raya con todo esto. Mi padre me enseño la
norma de que “todo con moderación”. Creo que la he seguido por lo que al
alcohol se refiere.
El
cuerpo puede recuperarse más fácilmente de un abuso moderado. Por lo tanto, el
dicho resulta útil.
Sin
embargo, mantengo mi afirmación: el cuerpo no está hecho para ingerir alcohol.
Sin
embargo, incluso algunas medicinas contienen alcohol!!
Yo no
tengo ningún control sobre lo que vosotros llamáis medicinas. Mantengo mi
afirmación.
Eres
inflexible, ¿sabes?
Mira,
la verdad es la verdad. Ahora bien, si alguien dice: “Un poco de alcohol no va
a hacerte daño”, y sitúa esta afirmación en el contexto de una vida tal como la
vivís en este momento, tendría que estar de acuerdo con él. Pero eso no cambia
la verdad de lo que he dicho. Simplemente te permite ignorarla.
Sin
embargo, considera esto. Vosotros los humanos agotáis vuestros cuerpos,
normalmente, entre los cincuenta y los ochenta años. Algunos duran más, pero no
mucho. Otros dejan de funcionar antes, pero tampoco son mayoría. ¿Estamos de
acuerdo en esto?
Sí, de
acuerdo.
Bueno,
pues tenemos un buen punto de partida. Ahora bien, cuando he dicho que podía
estar de acuerdo con la afirmación: “Un poco de alcohol no va a hacerte daño”,
he matizado añadiendo: “en el contexto de una vida tal como la vivís en este
momento”. Fíjate: la gente parece satisfecha con la vida tal como la vive. Pero
la vida - y puede ser que te sorprenda saberlo - se hizo para ser vivida de un
modo totalmente distinto. Y vuestro cuerpo se concibió para durar mucho más
tiempo.
¿Sí?
Sí.
¿Cuánto tiempo más?
Infinitamente
más.
¿Qué
significa eso?
Significa,
hijo Mío, que vuestro cuerpo se concibió para durar siempre.
¿Siempre?
Sí.
Léelo bien: “para siempre jamás”.
¿Quieres
decir que se supone que no íbamos(o que no vamos) a morir nunca?
No
morís nunca. La vida es eterna. Sois inmortales. Nunca morís. Simplemente
cambiáis de forma.
Nunca
habéis tenido por qué hacerlo. Vosotros decidisteis hacerlo, no Yo. Yo hice
vuestros cuerpos para durar siempre. ¿Realmente crees que lo mejor que podía hacer
Dios, lo mejor que Yo podía proponer, era un cuerpo que durara sesenta, setenta
o quizás ochenta años, antes de caer en pedazos? ¿Piensas acaso que ese es el
límite de mi capacidad?
Nunca
pensé en plantearlo de ese modo...
¡Yo
concebí vuestro magnífico cuerpo para durar siempre! Y los primeros de entre
vosotros vivieron en el cuerpo prácticamente sin experimentar dolor, y sin
temer a lo que ahora llamáis muerte.
En
vuestra mitología religiosa, simbolizáis vuestra memoria celular de aquella
primera versión de seres humanos llamándoles Adán y Eva. En realidad,
obviamente, fueron más de dos.
Al
principio, la idea era que vuestras maravillosas almas tuvieran la oportunidad
de conocerse a Sí mismas como Quienes Realmente Son a través de las
experiencias ganadas en el cuerpo físico, en el mundo relativo, como ya he
explicado repetidamente aquí.
Esto se
hizo reduciendo la indescriptible velocidad de toda vibración (en forma de
pensamiento) para producir materia, incluida esa materia que llamáis el cuerpo
físico.
La vida
evolucionó a través de una serie de etapas, en un abrir y cerrar de ojos que
para vosotros equivale a millones de años. Y en ese instante sagrado vinisteis
vosotros, surgidos del mar, el agua de la vida, a la tierra y en la forma que
ahora tenéis.
¡Entonces,
lo que dicen los evolucionistas es correcto!
Encuentro
divertido - en realidad, una fuente de continua diversión - que vosotros los
humanos tengáis esa necesidad de descomponerlo todo en correcto y equivocado.
Nunca se os ocurre que habéis inventado esas etiquetas para ayudaros a definir
lo material, y a vuestro Yo.
