El cuerpo es un campo dinámico y vibrante de energía más allá de su forma material. El aura representada en la antigüedad como un halo de luz brillante y de múltiples colores alrededor del ser material, desafía las leyes de la física.
Al campo
de energía exclusivo de cada persona, que la rodea como una envoltura, se
accede desde una reserva universal que recibe diversos nombres, como fuerza
vital universal, prana, chi o Qi.
Esta
reserva de energía entra en el cuerpo a través de cada chakra y es transformada
por éstos en una cualidad particular, un sentido dominante y su correlativa
emoción. Los chakras actúan como una serie de válvulas de un sistema de riego
conectado a un grifo de agua por una manguera del jardín. Cuando se abre el
grifo, el agua fluye por el sistema, pero si hay un doblez en la manguera
(análogo a un bloqueo de la energía) o si algunas de las válvulas está
demasiado abierta, o demasiado cerrada, ello afecta al funcionamiento de todo
el sistema de riego.
El campo
de radiación al que llamamos aura, en combinación con nuestro ADN, forma
nuestro material genético combinado. Parece ser que mientras el ADN pasivo
mantiene nuestro código genético único, el campo bioelectromagnético transmisor
es capaz de modificarlo.
Los
antiguos sanadores creían que en el aura estaba la clave de los estados
espiritual, emocional, mental y físico de una persona. Hoy en día algunos
científicos no sólo respaldan esto, sino que afirman que este campo de energía
vibratoria, situado en capas alrededor del cuerpo físico como un conjunto de
muñecas rusas, se asemeja a la cinta magnética de una grabadora que almacena
información codificada sobre nuestra salud pasada, presente y futura.
Por ello al mantener un canal de energía abierto y fluido a través de nuestros chakras, liberándonos de nuestros traumas o bloqueos, evitamos el inicio de la enfermedad física. Una corriente de energía fluida y constante a través del sistema de chakras asegura un aura saludable, lo que a su vez indica que el cuerpo está libre de enfermedades.
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