Esta es la
historia de Cheng-hu que se encontraba perdido en un laberinto.
De la
cámara principal salían cincuenta caminos distintos. Le había llevado una semana
explorar nueve de ellos.
-A menos
que tenga suerte-se dijo-, moriré antes de encontrar el camino correcto.
No
terminaba de pensar en esto cuando se encontró con Shin-tzu. No se conocían
pero Cheng creyó que Shin era la respuesta a su ruego.
-Qué suerte
que te encuentro -dijo Cheng-, estoy perdido entre tanto camino. Tú podrás decirme
cual conduce a la salida.
-Yo también
estoy perdido-contestó Shin.
-Qué mala
suerte -se quejó el primero-, encuentro a alguien y no me sirve de nada.
-¿Por qué
dices que no te sirvo? – pregunta Shin.
-Dijiste
que estabas perdido... – contestó Cheng, como si fuera obvio su razonamiento.
-Me
imagino que habrás recorrido algunos caminos sin poder salir. Yo he recorrido
por mi parte doce caminos que no conducen a ninguna parte, juntos los dos
sabemos mucho más del laberinto que antes de encontrarnos y eso es
indudablemente mejor que nada.
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