Nunca
se os ocurre (excepto a aquellos de entre vosotros dotados de las mentes más
agudas) que algo pueda ser a la vez correcto y equivocado; que sólo en el mundo
de lo relativo las cosas son o lo uno o lo otro. En el mundo de lo absoluto,
del tiempo sin tiempo, todas las cosas lo son todo.
No hay
ni macho ni hembra, no hay ni antes ni después, no hay ni rápido ni lento, ni
aquí ni allí, ni arriba ni abajo, ni izquierda ni derecha; ni correcto ni
equivocado.
Vuestros
astronautas y cosmonautas salieron ganando en este sentido. Se vieron a sí
mismos propulsados hacia arriba para salir al espacio exterior, sólo para
encontrarse con que, una vez allí, tenían que mirar hacia arriba para ver la
Tierra. ¿O no? Tal vez estuvieran mirando hacia abajo. Pero entonces, ¿Dónde
estaba el sol? ¿arriba? ¿Abajo? ¡No! Allí, a la izquierda. Así, de repente, una
cosa ya no estaba ni arriba ni abajo; estaba a un lado... y, por lo tanto,
todas las definiciones desaparecían.
Así es
Mi mundo, nuestro mundo, nuestro verdadero reino. Todas las definiciones
desaparecen, haciendo difícil incluso hablar de dicho reino en términos
definitorios.
La
religión constituye vuestro intento de hablar de lo inefable. No realiza una
función demasiado buena.
No,
hijo Mío, lo que dicen los evolucionistas no es correcto. Yo lo creé todo,
todo, en un abrir y cerrar de ojos; en un instante sagrado, tal como afirmaron
los creacionistas. Y... tuvo lugar un proceso de evolución que duró millones y
millones de lo que vosotros llamáis años, tal como afirman los evolucionistas.
Lo que
dicen ambos es “correcto”. Tal como descubrieron los cosmonautas, todo depende
de cómo lo mires.
Pero la
verdadera pregunta es: un instante sagrado o millones de años, ¿qué diferencia
hay?
¿Puedes
aceptar simplemente que en algunas de las cuestiones de la vida el misterio es
demasiado grande para que podáis resolverlo? ¿Por qué no mantener el misterio
como algo sagrado? ¿Y por qué no permitir que lo sagrado sea sagrado, y dejarlo
así?
Supongo
que tenemos una insaciable necesidad de saber.
¡Pero
es que ya sabéis! ¡Ya te lo he dicho! Lo que ocurre es que no queréis saber la
Verdad, sino que queréis saber la verdad tal como vosotros la entendéis. Este
es el mayor obstáculo para vuestra iluminación. ¡Creéis que ya sabéis la
verdad! Creéis que ya entendéis cómo es. Así, estáis de acuerdo con todo
aquello que veis, oís o leéis que coincida con el paradigma de vuestros
conocimientos, y rechazáis todo aquello que no coincida. Y a esto lo llamáis
aprender. A esto lo llamáis estar dispuesto a aprender. Desgraciadamente, no
podéis en absoluto estar dispuestos a aprender mientras rechacéis todo lo que
no sea vuestra propia verdad.
Así,
algunos tildarán este mismo libro de blasfemo, de obra del diablo.
Pero
quién tenga oídos para oír, que oiga. Te lo aseguro: No fuisteis hechos para
morir nunca.
Vuestra
forma física fue creada como una magnífica posibilidad, una maravillosa
herramienta, un glorioso medio que os permite experimentar la realidad que habéis
creado con vuestra mente, conoce el Yo que habéis creado en vuestra alma.
El alma
concibe, la mente crea, el cuerpo experimenta. Así, el círculo queda completo.
El alma, pues, se conoce a sí misma en su propia experiencia. Si no le gusta lo
que experimenta (siente), o desea una experiencia diferente por alguna razón,
simplemente concibe una nueva experiencia del Yo, y -literalmente - cambia su
mente.
Pronto
el cuerpo se halla inmerso en una nueva experiencia. (“Yo soy la resurrección y
la Vida” fue un magnífico ejemplo de ello. ¿Cómo crees que Jesús lo hizo? ¿O
acaso crees que ni siquiera ocurrió?
¡Créelo
pues ocurrió!)
El caso
es que el alma nunca prescindirá del cuerpo o de la mente. Yo os creé como tres
seres en uno, hechos a imagen y semejanza mía.
Los
tres aspectos del Yo son totalmente equiparables entre sí. Cada uno tiene su
función, pero ninguna función es mayor que las otras; ni, en realidad, hay
ninguna función que preceda a las demás. Todas se hallan interrelacionadas de
manera exactamente igual.
