El Monte Sasta es un volcán dormido del norte de California, de donde emana una energía poderosa que atrapa a cualquiera.
Y no solo por el paisaje maravilloso de lagos
y bosques de pinos, sino por algo más que se respira en el ambiente.
Probablemente fue un santuario de la misteriosa Hermandad Blanca.
La montaña de los dioses
Desde
distintos lugares del mundo místicos y exploradores vienen a Shasta para
conectarse con esa energía que lo ha hecho célebre entre los centros de poder
más poderosos del planeta. Se dice que es una puerta dimensional a otra
realidad, una entrada al mundo subterráneo y un lugar iniciático para los
nuevos caminantes que se adentran en el misterio de la Hermandad Blanca. No
olvidemos que fue aquí donde Sister Thedra, luego de su estancia en Perú y
Bolivia con la presunta Hermandad de los Siete Rayos, funda su “Asociación
Sanat Kumara”. Mount Shasta fue el centro de operaciones de sus actividades por
“encargo” de los maestros invisibles que la guiaban. Además, otros grupos
espirituales también harían suya la montaña, hablando del volcán como
residencia de “Maestros ascendidos” o de una ciudad interna llamada Telos donde
la gente se casa y tiene hijos. ¿Qué de cierto hay en todo lo que se ha escrito
y dicho sobre Shasta? ¿Hasta dónde se confabula la realidad con la
fantasía?
Empero, lo que nadie pone en duda son los frecuentes fenómenos que rodean esta montaña de California. Se habla de la observación de brillantes luces en sus alrededores, de la impactante formación de nubes lenticulares sobre la cumbre nevada para algunos, un hecho sobrenatural o el reporte de los lugareños que afirman haber visto “hombres con túnicas blancas” caminando sigilosamente en la nieve. En el pueblo de Shasta es natural escuchar este tipo de historias que se remontan a varias décadas atrás. Historias que hablan de una humanidad subterránea viviendo bajo la montaña, descendientes de un mundo perdido al que algún escritor llamó Mu.
Mount
Shasta es el segundo pico más alto de los volcanes Cascade Range. Tiene 4.316
metros, y su cumbre buena parte del año muestra una blanca capa de nieve. Se
sitúa al norte del Estado de California, a 88 Km. al norte de Redding y 64 Km.
al sur de Yreka, dentro de una hermosa reserva natural llamada “Monte Shasta
Wilderness”, que a su vez pertenece al Shasta-Trinity National Forest.
Alrededor de seis horas toma el viaje en automóvil desde San Francisco hasta el
pueblo de Shasta, que se halla en las faldas de esta montaña.
Los
historiadores piensan que el nombre “Shasta” que hoy lleva el pueblo y la
propia montaña deriva de diferentes fuentes. Algunos creen que podría provenir
de la palabra rusa tshastal, que significa “blanco” o “puro”. Curiosamente, el
término francés chaste también significa “blanco”. Sin embargo, la raíz del
nombre se encuentra en realidad en un vocablo indígena: “Ieka”, que
significaría “Montaña Blanca”. En todos los casos el significado apunta al
simbolismo del color blanco, con su mensaje intrínseco de pureza y
espiritualidad. Además, “Shasta” ha sido reportado como el nombre de una tribu
india que en el año 1840 vivía en las cercanías de Yreka. Pero lo más probable
es que los indios se hayan llamado así en honor a la montaña.
Respecto a
su historia, sabemos que en 1817 un explorador español, Fray Narcisco Durán,
realizó el primer avistamiento de la montaña, a la cual llamó “Jesús María”.
Pero varios años después, en 1841, la expedición Wilkes la rebautizó como
“Shasty Peak”, publicando la primera ilustración que se conoce de la Montaña
Sagrada. Hoy en día todos la conocen como “Shasta”, nombre que se muestra en
los mapas de Estados Unidos desde 1850.
