Sabias
palabras de Ramtha, uno de mis guías preferidos. Con Él comparto muchas de las
enseñanzas que me son transmitidas a través de mis propios Guías y Maestros.
Espero que os agrade.
«Yo estoy aquí para decirte que se te ama incluso
más allá de lo que entiendes que es el amor, pues siempre se te ha visto como
un Dios que lucha por entenderse a sí mismo. Y de cada experiencia de todas tus
vidas, has adquirido conocimiento, sabiduría; has dado algo al mundo, has
añadido algo a la virtud de la vida que se despliega.»
Ramtha.
En tus
aventuras dentro de la exploración del pensamiento, has elegido expresarte a
través de la forma celular llamada humanidad, para poder aprender todo lo que
hay por aprender sobre la experiencia humana, sobre Dios viviendo en la forma
limitada llamada materia. Esta experiencia es necesaria para la completa
comprensión de Dios. Pues, ¿cómo puedes entender lo ilimitado hasta que no
hayas experimentado y entendido la limitación? ¿Cómo puedes entender la
totalidad de ti mismo, el Dios que tú eres, hasta que no experimentes y abraces
la totalidad de lo que Dios es, desde la expansión salvaje del pensamiento puro
hasta llegar a la restricción de la materia? ¿Cómo puedes entender la alegría,
la libertad y el siempre jamás, hasta que no experimentes la tristeza, la
limitación y la ilusión de la muerte?
Aunque
juegas tus juegos e ilusiones con una gran y terrible seriedad, el único motivo
por el que están ahí es para enseñarte, para expandirte, para iluminarte, para
ayudarte a entenderte. Esta vida es simplemente una plataforma sobre la cual
jugar tus juegos y experimentar tus ilusiones para obtener el premio mayor de
la vida: la sabiduría.
¿Qué es
la sabiduría? Es un maravilloso tesoro que pertenece totalmente al Dios dentro
del hombre; un tesoro que se acumula en el alma del hombre. La sabiduría es el
cúmulo de emociones adquiridas mediante todas tus aventuras en el reino de
pensamiento llamado Dios, y es lo único que te llevas contigo cuando abandonas
este lugar. ¿Crees que te llevas tus magníficas ropas, o tus grandes mansiones,
o tus veloces automóviles? ¿Qué crees que te llevas contigo? Te llevas lo que
eres: todas tus emociones adquiridas durante tu camino en el principio llamado
vida. La emoción es precisamente de lo que se trata esta vida.
Todo lo
que la humanidad ha aprendido a través de la tiranía y la restricción de los
mandatos religiosos y gubernamentales —a través de la separación y degradación
entre las razas, la separación entre el hombre y la mujer, entre hermano y
hermano— se ha llevado a cabo degradando a Dios hasta quizás la más baja de las
decadencias. Sin embargo, no hubieras sabido lo que se siente al vencer a otro
en la batalla, al negar la libertad al prójimo o al degradar a la mujer por
debajo del hombre, si no hubieras experimentado todas esas cosas. No habrías sabido
emocionalmente estas cosas si primero no te hubieras convertido en el creador
que las soñó hasta hacerlas realidad y luego, intencionalmente, vivió el sueño.
Con todo, al vivirlas vida tras vida y momento a momento, se han convertido en
una realidad tan firme que la mayoría se han vuelto neuróticos, inseguros y
totalmente perdidos en el sueño.
Y te
preguntas: «¿Dónde está este Dios que permite a la humanidad tratarse tan
brutalmente?» «¿Y dónde está el amor de Dios, después de todo, si él ha
permitido que ocurrieran todas estas atrocidades?» Bueno, Dios ha estado ahí
todo el tiempo, pues él ha sido todas tus ilusiones y todos tus juegos. Y Dios
ciertamente te ha amado todo el tiempo al permitirte experimentar todos tus
sueños de acuerdo con tus propios designios. Simplemente has olvidado que
fuiste tú quien creó el sueño en primer lugar y que tienes opción de cambiarlo
en cualquier momento.
Tejes
tus ilusiones cual relatos de gran desgracia y tristeza. Dañas tu cuerpo.
Acabas con tu mente. Adoras ídolos. Criticas a los demás. Eres dictador,
odioso, posesivo, temeroso, y en verdad, arrogante. ¿Con que fin? Para entender
lo que es ser todas estas cosas. ¿Cuál es el resultado final? No morir nunca,
sino vivir para siempre; entender y abrazar lo que se llama el reino de los
cielos; ver la cara de Dios y darte cuenta de que es la tuya Todos ustedes
—entidades eminentes atrapadas por sus propias inseguridades, su propia
pequeñez de pensamiento— son mucho más grandes que los juegos que han jugado,
los cuales han ocultado profundamente detrás de sus ilusiones la sublime
belleza que todos ustedes son. Si solamente supieran lo poderosos y espléndidos
que son, no se maldecirían, ni se juzgarían, ni se alterarían como lo hacen.
Yo he
llegado hasta ustedes —y yo soy todo lo que ustedes han sido y lo que llegaran
a ser— para ayudar a reavivar en ustedes el saber interior que ya poseen, para
que nunca vuelvan a perderse ni a regodearse en la culpabilidad, el miedo y la
renuncia de uno mismo. Ustedes están muy por encima de todo eso.
¿Por
qué te amo tan profundamente? Porque lo que tú eres, también lo soy yo. Todo lo
que eres en el espectro de tu ser, yo soy, pues yo soy el espectro desde el
cual contemplas y creas tus ilusiones. El Yo Soy que yo soy, es amor que
trasciende la expresión común aquí, ya que no tiene condiciones ni
obligaciones. Yo te amo simplemente por lo que eres, porque quien tú eres,
cualquiera que sea tu expresión, es el Padre que yo amo tan profundamente.
Ahora,
deseo hablarte sobre lo que tú percibes como tus equívocos y fracasos.
Al
crear el hombre la noción de lo bueno y lo malo, lo perfecto y lo imperfecto,
también ha creado las trampas llamadas culpabilidad y remordimiento que han
hecho siempre tan difícil progresar en la vida. Pero yo te digo: cualquier cosa
que hayas hecho —a través de la virtud de tus muchas vidas en este plano— nunca
ha sido mala, ni tampoco buena. Ha sido simplemente una experiencia de la vida
que te ha ayudado a llegar a ser quien eres ahora, y eso es, en verdad, la cosa
más preciosa y maravillosa. Porque tu eres en este ahora, lo más grandioso que
has sido nunca desde que empezaste este camino extraordinario, ya que tu
sabiduría es mayor de lo que nunca ha sido.
Todo lo
que tú has hecho, yo también lo hice. Y cada uno de tus errores yo cometí los
mismos. Y todo aquello que has juzgado en ti por carecer de fuerza y virtud, yo
también lo juzgué. Pero yo nunca habría conocido la fuerza de mi ser si no
hubiera conocido mi debilidad. Nunca habría amado la vida si no la hubiera
visto desprenderse de mí. Y nunca habría sido capaz de abrazarlos a todos
ustedes si no hubiera despreciado la crueldad del hombre.
Cualquier
cosa que hayas hecho, por vil o miserable que haya sido, la hiciste simplemente
con el fin de crear un aprendizaje para ti mismo. Y a lo largo de ese
aprendizaje te has dañado, dolido, entristecido, y te has degradado a ti mismo
y, sin embargo, te has elevado por encima de ello, porque aquí estás ahora,
dispuesto a conocer y abrazar la belleza que tú eres.
Todos
aquellos que sientan que han fallado o hecho algo malo, deseo que contemplen
esto:
Desde
el momento de tu nacimiento, tú y tus amados hermanos emprendieron una gran
aventura hacia el entendimiento emocional de todo el pensamiento; pensamiento a
pensamiento. Tu alma fue creada para almacenar la emoción de cada pensamiento
—cada dimensión de Dios— que aceptaste a través del Dios o espíritu de tu ser.
Cada pensamiento que aceptaste y sentiste en tu alma, pero que aún tengas que
entender completamente, tu alma te presionará a experimentarlo. ¿Para qué? Para
obtener el entendimiento emocional completo de todos los aspectos de ese
pensamiento, visto sólo a través de la virtud de la experiencia, que es la
virtud llamada vida.
Has
sido impulsado a lo largo de la eternidad a evolucionar y a extender la vida
hasta la creatividad, y a experimentar cada manifestación de esa creatividad,
desde el pensamiento hasta la luz, hasta la materia, hasta la forma y otra vez
de vuelta hasta el pensamiento; desde el amor y la alegría, hasta la envidia,
el odio y la tristeza, y de nuevo a la alegría. Tu alma te ha impulsado de
experiencia en experiencia, de aventura en aventura, para poder realizarse a sí
misma con el entendimiento completo de cada forma de pensamiento —cada actitud,
cada emoción— para que así puedas conocer y entender la totalidad del
pensamiento, que es la totalidad de Dios, la totalidad del Yo.
Tu alma
anhela todo aquello que no ha experimentado. Cuando tu alma anhela una
experiencia, ello significa que necesita información emocional sobre esa
experiencia. Por eso, tu alma creará un sentimiento —llamado deseo— que cautiva
la totalidad de tu ser y te impulsa hacia una aventura, una experiencia.
