En cierta medida, todos nos enamoramos de imágenes. Llevamos esas
imágenes dentro de nosotros, esperando encontrar su equivalente en el mundo
externo.
Por lo general buscamos a alguien para reflejar nuestra propia imagen o
para repararla. Un tipo de amor busca un espejo, mientras que el otro trata de
encontrar una pieza faltante.
En ambos casos hay una sensación subyacente de necesidad. Al sentirnos
incompletos tratamos de reforzar nuestras carencias a través de otra
persona.
“Si deseas sentir el amor tal como lo siente Dios, debes llenar todos tus
vacíos, porque Dios solamente puede amar a partir del estado de plenitud”,
aconsejaba Merlín. Ser el amante perfecto implicaría no tener ninguna debilidad
o herida secreta que queramos que alguien nos remiende.
El primer paso es indagar cuáles son nuestros vacíos y el segundo es
llenarlos con el Ser o la esencia. Este proceso suele denominarse aprender a
amarnos a nosotros mismos, aunque hay que tener cuidado con ese término. Muchas
veces se lo toma como sinónimo de aprender a amar la imagen que cada uno tiene
de sí mismo. A los ojos del mago, la imagen de uno mismo no es otra cosa que el
ego; es la negación tras la cual se oculta el vacío de nuestras carencias.
Sería más acertado decir que el verdadero proceso de aprender a amarnos a nosotros
mismos es aprender a amar nuestro Yo, es decir, nuestro espíritu.
Fuente:Deepak Chopra
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