He
visitado repetidas veces la montaña. Y he pasado muchas noches de camping en
medio de sus bosques, especialmente en el área que se conoce como “Sand Flat”,
que también es elegida por los indios para hacer ceremonias y rituales. Puedo
dar fe de los avistamientos ovni que allí se reportan e, incluso, de la
aparición de siluetas muy brillantes, figuras humanoides que de pronto aparecen
en medio de la nada y luego, sencillamente, se desvanecen. Al pie de la
montaña, en el pueblo, un lugar de reunión de los visitantes que acuden a
Shasta es la librería esotérica “Soul Connection”; en ella se suele hablar de
estos fenómenos en medio de estantes de libros místicos, incienso y cristales
de cuarzo: el lugar perfecto para discutir sobre los seres de Shasta. Aunque también
debo decir que muchas veces esas charlas que se dan en el pueblo se deslizan,
inevitablemente, hacia una interpretación más “metafísica” del asunto. Ello se
debe a la importante influencia del grupo “I AM” (Yo Soy). Para ellos, las
siluetas blancas que se ven en Shasta corresponden a los Maestros ascendidos.
Lo más probable es que esas proyecciones de energía se hallen conectadas a las
actividades de la Hermandad Blanca, pero el asunto de los Maestros ascendidos y
Shasta como morada del Conde Saint Germain es otra cosa. No estoy en calidad de
cuestionar nada, pero si me llamó la atención las distintas informaciones que
uno puede recoger en el lugar. Por ejemplo: para la sensitiva canadiense
Aurelia Louise Jones, Shasta esconde la ciudad interna de Telos, siendo su
principal interlocutor el Maestro Adama que ella misma canalizaba. Para otros,
no obstante, Telos es una base extraterrestre camuflada bajo el volcán. A esto
hay que sumarle la versión de los lemurianos y la interpretación metafísica del
grupo Yo Soy, que halla su origen en un presunto encuentro de Mr. Guy W.
Ballard con el misterioso Saint Germain en la montaña en 1930. ¿Qué de todo
ello fue real? Quizá estemos ante un fenómeno que ha sido interpretado de
distintas formas; o, tal vez, hay algo de verdad en todo lo que se cuenta.
¿Los
hombres de blanco de Shasta son seres inmateriales, “maestros ascendidos”? ¿O
se trata de una humanidad intraterrestre?
En Shasta
se cree que los habitantes de la montaña le ofrecieron su ayuda a la Cruz Roja
norteamericana, durante la guerra de 1914-1918. También se dice que en el siglo
XIX compraron mercancías en los pueblos locales pagando con pepitas de oro (?).
Es decir, hay mil y un historias difíciles de probar.
Comoquiera
que sea, los fenómenos de Shasta, en su esencia, son reales, como los
avistamientos de ovnis o los resplandores sobre la montaña. ¿Qué clase de
fuerza puede generar semejantes mantos de luz? No pocos sugieren que el centro
de poder de Shasta, la propia energía telúrica que yace encerrada allí desde
sus lejanos tiempos de volcán activo, son los “destellos” que la gente ve
aparecer sobre la cumbre. Sin embargo, a pesar de que se le considera como un
volcán dormido, eventualmente brota de su cráter un pequeño penacho de humo.
Hay un caso curioso dentro de este
tema.
En abril
de 1972, James Hadauk, Irwing Lescer y William Schoner, estudiantes de geología
de la Universidad de Berkeley (California) treparon a la cima de la montaña y
comprobaron que el cráter no presentaba ningún signo de actividad. Es decir, en
aquellos años no se reportaban penachos de humo o sismos que hicieran sospechar
en un despertar del volcán. Pero la aventura de los universitarios no quedó
allí. Mientras descansaban en el cráter luego de la jornada de investigación,
poco antes de descender la montaña, los muchachos observaron con binoculares a
cinco hombres blancos, muy altos, de abundantes cabelleras onduladas, que
caminaban hasta desaparecer repentinamente detrás de un peñasco situado al pie
del durmiente volcán... ¿Quiénes eran aquellos hombres de blanco? Los
estudiantes de Geología quedaron impresionados y contaron su historia a su
regreso generando desconfianza.
