La tribu de los Toltecas era conocida en todo el
sur de México y hace miles de años, como «mujeres y hombres de conocimiento»
que no tenían dudas a la hora de dialogar con su propio corazón; algo que hoy
en día, lamentablemente está bastante en desuso.
Los antropólogos han definido a los toltecas como
una nación o una raza, pero, de hecho, eran científicos y artistas que formaron
una sociedad para estudiar y conservar el conocimiento espiritual y las
prácticas de sus antepasados. Formaron una comunidad de maestros (naguales) y
estudiantes en Teotihuacán, la ciudad de las pirámides en las afueras de la
Ciudad de México, conocida como el lugar en el que «el hombre se convierte en
Dios».
A lo largo de los milenios los naguales se vieron
forzados a esconder su sabiduría ancestral y a mantener su existencia en
secreto. La conquista europea, unida a un agresivo mal uso del poder personal
por parte de algunos aprendices, hizo necesario proteger el conocimiento de
aquellos que no estaban preparados para utilizarlo con buen juicio, o que
hubieran podido usarlo mal intencionadamente para obtener un beneficio
personal.
Por fortuna, el conocimiento Universal tolteca fue
conservado y transmitido de una generación a otra por distintos linajes de
naguales. Aunque permaneció oculto en el secreto durante cientos de años, las
antiguas profecías vaticinaban que llegaría el momento en el que sería
necesario devolver la sabiduría a la gente. Ahora y en este tiempo, estos
secretos y conocimientos escondidos al ser humano, son revelados para ayudar a
formar la CONSCIENCIA y el espíritu de los Hombres y Mujeres de este planeta
Tierra.
La
domesticación y el sueño del planeta.
¿Son las cosas como las vemos y como las sentimos, o
básicamente interpretamos lo que nos han enseñado a interpretar?
Para la milenaria cultura Tolteca, la “realidad” que
asumimos socialmente no es más que un sueño colectivo, el sueño
del planeta. Desde el momento mismo de nacer, interpretamos la realidad
mediante acuerdos, y así, acordamos con el mundo adulto lo que es una mesa y lo
que es un vestido, pero también lo que “está bien” y lo que “está mal”, e
incluso quiénes somos o cuál es nuestro lugar en el mundo (en la familia, en
clase, en el trabajo). A este proceso se lo denomina domesticación.
“La domesticación es tan poderosa que, en un
determinado momento de nuestra vida ya no necesitamos que nadie nos domestique.
No necesitamos que mamá o papá, la escuela o la iglesia nos domestiquen.
Estamos tan bien entrenados que somos nuestro propio domador. Somos un animal
auto-domesticado”.
El
juez y la víctima.
En el transcurso de este aprendizaje incorporamos en
nuestra propia personalidad al juez y a la víctima.
El juez representa esa tendencia en nuestra mente
que nos recuerda continuamente el libro de la ley que gobierna nuestra vida –lo
que está bien y lo que está mal-, nos premia y, más frecuentemente, nos
castiga. La víctima es esa parte en cada persona que sufre las exigencias de su
propio juez interior. Sufrimos, nos arrepentimos, nos culpabilizamos, nos
castigamos por la misma causa una y otra vez, cada vez que el recuerdo nos pasa
factura. Y como consecuencia del propio sistema, el miedo se instaura en
nuestra vida.
El miedo y las auto-exigencias son los peores
enemigos de nuestro pensamiento, y por ende, de nuestra vida. Durante el
proceso de domesticación nos formamos una imagen mental de la perfección, lo cuál
no está mal como camino marcado a seguir. “El problema es que como no somos
“perfectos” nos rechazamos a nosotros mismos. Y el grado de rechazo depende de
lo efectivas que han sido las personas adultas para romper nuestra integridad”.
Si el libro de la ley que gobierna nuestra vida
(nuestra moral, nuestra lógica, nuestro “sentido común”) no cumple sus
objetivos, que en su base fundamental consistiría en hacernos seres humanos
felices y en armonía, es porque evidentemente éste no funciona. Y como no
funciona hay que cambiarlo. Y ello lo hacemos revisando nuestros acuerdos
(nuestra interpretación incuestionable, nuestro sistema de valores),
desenmascarando los que no valen y sustituyéndolos por otros.
LOS CUATRO ACUERDOS
Primer
Acuerdo – Sé impecable con tus palabras.
Las palabras poseen una gran fuerza creadora, crean
mundos, realidades y, sobre todo, emociones. Las palabras son mágicas: de la
nada y sin materia alguna se puede transformar lo que sea. El que la utilicemos
como “magia blanca” o como “magia negra” depende de cada cual.
Con las palabras podemos salvar a alguien, hacerle
sentirse bien, transmitirle nuestro apoyo, nuestro amor, nuestra admiración,
nuestra aceptación, pero también podemos matar su autoestima, sus esperanzas,
condenarle al fracaso, aniquilarle. Incluso con nuestra propia persona: las
palabras que verbalizamos o las que pensamos nos están creando cada día. Las
expresiones de queja nos convierten en víctimas; la crítica, en jueces
prepotentes; un lenguaje machista nos mantiene en un mundo androcéntrico, donde
el hombre es la medida y el centro de todas las cosas, y las descalificaciones
auto-victimistas (pobre de mí, todo lo hago mal, qué mala suerte tengo) nos
derrotan de antemano.
Si somos conscientes del poder de nuestras palabras,
de su enorme valor, las utilizaremos con cuidado, sabiendo que cada una de
ellas está creando algo.
“Utiliza las palabras apropiadamente. Empléalas para
compartir el amor. Usa la “magia blanca” empezando por ti. SÉ IMPECABLE CON LAS
PALABRAS”.
Segundo
Acuerdo – No te tomes nada personalmente.
Cada cual vive su propia película en la cual es
protagonista. Cada cual afronta su propia odisea viviendo su vida y resolviendo
sus conflictos y sus miserias personales. Cada cual quiere sobrevivir el
sueño colectivo y ser feliz. Y cada cual lo hace lo mejor que puede dentro de
sus circunstancias y sus limitaciones.
Las demás personas sólo somos figurantes en esa
película que cada cual hace de su vida, o a lo sumo personajes secundarios. Si
alguien me insulta por la calle (o yo lo percibo así) con casi toda seguridad
no tiene nada o muy poco que ver conmigo; es simplemente su reacción a algo que
está pasando fuera (un mal día con su pareja o en el trabajo, una discusión con
su hija), o más probablemente dentro (preocupaciones, ansiedad, frustración,
impaciencia, una gastritis o un dolor de cabeza).
La impaciencia o las exigencias de tu pareja, de la
vecina del rellano o de la cajera del supermercado, las críticas de tu hijo o
en el trabajo, nada de eso es personal. Cada cual está reaccionando a su propia
película.
Hay mucha “magia negra” fuera, lo mismo que la hay
dentro de ti mismo, o de mí. En cualquiera, en algún momento de su vida, en
algún momento del día. Todo el mundo somos “depredadores emocionales” alguna
que otra vez.
“Tomarse las cosas personalmente te convierte en una
presa fácil para esos depredadores, “los magos negros”… Te comes toda su basura
emocional y la conviertes en tu propia basura. Pero si no te tomas las cosas personalmente
serás inmune a todo veneno aunque te encuentres en medio del infierno”.
Comprender y asumir este acuerdo nos aporta una
enorme libertad. “Cuando te acostumbres a no tomarte nada personalmente, no
necesitarás depositar tu confianza en lo que hagan o digan sobre ti las demás
personas. Nunca eres responsable de los actos o palabras de las demás personas,
sólo de las tuyas propias. Dirás “te amo” sin miedo a que te rechacen o te
ridiculicen”. Siempre puedes seguir a tu corazón.
Respecto a la opinión ajena, para bien o para mal,
mejor no depender de ella. Ésa es otra película. NO TE TOMES LAS COSAS
PERSONALMENTE.
Tercer
Acuerdo – Nunca hagas suposiciones.
Tendemos a hacer suposiciones y a sacar conclusiones
sobre todo. El problema es que al hacerlo creemos que lo que suponemos es
cierto y montamos una realidad sobre ello. Y no siempre es positiva o está
guiada por la confianza o el amor, sino más frecuentemente por el miedo y
nuestra propia inseguridad.
Deduzco que alguien se ha enfadado conmigo porque no
respondió a mi saludo al cruzarnos y mi mente organiza toda una realidad sobre
eso. Y se rompen puentes entre la otra persona y yo, difíciles de salvar. Lo
mismo con nuestra pareja, con la vecina, con la escuela. Creamos realidades en
base a comentarios o elementos sueltos (cuando no en base a chismes malintencionados).
“La manera de evitar las suposiciones es preguntar.
Asegúrate de que las cosas te queden claras… e incluso entonces, no supongas
que lo sabes todo sobre esa situación en particular”. En última instancia y si
te dejas guiar por la buena voluntad, siempre te queda la confianza… y la
aceptación.
Nunca nada que pasa fuera es personal. Pero en
cualquier caso, NO SAQUES CONCLUSIONES PRECIPITADAMENTE.
Cuarto
Acuerdo – Haz siempre tu mejor esfuerzo.
El cuarto y último acuerdo permite que los otros tres
se conviertan en hábitos profundamente arraigados: haz siempre lo máximo y lo
mejor que puedas. Siendo así, pase lo que pase aceptaremos las
consecuencias de buen grado. Hacerlo lo mejor posible no significa que tú y yo
tengamos que hacerlo de la misma manera, ni siquiera que mi respuesta en estos
momentos sea la misma que en otro que me siento cansada, o no he dormido bien,
o me siento llena de amor y confianza y tremendamente generosa. Se podría decir
que en cada momento de nuestra vida somos diferentes, en unas circunstancias y
con unas limitaciones concretas. A veces podemos responder a lo que
interpretamos como una “provocación” con una sonrisa irónica o divertida, con
sentido del humor, o con una carcajada retadora, o incluso a gritos. Pero
siempre podemos intentar ser impecables con la palabra, no tomárnoslo
personalmente y no sacar conclusiones precipitadas… dentro de nuestras
limitaciones físicas, anímicas y en general, de cada momento. Si lo intentamos,
de la mejor manera que podemos, ya es suficiente.
“Verdaderamente, para triunfar en el cumplimiento de
estos acuerdos necesitamos utilizar todo el poder que tenemos. De modo que, si
te caes, no te juzgues. No le des a tu juez interior la satisfacción de
convertirte en una víctima. Simplemente, empieza otra vez desde el principio.”
Con la práctica será cada vez más fácil hasta que,
sorpresa, la identificación es prácticamente completa y los cuatro acuerdos
forman parte de nuestra manera de ser. Simplemente somos así.
Sin duda nuestra vida será más sencilla y
satisfactoria, para nosotros mismos y para las demás personas que nos rodean.
En este ENLACE a mi Biblioteca encontrarás mayor información al respecto.
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