Reflexión sobre el acto de morir y las consecuencias que ello tiene
en el entorno de la persona fallecida.
AFRONTAR EL DOLOR
Vivimos
en una sociedad que busca la anestesia emocional. No la queremos, la
reclamamos; la llamamos, la exigimos con pavor: Acudimos al centro de urgencias
para que sea el médico quien nos resuelva este mal tan sufridor e inaguantable
que tenemos dentro, un mal que no entendemos, que no queremos, y que no hemos buscado…
necesitamos anestesiarlo, con la dosis mayor de hipnóticos, sedantes, o lo que
sea… anestesiarlo sin afrontar al mismo… porque afrontarlo supone más dolor…
Pero también supone responsabilidad, esfuerzo, y estima hacia nosotros mismos.
Los conflictos que no se resuelven, quedan dentro de nosotros de forma latente,
y van reapareciendo con más fuerza, pudiendo incluso, provocar enfermedades. Y
eso está claro: la psicomatitzación no es más que la expresión física de los
conflictos emocionales no resueltos.
OCULTAR EL SUFRIMIENTO A
LOS NIÑOS
Queremos
enseñar a nuestros hijos lo mejor de la vida pero borrando lo que no nos gusta,
lo desdibujamos, lo sacamos del presente. Les hemos enseñado que todo tiene
solución… y nadie les ha hablado de que en la realidad no es así. Nadie les ha
enseñado a sufrir, a gestionar la tristeza, que no es más que otro sentimiento.
Y que siento deciros, señores míos… no es una depresión… Se trata de un
malestar emocional. Y lo tratamos como estamos acostumbramos desde pequeños a
“borrar” el malestar físico: el niño cae, llora, y corriendo le damos “Dalsy” y
le decimos: “no llores niño, no llores “. Cuando lo correcto sería decir: “sí
cariño, duele, y duele un rato, pero luego pasará, y la madre / padre /
abuelo-a te ayudará”. De la misma forma, queremos borrar el malestar emocional,
y esto no funciona así.
ENSEÑAR QUE NOS PUEDE
PASAR
Con
la muerte, con la pérdida de salud, ni los padres, ni los profesores, ni los
médicos, ni siquiera el dinero, pueden hacer nada… y entonces se inicia el
conflicto.
Los
adolescentes no pueden utilizar completamente el razonamiento lógico porqué
todavía no lo tienen estructurado del todo a nivel cerebral, sus conexiones son
inmaduras, y muchas de las situaciones de riesgo que se dan en la adolescencia
están relacionadas con este hecho. El “pensamiento mágico” y de
“invulnerabilidad: a mí no me pasará”, les acompañará hasta la etapa adulta… y
por mal que me sepa decirlo, continuará presente en muchos adultos inmaduros o
adultos-adolescentes. Por eso hay que aprovechar estos momentos… para desmontar
este falso sentimiento que entre todos hemos creado.
IGNORAR EL SUFRIMIENTO ES
APLAZAR LOS CONFLICTOS
La
sociedad, los padres, no han hecho más que empeorar la situación de
invulnerabilidad, pensando que borrando el sufrimiento del escenario perfecto
que han dibujado por sus hijos les favorece.
Nada
más lejos de la realidad, es triste ver como hemos perdido el norte como
educadores, como padres, como sociedad… es triste ver, cómo hablar de
sentimientos supone un esfuerzo tan grande en todos nosotros… Como los
sentimientos se aplazan, como los conflictos emocionales se apartan (pero no se
resuelven) por qué son molestos. Como tratar de la muerte, un proceso tan
natural, como la vida misma, supone un problema para esta generación.
Un
generación que vive totalmente desvinculada del sufrimiento real de la sociedad,
donde la muerte significa “game over”, y sólo es un videojuego donde “nunca me
pasará a mí”, donde todo es ciencia-ficción… hasta que llega el momento y nos
salpica con todo lo que conlleva enfrentarse a la realidad, donde yo como
adolescente veo “que también me puede pasar a mí”.
HABLAR SOBRE LA MUERTE
Es importante reflexionar sobre esto, hablarlo con nuestra familia y no
olvidar que la muerte no es más que la continuidad de nuestra vida o, mejor
dicho, para algunos puede suponer el fin de esta, para otros la próxima fase…
por eso existen las leyes metafísicas y las creencias religiosas. Por muy traumática que pueda ser, por muy trágica, por muy
dolorosa, la muerte está presente en todos nosotros desde que nacemos. Y para todos nosotros, absolutamente para todos, es igualmente
trágica y dolorosa, porque ninguno de nosotros está exento del sufrimiento humano.
Los
padres como educadores no podemos perder de vista que si no nos planteamos nuestra
propia muerte, difícilmente podremos ayudar a entender o a hablar de la misma. Si nosotros mismos no trabajamos nuestro interior, los conflictos, los duelos que
nos van acompañando a lo largo de la vida, difícilmente podremos hablar con nuestros hijos, alumnos, pacientes, o a quien sea, del
significado de la muerte.
Antes
los curas, la iglesia tenía asumida este papel. Hoy en día, estos chicos ni
siquiera tienen eso. Y la familia, evidentemente contribuye a la anestesia
general del sufrimiento, e ignora que la muerte pueda llamar alguna vez la
puerta de su casa, como si la ciencia lo soluciones todo o como si el dinero
pueda comprar la vida.
ACEPTAR EL SUFRIMIENTO
Ahora
nadie puede hablar de la muerte, por qué “pobrecitos, estas cosas no se deben
hablar…” o “ahora no toca”. Sobre la muerte, la enfermedad, se puede hablar en
cualquier momento, siempre y cuando sea el indicado. Y siempre que se haga desde
el corazón.
Es importante reflexionar sobre estas palabras, porque continuamente vivimos situaciones realmente difíciles, siempre en una sociedad en “crisis”, en la “crisis del
dinero”, donde diariamente vemos duelos, por la pérdida del trabajo,
por el divorcio, por la entrada en la menopausia o por la jubilación.
No existen claves para no sufrir, no se puede enseñar a hablar de la muerte,
pero tampoco es necesario acudir a “expertos en conflictos de muerte”,
porque no estamos hablando de algo patológico sino que deberíamos de integrarlo
dentro del proceso vital de cada uno de nosotros y permitirnos hablar desde el
corazón abiertamente. Reflexionemos y mejor aún, aceptemos.
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