A todo
esto hay que sumar las declaraciones del profesor Edgar Lucin Larkin ⎯antiguo director del
Observatorio del Monte Lowe, en California meridional⎯ quien, ayudado de un
potente telescopio, distinguió en lo alto de la montaña una “cúpula
resplandeciente, rodeada de construcciones”. El astrónomo defendió toda su
vida lo que vio sobre Shasta, publicando incluso sendos artículos en el San
Francisco Examiner. Pero para muchos es “imposible” la existencia de las
edificaciones de Larkin: el lugar ha sido peinado por más de un aventurero,
además ha sido mapeado y fotografiado por la Fuerza Aérea sin hallar ⎯oficialmente⎯ nada raro. No obstante
a ello, la experiencia de Larkin coincide mucho con la de otros tantos
testigos. Vieron algo que, en determinadas ocasiones, puede ser “revelado”: un
“templo etérico”.
Las ciudades de Luz
En el
mundo esotérico se habla de la existencia de múltiples planos y dimensiones. Un
hecho que hoy por hoy está siendo estudiado por la física cuántica. Pero una
cosa es hablar de partículas y ondas, y otra de entidades y ciudades de
energía.
Se dice
que algunos Maestros, debido a su avance espiritual y nivel de consciencia, no
mueren, sino que ascienden, transformándose en seres de energía que pueden
manifestarse y comunicarse en nuestro plano físico. Ello habría ocurrido con
Jesús. El Maestro de Galilea había ascendido en el sentido que le dan los
modernos metafísicos. Y ello puede ocurrir no solo con un individuo, sino con
una ciudad que es mutada hacia otra realidad por la vibración de sus
habitantes. Es lo que supuestamente ocurre con Shasta y otros centros de poder
en el mundo, como ERKS en la Argentina, un enclave en las sierras de Capilla
del Monte que solo puede ser “visto” en determinadas ocasiones como un reflejo
de la ciudad subterránea que yace oculta bajo el Valle de los Terrones y el hoy
mítico cerro Uritorco. Al igual que Mount Shasta, ERKS también ha sido
escenario de los mismos fenómenos, como avistamientos de ovnis y encuentros
cercanos con esos esquivos “hombres de blanco”.
Entonces,
¿las construcciones que vio el profesor Lucin Larkin sobre la cumbre de Shasta
fue una “proyección” de la ciudad intraterrena? Muy aventurado afirmarlo. Pero
posible. Al margen de la realidad física que esgrime el mundo subterráneo, hay
fenómenos vinculados con lo “interdimensional”, como vimos en Hayumarca en el
Titicaca.
Sobre los
Maestros ascendidos, como dije, no puedo asegurar nada, ya que nuestra
experiencia de contacto con los intraterrestres ha sido distinta. Pero sí hemos
recibido noticias sobre esa instalación bajo tierra que yace en el corazón de
la montaña desde tiempos antiguos. Así que, al margen de la interpretación de
Shasta como una ciudad ascendida, quizá se trate de una proyección holográfica
de la base que poseen los intraterrestres.
Lo más cercano que nos ha tocado experimentar con seres no físicos en Shasta es la aparición de una mujer de luz que, se piensa, sería la regente de la montaña. Se la conoce con muchos nombres, pero la apariencia es casi la misma: una joven de rubios cabellos, largos y lacios, piel blanca y mirada dulce. Habitualmente vestida de “luz blanca”, como si se tratase de una túnica brillante. ¿Quién es ella? ¿Y quiénes son, en definitiva, los seres de Shasta?
Arriba: recreación de uno
de los supuestos seres de Shasta: Adama. Se trata de una entidad masculina que
casi nadie ha visto físicamente, pero que se hizo popular en el mundo de la new
age debido a los textos de Telos y los mensajes que distintos
canalizadores en el mundo afirman recibir de él. ¿Realidad o el deseo de
creer?
Nuevamente
nos encontraremos cara a cara con el fantasma de los mundos perdidos.
Incluso,
la Orden Rosacruz AMORC de California, ha publicado un libro sobre Lemuria y su
conexión con Mount Shasta. Al margen de la confusión que suele haber entre
Lemuria y Mu, lo cierto es que el origen de los esquivos habitantes
subterráneos de Shasta se hallaría en tierras hoy hundidas en el océano
Pacífico.
Las
leyendas de los indios Hopi hablan abiertamente de Kasskara, ese mundo perdido
en el mar y que recuerda sospechosamente la historia de Mu. La conexión de esta
civilización prehistórica con el enigma de Mount Shasta es inquietante.
De acuerdo
a los Hopi, sobrevivientes del hundimiento de Kasskara fueron trasladados
a América en “escudos volantes” y “pájaros de fuego” por dioses cósmicos
llamados Katchinas, denominación que se puede traducir como “venerable, juez y
sabio”. Este dato es sorprendente ya que los propios Hopi ⎯actualmente afincados en una
Reserva Indígena de Arizona⎯ consideran a Shasta
como uno de los lugares donde “aterrizaron” los pájaros de fuego con los
supervivientes... Por si fuera poco, su relato también señala otros lugares
específicos donde descendieron los Katchinas, como el caso de una tierra
llamada “Tautoma”.
A decir
del gran investigador español ⎯ya desaparecido⎯ Andreas Faber-Kaiser,
el nombre sugiere la milenaria Tiahuanaco, en Bolivia. Una vez más, hallamos un
punto de conexión entre Monte Shasta y el Lago Titicaca. Gracias a
Josef F. Blumrich ⎯el ingeniero de la NASA que reconstruyó el esquema de la nave que vio y
describió en los textos bíblicos el profeta Ezequiel⎯, conocemos en buena parte
estas leyendas, que el científico norteamericano recopiló en su momento de
boca del mismísimo líder Hopi “White Bear” (Oso Blanco) en 50 horas de
conversaciones registradas en su grabador. Cuando uno se encuentra ante esas
fascinantes historias no puede evitar la pregunta de rigor: ¿Quiénes eran los
Katchinas? ¿Por qué los Hopi afirman que esos dioses venían de las Pléyades?
¿Acaso una civilización extraterrestre ayudó a los habitantes de Kasskara en su
éxodo hacia Shasta? Según Blumrich, los Katchinas eran seres físicos que necesitaron
de naves para desplazarse. No se trata de la figura etérea de un “dios”, sino
de cosmonautas.
Arriba: Petroglifos Hopi
que muestran a los Katchinas
Pues bien,
los supervivientes de Kasskara-Mu, ayudados por esos seres de las Pléyades
llamados Katchinas, se habrían refugiado en las entrañas de la montaña blanca
para depositar en ella los Anales Históricos de su civilización, como ha sido
la constante en otros puntos del mundo ante eventos similares. Es decir, Shasta
sería una inmensa bóveda subterránea con antiquísimos archivos y reliquias de
Mu y posiblemente otras civilizaciones perdidas.
Investigando
un poco estas informaciones, me encontré con el relato de un extraño hallazgo
sucedido en Shasta, un hecho que podría estar conectado con la historia Hopi.
En 1904, el geólogo J.C. Brown, de la Lord Cowdray Mining Company de Londres,
halló un túnel que se adentraba en el apagado volcán. Sin pensarlo demasiado,
intrigado, ingresó en él. Cuando tenía cerca de 5 km recorridos a través del
túnel, halló evidencias de explotación de cobre y oro, que según el geólogo no
tenía nada que ver con actividad reciente de minería. Parecía ser un trabajo
muy antiguo. Examinó ese sector y luego continuó por el túnel, que le llevó al
poco tiempo a una amplia galería, llena de objetos metálicos. Brown observó
allí estatuas de oro y un disco brillante de un color dorado.
¿El disco
de Mount Shasta? Inmediatamente después, halló unas planchas que también
parecían estar hechas en oro, y que mostraban símbolos similares a la escritura
egipcia. Pero ello no fue todo. Brown, además, encontró 27 esqueletos. Lo
extraordinario es que algunos de ellos llegaban a medir más de ¡tres metros!
