Método diagnóstico utilizado por los adivinos mexicanos para conocer el origen de la enfermedad y el tratamiento requerido para curarla. Además, se utiliza para conocer el estado del tiempo y averiguar el paradero de personas extraviadas, así como para predecir el futuro.
Es un
procedimiento practicado por un gran número de grupos indígenas: nahuas,
huastecos, mazatecos, tzotziles, tlapanecos y purépechas. Existe una gran
variedad de técnicas, pues algunas etnias usan granos de diferentes colores,
otras tiran los maíces sobre un lienzo blanco, y otras más los arrojan a una
palangana que contiene agua. Suelen emplear diferente número de granos: por
ejemplo, los mixes disponen de dieciocho, los zapotecos de cuatro a cien y los
tlapanecos de veintidós a cuarenta o sesenta granos. Una vez seleccionados, los
granos de maíz adquieren una virtud especial y se guardan en bolsas para ser
utilizados en los rituales terapéuticos. Generalmente, el sortilegio se realiza
frente a altares, que son preparados por los adivinos al mismo tiempo que
pronuncian plegarias y oraciones.
Entre los
nahuas del norte de Veracruz, con granos de maíz el adivino predice el futuro,
diagnostica las causas de la enfermedad y determina su tratamiento. El
procedimiento se realiza en casa del adivino, frente a su altar. Sobre un
lienzo blanco desplegado en el suelo, dispone en uno de los extremos, una
hilera de monedas intercaladas con pequeños objetos de origen prehispánico, pueden
ser figuras de barro, cabezas de hacha u otros. En el extremo opuesto forma
otra hilera con cristales y espejos. Una vez acomodados los objetos, el adivino
utiliza catorce granos de maíz; los sahuma y canta a los espíritus del monte
para que lo guíen.
Después
lanza los granos y observa su distribución en el piso: cuando caen tres
semillas juntas, indica que la enfermedad es causada por el fogón de la casa;
en el caso de que seis granos se agrupen formando un círculo, se verifica que
el padecimiento tuvo su origen en un manantial; si caen en forma de cruz, el
extremo más largo suele indicar la dirección de proveniencia de la enfermedad.
También se interpretan otro tipo de lecturas: por ejemplo, de acuerdo con el
número de granos que caen cerca de uno de los cristales, los espíritus están
indicando el número de gallinas que se deben sacrificar en el ritual curativo;
cuando caen tres granos cerca de una de las monedas es señal de que la
enfermedad fue provocada por brujería.
Para los
huastecos, cualquier enfermedad prolongada, accidente o infortunio puede
interpretarse como resultado de la brujería, por lo que se recomienda consultar
a un adivino para averiguar quién ha sido el causante del maleficio. El
especialista coloca un vaso de agua frente al enfermo y arroja granos de maíz
rojo de uno en uno, a la vez que el paciente pronuncia diferentes nombres de
enemigos suyos. Si alguna de las semillas flota al momento de pronunciarse el
nombre de un posible agresor, el adivino confirmará que esa es la persona que
mandó la enfermedad.
En la
comunidad mazateca de Ojitlán, Oaxaca, el especialista adivina, en casa del
enfermo, la clase de malestar que éste padece. Extiende una manta en el suelo y
coloca sobre ella algunas figuras de barro, monedas antiguas que lleva consigo,
además de dos gallinas, flores, aguardiente y un puño de granos de maíz,
proporcionados por los familiares. Se hinca delante del doliente y entona
plegarias al "rey de los animales", encarnado en las figuras de barro
antes mencionadas. Después, toma un buche de aguardiente y lo asperja sobre
aquéllas, repitiendo esta acción tres veces. Con las dos manos toma los granos
de maíz y los sacude, a la vez que pronuncia unas oraciones, para luego
arrojarlos sobre las figuras. Se sienta y observa la forma en que cayeron: si
se ordenaron en hilera, el enfermo deberá guardar cama durante mucho tiempo; si
forman un cuadrado, es indicio de una muerte probable.
En
Soyaltepec, Oaxaca, el terapeuta utiliza veintidós granos extraídos de una
mazorca que contiene doce carreras: a diez les saca dos granos y a las dos
restantes, un grano a cada una. Para elaborar su diagnóstico coloca una sábana
sobre el suelo, toma los granos con las manos y los arroja sobre ella: si una
semilla cae parada y otra apunta hacia el este, el enfermo sanará; si uno o dos
maíces caen de canto, el paciente seguirá enfermo; si acaso algunos se enciman,
con el corazón hacia abajo, la persona se agravará; y cuando un grano queda en
medio y rodeado de otros, pronto morirá.
Para los
mazatecos, un susto es cualquier enfermedad que se manifiesta de manera
repentina, síndrome que adquiere diversas modalidades. Mediante la adivinación
con granos de maíz, el terapeuta puede determinar el tipo de espanto que sufre
el paciente; es decir, si se cayó de alguna bestia, de un árbol, en las aguas
de un río, o si lo espantó un perro, una culebra, etcétera. Por ejemplo, el
curandero asienta en el suelo, frente al altar, un petate y sobre él extiende
una manta blanca. Toma cuarenta maíces y los sahuma con copal para
purificarlos. Después los avienta sobre la manta y observa los patrones
resultantes. Repite esta acción tres veces y, simultáneamente, invoca a los santos.