Entonces, cuando la experiencia ha terminado y las emociones se calman, has
obtenido, gracias a esa experiencia, un tesoro mucho más valioso que todo el
oro de este plano, te ha hecho avanzar hasta la sabiduría; lo cual indica que
tu alma dice que ya nunca más tendrás que experimentar eso otra vez, pues has
adquirido todo el entendimiento de ello. Entonces, tu alma perseguirá otro
anhelo, y serás impulsado a hacer otras cosas, porque lo necesitas, lo quieres,
porque el fuego dentro de ti te impulsa a experimentar toda la vida.
Ahora,
¿piensas que alguna vez te aventuraste a experimentar algo sabiendo que te
haría daño o que ibas a fracasar? No. Siempre te has embarcado en cada aventura
con gran curiosidad, interés y placer. Y aunque al principio el resultado era
un tanto incierto, la emprendiste simplemente porque nunca lo habías hecho antes.
La experiencia era nueva y excitante y querías aprender de ella. Y aunque la
aventura pudo causar dolor, eso te ayudó a comprender la emoción llamada
«dolor», lo que aumentó tu entendimiento de la vida. Así pues, esa experiencia
tuvo un propósito en tu vida. Luego te embarcaste en la siguiente aventura que
tu alma te impulsó a experimentar, para vivir otra aventura en la emoción y el
entendimiento. Y eso te proporcionó más felicidad y realización en tu alma.
Cada
cosa que haces, en el preciso instante en que la estás realizando, sabes en tu
alma que la experiencia es buena para ti. Es sólo después de haber
experimentado la aventura, y los sentimientos derivados de ella se han
transformado en sabiduría, cuando averiguas que quizás lo hubieras podido hacer
mejor o de otra forma. Pero nunca habrías sabido que había un mejor camino si
no te hubieras embarcado primero en la experiencia y obtenido de ella la joya
de la sabiduría. ¿Y debe alguien ser juzgado por eso? No, porque eso se llama
inocencia, y también educación.
El
fracaso es una realidad sólo para aquellos que creen en él. Pero nadie
realmente fracasa en la vida. Jamás. A pesar de cada cosa que hayas hecho, ya
sea miserable, despreciable o a escondidas —que realmente no lo es—, sigues
vivo, y eso es algo milagroso. Fracasar significaría detenerse, sin embargo,
nada puede parar, porque la vida es siempre continua; avanza a cada momento.
Por eso, nunca puedes permanecer estancado o retroceder en la vida, ya que cada
momento de la expansión continua de la vida siempre trae más y mayor
entendimiento.
Tú
nunca has fracasado. Siempre has aprendido. ¿Cómo podrías saber lo que es la
felicidad si nunca has sido infeliz? ¿Cómo sabes cuál es tu meta sino una vez
que la alcanzaste y te diste cuenta de que era un color diferente del que
habías imaginado?
Tú
nunca has cometido ningún error. Jamás. Nunca has hecho nada malo. ¿De qué te
sientes culpable? Todas tus equivocaciones, tus fracasos y tus errores son lo
que se llama, apropiadamente, «pasos hacia Dios», paso a paso. Y sólo has
llegado a saber todo lo que ahora sabes a través de haber dado todos los pasos.
Nunca
te sientas culpable de aprender. Nunca te sientas culpable de saber. Eso se
llama iluminación. Debes entender que has hecho lo que necesitabas hacer; todo
fue necesario. Y tomaste todas las decisiones acertadas, todas. Tú vivirás
mañana y también el bendito día que le seguirá, y todos los siguientes. Y lo
que descubrirás en esos días es que sabes más de lo que sabes hoy. Sin embargo,
el día de hoy no es un error; te guiará hasta la eternidad.
Tú
tienes la opción de crear tu sueño de cualquier manera que elijas. Pero como
quiera que lo crees, para tu propio entendimiento emocional, estás añadiendo
algo a la totalidad de la conciencia en todas partes; nunca le quitas, nunca
puedes quitarle. Cada aventura que emprendes felizmente añade algo al fervor e
intensidad de la vida. Cada pensamiento que abrazas, cada ilusión que
experimentas, cada descubrimiento que haces, cada cosa vil y miserable que
haces amplía tu entendimiento, que a su vez alimenta y amplía la conciencia de
toda la humanidad y expande la mente de Dios.