Concebir,
crear, experimentar. Lo que concebís, lo creáis; lo que creáis, lo
experimentáis; lo que experimentáis, lo concebís.
He aquí
por qué se dice que, si puedes hacer que tu cuerpo experimente algo (la
abundancia por ejemplo), pronto albergarás ese sentimiento en tu alma, la cual
a su vez lo concebirá de una nueva manera ( a saber, abundante), ofreciendo a
tu mente un nuevo pensamiento al respecto. De este nuevo pensamiento surge más
experiencia, y el cuerpo empieza a vivir una nueva realidad como un estado
permanente del ser.
Tu
cuerpo, tu mente y tu alma (espíritu) son uno. En este sentido eres, en
microcosmos, como Yo, el Todo Divino, el Todo Sagrado, la Suma y la Sustancia.
Así, soy el principio y el fin de todo, la Alfa y la Omega.
Ahora
te explicaré el misterio último: vuestra exacta y verdadera relación conmigo.
VOSOTROS
SOIS MI CUERPO.
Lo que
vuestro cuerpo es respecto a vuestra mente y a vuestra alma, lo sois vosotros
respecto a Mi mente y Mi alma. Por lo tanto: Todo lo que Yo experimento, lo
experimento a través vuestro.
Así
como vuestro cuerpo, vuestra mente y vuestra alma son uno, así también lo son
Mi cuerpo, Mi mente y Mi alma.
Así
Jesús de Nazaret - entre otros muchos que entendieron este misterio- afirmó una
verdad inmutable cuando dijo: “El Padre y Yo somos Uno”.
Pero te
diré que hay verdades mucho mayores que esta, de las que algún día te
enterarás; pues, del mismo modo que vosotros sois Mi cuerpo, Yo soy el cuerpo
de otro.
¿Quieres
decir que no eres Dios?
Sí, soy
Dios, según vuestro concepto de Él; y soy Diosa, según vuestro concepto de
Ella. Soy el Hacedor y el Creador de todo lo que conocéis y experimentáis, y
vosotros sois Mis hijos... igual que Yo soy el hijo de otro.
¿Estás
intentando decirme que incluso Dios tiene un Dios?
Te
estoy diciendo que vuestra percepción de la realidad última es más limitada de
lo que creéis, y que la Verdad es más i-limitada de lo que podéis imaginar.
Te
estoy dejando entrever algo de la infinidad, y del amor infinito. (Si te dejara
ver mucho más, no podrías encajarlo en tu realidad; de hecho, apenas puedes
encajar esto.)
¡Espera
un momento! ¿Quieres decir que en realidad no estoy hablando con Dios en este
momento?
Ya te
he dicho que, si concibes a Dios como tu señor y creador, del mismo modo que tu
eres señor y creador de tu propio cuerpo, Yo soy el Dios de esa interpretación.
Y, ciertamente, estás hablando conmigo. Ha sido una conversación deliciosa,
¿no?
Deliciosa
o no, creía que estaba hablando con el auténtico Dios. El Dios de Dioses. Ya
sabes: el gran jefe.
Y estás
hablando con él. Puedes creerme.
Sin
embargo, dices que hay alguien por encima de Ti en el orden jerárquico de las
cosas.
Estamos
intentando hacer algo imposible: hablar de lo inefable. Como ya he dicho, eso
es lo que trata de hacer la religión. Déjame ver si puedo encontrar una manera
de resumirlo.
Para
siempre es más tiempo del que conocéis. Eterno es más tiempo que para siempre.
Dios es más de lo que imagináis. Dios es la energía que llamáis imaginación.
Dios es creación. Dios es el primer pensamiento. Y Dios es la última
experiencia. Y Dios es todo lo que hay entre lo uno y lo otro.
¿Has
mirado alguna vez a través de un microscopio de gran potencia, o visto dibujos
o películas animadas sobre moléculas, y has dicho: “¡Cielo santo, hay todo un
universo ahí abajo! ¡Y para ese universo, Yo, el observador, debo parecer a
Dios!”? ¿Has dicho eso alguna vez, o tenido una experiencia de ese tipo?
Sí, y
diría que cualquier persona que piense.
En
efecto. Pues en ese caso tú mismo has vislumbrado lo que te estoy exponiendo
aquí.
¿Y qué
harías si te dijera que esa realidad que has vislumbrado no tiene fin?
Querría
que me lo explicaras.
Coge la
parte del universo más pequeña que puedas imaginar. Imagina esa partícula de
materia extraordinariamente minúscula.
De
acuerdo.
Ahora
pártela por la mitad.
Vale.
¿Qué
tienes?
Dos
mitades más pequeñas.
Exactamente.
Ahora pártelas por la mitad. ¿Qué tienes ahora?
Mitades
más pequeñas.
Correcto.
Hazlo de nuevo, una vez, y otra, y otra... ¿Qué te queda?
Partículas
más y más pequeñas.
Sí,
pero ¿cuándo tendrás que parar? ¿Cuántas veces puedes dividir la materia hasta
que ésta deje de existir?
No lo
sé. Supongo que nunca deja de existir.
¿Quieres
decir que nunca podrás destruirla por completo? ¿Qué todo lo que puedes hacer
es cambiar su forma?
Eso
parece.
Pues
déjame que te diga que acabas de aprender el secreto de todo lo que vive y de
penetrar en la infinidad.
Ahora
tengo que hacerte una pregunta.
De
acuerdo...
¿Hay
algo que te haga pensar que la infinidad se da únicamente en una dirección?
De modo
que... igual que no hay límite por abajo, no lo hay por arriba...
No hay
arriba ni abajo, pero entiendo lo que quieres decir.
Si no
hay límite para lo pequeño, es que tampoco lo hay para lo grande...
Correcto.
Si no
hay límite para lo grande, es que no hay nada que sea lo más grande. Eso
significa, en último término, que ¡no hay ningún Dios!
O, tal
vez, que todo es Dios, y no hay nada que no lo sea.
Te lo
aseguro: YO SOY EL QUE SOY.
Y TÚ
ERES EL QUE ERES. No puedes no ser. Puedes cambiar de forma todo lo que
quieras, pero no puedes dejar de ser. Pero puedes dejar de saber Quién Eres; y,
de ese modo, experimentarlo sólo a medias.
Eso
sería el infierno.
Exactamente.
Pero no estáis condenados a él. No estáis relegados a él para siempre. Todo lo
que hace falta para salir del infierno - para salir del no “saber” - es saber
de nuevo.
Hay
muchas maneras y muchos lugares (dimensiones) donde poder hacerlo.
En este
momento, vosotros estáis en una de esas dimensiones. Según vuestra
interpretación, es la llamada tercera dimensión.
¿Hay
muchas más?
¿No te
he dicho ya que en Mi Reino hay muchos palacios? Si no fuera así, no te lo
habría dicho.
Entonces,
no hay infierno; al menos no realmente. Quiero decir: ¡no hay ningún lugar o
dimensión al que seamos condenados eternamente!
¿Qué
objetivo tendría?
Sin
embargo, tu límite es tu propia consciencia, puesto que tú - nosotros - eres un
ser auto-creado.
No
puedes ser aquello que no sabes que es tu Yo.
He ahí
por qué se te ha dado esta vida: para que puedas conocerte a ti mismo en tu
propia experiencia. Luego podrás concebirte a ti mismo como Quien Realmente
Eres, y crearte a ti mismo de ese modo en tu experiencia, con lo que el círculo
se completa de nuevo... aunque cada vez es mayor.
Así,
estás en proceso de crecimiento; o, tal como ya he indicado a lo largo de este
libro, de llegar a ser.
No hay
ningún límite para lo que puedas llegar a ser.
¿Quieres
decir que incluso puedo llegar a ser - ¿me atreveré a decirlo? - un Dios...
como Tú?
¿Tú que
crees?
No lo
sé.
Mientras
no lo sepas, no puedes. Recuerda el triángulo, la Santísima Trinidad:
espíritu-mente-cuerpo.
Concebir-crear-experimentar.
Recuerda, utilizando vuestra simbología:
ESPÍRITU
SANTO = INSPIRACIÓN = CONCEBIR
PADRE =
ORIGEN = CREAR
HIJO =
DESCENDENCIA = EXPERIMENTAR
El Hijo
experimenta la creación del pensamiento del Padre, el cual es concebido por el
Espíritu Santo.
¿Puedes
concebirte a ti mismo como siendo un Dios algún día?
En mis
momentos de mayor locura.
Bien,
pues te aseguro que ya eres un Dios. Lo que ocurre sencillamente es que no lo
sabes.
¿No he
Dicho Yo: “Vosotros sois Dioses”?
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