Las constelaciones formadas por los granos indican el lugar donde el enfermo se
asustó y perdió su alma. Sigue arrojando el maíz para así guiar el regreso de
la entidad anímica al cuerpo del doliente.
Métodos
similares utilizan los zapotecos y mixes, grupos también oaxaqueños, salvo que
los primeros realizan sus adivinaciones con cincuenta y dos maíces, y en lugar
de sahumarlos, les soplan su aliento.
Entre los
tlapanecos de Guerrero, la adivinación con granos de maíz se realiza a manera
de interrogatorio, donde los resultados del procedimiento indican un sí o un
no. El especialista coloca sobre el suelo un montón de sesenta semillas y lo
divide en dos pilas; en cada una cuenta los granos de dos en dos. Si los
montones son impares, quedando sólo un grano en cada lado, la interpretación es
afirmativa; si por el contrario, los dos son pares, la lectura es negativa.
Entre los
tzotziles de Zinacantán, Chiapas, si el h'ilol, después de pulsar al enfermo,
determina que el padecimiento se debe a la pérdida de algunas de las partes de
la entidad anímica llamada ch'ulel, recurre a este tipo de adivinación para
conocer cuáles de ellas tiene que restituir. Utiliza trece granos de maíz
blanco, trece de maíz amarillo, trece de maíz rojo y trece de maíz negro. Los
arroja en un recipiente que contiene agua salada, siguiendo el orden antes
mencionado. Observa enseguida cuántos de ellos flotan, pues éstos son
indicativos del número de partes que ha perdido el ch’ulel.
Este tipo
de lectura data de tiempos prehispánicos. Quien la ejercía era el adivino,
atlanteitlaqui, a quien se consultaba para conocer la causa de la enfermedad, y
la duración y manera de curarla, así como para determinar malos sucesos, el día
propicio para sembrar, cosechar e, incluso, para saber si una persona debía
casarse. Existían diversas variantes del método: fuera arrojando los maíces e
interpretando los patrones resultantes; o bien, echándolos en un recipiente con
agua y estudiando sus movimientos y su propensión a flotar o sumergirse.
Hoy en día, aun muchos pueblos indígenas de
México leen el futuro lanzando granos de maíz. La adivinación por los granos de
maíz es similar a la lectura del tarot: los granos forman un patrón determinado
y los resultados se interpretan de acuerdo con una combinación simbólica de las
partes. El método podría llamarse boleomancia (del griego, bole, “lanzar”).
Dentro de las culturas mexicas se conocen decenas de técnicas para prácticas
mánticas con maíz, y la mayor parte de este conocimiento proviene de códices
como el Borbónico, el Tudela y el Magliabechiano.
En el México moderno, los pueblos nahua,
huasteco, mazateco, tzotzil, tlapaneco y purépecha a los que se podrían sumar
los pueblos mixe, zapoteco y yucateco, siguen practicando este tipo de adivinación.
La variedad de técnicas se puede explicar porque muchas etnias usan granos de
diferentes colores, unos arrojan el maíz sobre un lienzo blanco y otros lo tiran
a un recipiente grande lleno de agua.
También suelen usar diferentes cantidades de
granos: por ejemplo, los mixes echan 18, los zapotecas entre cuatro y 100 y los
tlapanecos echan de 22 a 40 o incluso 60 semillas. Una vez seleccionados, los
granos de maíz adquieren una virtud especial y, como ya hemos comentado, se
almacenan en bolsas para su uso en rituales terapéuticos. Hoy en día se siguen
realizando los hechizos delante de un altar, y los siguen dirigiendo las
oraciones y súplicas pronunciadas por los adivinos.
En un formidable estudio, la Dra. Yolotl González
Torres detalla los diferentes tipos de adivinación con granos de maíz y su uso
en las culturas mesoamericanas. Aprendemos, por ejemplo, que las diversas
técnicas se pueden dividir en dos grandes categorías:
1. Adivinación por los granos de maíz en seco
Al contar los granos, los números variables
determinarán cómo se lleva a cabo la adivinación, y el maíz también puede
arrojarse con semillas o incluso con objetos como cristales o fragmentos de
artefactos arqueológicos.
2. Adivinación por los granos de maíz en el agua
La lectura aquí está determinada por si los
granos flotan o se hunden. La adivinación del agua puede cubrir prácticamente
todos los aspectos de la vida, por ejemplo, para encontrar objetos perdidos o
extraviados, pero se confía especialmente en ella para diagnosticar
enfermedades y recomendar curas o procesos de curación.
La misma selección de los granos utilizados
también puede ser importante. Las mazorcas específicas se guardan solo para ese
propósito y estas pueden ser las más gordas, las que tienen un número específico
de filas de granos, las de colores específicos, etc…
Lo fascinante de estas prácticas, que
aparentemente nunca se perderán mientras el maíz crezca en los campos, es el
importante papel que juega no solo en los mitos, la comida y la identidad
mexica, sino también en la incertidumbre que ha inquietado a los hombres desde
la antigüedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario