Una
costumbre heredada de los pueblos celtas es la del árbol de Navidad. En sus
orígenes era un tronco que se quemaba la noche del solsticio de invierno, que
solía ser el 24 de diciembre. A esta festividad se la conocía con el nombre de
Yule.
Cuando
los celtas adoptaron esta tradición, recogían un leño y lo guardaban hasta que
unos días antes de Yule; lo adornaban con piñas, manzanas, acebo, hiedra y
otras plantas siempre verdes. Éste parece ser el origen de la costumbre de
adornar un árbol.
Después
de varios días adornado y colocado en un lugar de honor de la casa, para que
todos los habitantes pudieran tocarlo y dejarle golosinas, la noche del
solsticio se le prendía fuego y se guardaban sus cenizas, ya que se creía que
tenían poderes sanadores.
Las
costumbres de colgar coronas de acebo y muérdago en las puertas, las campanas y
los objetos de colores rojo y verde, también provienen de los celtas.
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