Según Brown, dos de esos “gigantes” se hallaban “momificados”. No hay que
olvidar que años más tarde, exactamente en 1931, el Dr. M. Doreal afirmaría
haber accedido a esos pasillos secretos, aunque sólo habría visto las
estructuras, que a su parecer, eran de apariencia maya. A pesar de que el
estudio de J. C. Brown se extendió por más de treinta años, los investigadores
de Shasta suelen poner en duda su descubrimiento. Y la culpa la tiene el propio
Brown, pues no quiso finalmente guiar una expedición a las oquedades de Shasta
para mostrar su Galería de los Registros. Esta escena es muy similar a la que
enfrentó Juan Moricz 30 años más tarde cuando halló la Cueva de los Tayos. Al
igual que Brown en Shasta, Moricz encontró en la cueva del Ecuador una
biblioteca metálica y vestigios de una raza desconocida de gigantes. No puede
ser una casualidad… Además, el mensaje de los símbolos o ideogramas que se
pueden hallar en las rocas cercanas a estos lugares es sospechoso…
En casi
todos estos centros de poder se han encontrado esas “señales”. Por ejemplo,
cerca de Shasta, en el área de Castle Crags, se pueden observar unos curiosos
petroglifos que contienen ideogramas muy similares a los hallados en Pusharo
(Paititi, Perú) y la piedra de Chiviasa y de La Esperanza (Cueva de los Tayos,
Ecuador). Los petroglifos tienen un mensaje secreto que permitiría al iniciado
ingresar al mundo interno, como quizá ocurrió con Fawcett y su estatuilla de
basalto que se “perdió” con él en la selva del Roncador. Es decir, no es un
mapa de superficie el que se necesita, sino de los laberintos subterráneos,
construidos enrevesadamente a conciencia para cortarle el entusiasmo al
profano. No en vano, siempre cerca de un Retiro Interior, la Hermandad Blanca
ha dejado “pistas” en las paredes de roca para aquellos que las sepan
descifrar.
Los “hombres pequeños” de Shasta
En mis
primeros viajes a Shasta escuché el rumor de unos pequeños seres que
eventualmente se han dejado ver. La gente del lugar les llamaba los “Koening”,
término que acuñó una de sus principales testigos: Marianne Sharpe, una física
de la ciudad de Costa Mesa, California. Honestamente, no le di mayor
importancia en un primer momento. Había tantas historias sobre Shasta, que
pensé que esos supuestos seres pequeños eran parte del folklore esotérico que
ha tomado por asalto la montaña. “Lo que faltaba ⎯me decía⎯ ¡ahora también hay
gnomos en Shasta!”
La
experiencia de Sharpe, y la aparición de esas pequeñas criaturas, se me escapó
de las manos. También la historia que se narra en el “The Siskiyou Pionner”,
firmada por Alex J. Rosborough, en donde se cita el testimonio anónimo de un
hombre que, al mejor estilo de Brown y Doreal, halla una caverna en Shasta en
donde le recibe un grupo de “hombrecillos” que le entregan una piedra mágica.
Sharpe también hacía alusión a unas piedras de color verde brillante que se
hallan en el mundo subterráneo y que los Koening pueden extraer.
¿Tiene
esta historia alguna conexión con la leyenda de Hayumarca o la piedra verde que
mostraba Alcir en su casco?
Arriba: Una fotografía de
los encuentros-taller que suelo realizar todos los años al pie de Mount Shasta
(Cortesía; Raúl Domínguez).
En 1953,
Umberto V. Orsi escribía en la Fate Magazine sobre unos círculos de piedra
cerca de Shasta que han sido escenario, también, de la aparición de esos seres
pequeños. El lugar se conoce como “Siskiyou Stone Circles”, una caprichosa
formación geológica para los escépticos, y un supuesto vórtice que conecta con
otra realidad para los místicos. Como sea, uno de los lugares preferidos por
los pequeños seres de Shasta que a decir de los nativos americanos, son los
guardianes de los túneles. Nunca me imaginé que de dudar en un principio de
estas historias, pasaría a ver, más tarde y con mis propios ojos, a esas
bondadosas criaturas del mundo subterráneo. Ello sucedería en la Cueva de los
Tayos. Allí empecé a comprender el trascendental rol de esos seres en el gran
puzzle intraterrestre que une la historia de la piedra verde de los Andes y el
origen de los discos solares.
Por lo pronto, Shasta es uno de los lugares clave para comprender nuestra historia cósmica, y acariciar el recuerdo de esas civilizaciones perdidas que incomodan a más de un arqueólogo.
Arriba: apariciones ovnis
captadas por nuestros grupos de contacto de California.
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