Si
piensas que has fracasado en la vida o hecho algo equivocado, disminuyes tu
capacidad de percibir tu propia grandeza interna y externa, y tu importancia
para la totalidad de la vida. Nunca desees suprimir nada de tu pasado —ni una
sola cosa— porque la fricción de todas tus experiencias, sublimes o
desgraciadas, ha producido dentro de tu alma las magníficas y hermosas perlas
de la sabiduría. Esto quiere decir que ya nunca tienes que volver a soñar esos
sueños, ni crear esos juegos, o experimentar esas experiencias, pues ya las has
experimentado y sabes lo que se siente, tienes en tu alma su información; se
llama sentimientos, el tesoro más auténtico de la vida.
Yo
estoy aquí para decirte que se te ama incluso más allá de lo que entiendes que
es el amor, pues siempre se te ha visto como un Dios que lucha por entenderse a
sí mismo. Y de cada experiencia de todas tus vidas, has adquirido conocimiento,
sabiduría; has dado algo al mundo, has añadido algo a la virtud de la vida que
se despliega.
Tu vida
ha sido un maravilloso espectáculo del fuego que vive dentro ti. Debería ser
contemplada con reverencia, santidad y divinidad. Porque sin importar lo que
hagas, siempre eres Dios. Sin importar la máscara que lleves, eres Dios. No
importa qué tipo de relación estés experimentando, sigues siendo Dios.
Tú eres
merecedor de las aventuras de esta vida, de cada una de ellas. Y más aún, eres
merecedor de las espléndidas aventuras que todavía te esperan. Pero nunca te
convertirás en el Yo Soy ni entrarás por las puertas de la eternidad hasta que
te des cuenta de que todo lo que has hecho, lo has hecho simplemente para
adquirir la comprensión del Dios que eres, que se demuestra aquí y ahora por la
virtud de todas tus experiencias sobre la plataforma llamada vida.
Así que
tú, que llevas un abrumador bagaje de cargas sobre tus espaldas, si eso te hace
feliz, que así sea. Pero si has aprendido todo lo que se puede aprender de
ellas y estás cansado de ellas, deshazte de ellas. ¿Cómo? Amándolas,
abrazándolas y permitiéndoles vivir en tu ser. Cuando hayas hecho eso, no te
retendrán nunca más. Y a partir de ahí, la maravilla de la vida puede verse con
ojos claros, el amor puede sentirse sin juzgarlo, y la alegría de ser se
convierte en el poder del saber interior ilimitado.
Abraza
tu vida. Sabe que eres divino y que la fuerza de tu ser está ahí gracias a todo
lo que has hecho.
Termina
con la culpabilidad. Termina con la farsa de la pena por uno mismo. Deja de
poner cargas sobre ti mismo. Deja de echarle la culpa a los demás. Toma las
riendas. Te pertenece.
Ahora,
¿qué ocurre cuando has abrazado todo lo que has juzgado, amado todo lo que has
despreciado, vivido todas tus ilusiones y perseguido todos tus sueños? Puedes
mirar a otros que están experimentando estas mismas cosas para su aprendizaje,
y puedes entenderlos y sentir compasión por ellos. Entonces, puedes amarlos
como el Padre te ama y permitirles la virtud de las experiencias de sus propias
vidas. Entonces te conviertes en lo que tú llamas un santo.
¿Cómo
crees que llegas a ser un santo? Ciertamente no absteniéndote de la vida, ni
escondiéndote en una cueva o un templo quemando incienso, o sentándote en lo
alto de una montaña contemplando Dios sabe qué. Te conviertes en santo sólo
viviendo la vida —que es el Padre— y experimentándola hasta sus límites, para
que la virtud de la sabiduría culmine en una entidad capaz de abrazar la
totalidad de la humanidad y amarla.
La
única manera de conocer y convertirse en Dios es vivir y abrazar la vida
plenamente, experimentar todas las situaciones, sentir todas las emociones,
realizar cada acto, sea sublime o miserable, para que tu alma posea la
sabiduría de toda la vida dentro de sí.
Nunca
sabes lo que sufre el rey hasta que eres un rey. Y el rey nunca conoce la
humildad de su sirviente hasta que se convierte en un sirviente. Y la mujer
piadosa no conoce la miseria de la concubina hasta que se convierte en ella. Y
la concubina no conoce el juicio de la mujer casta hasta que lo es.
Por
eso, el camino hacia una vida virtuosa lo abarca todo. Incluye cada personaje,
cada situación ilusoria creada dentro de la conciencia del hombre. Por eso, las
entidades más nobles y más sabias han vivido cada situación creada por las
aventuras de la humanidad. Ellos han sido la prostituta y el sacerdote, el gurú
y el granjero, el asesino y la víctima, el conquistador y el conquistado, el
padre y el hijo.
Ves,
sólo condenas en los demás lo que no puedes aceptar en ti mismo. Si has vivido
todas las situaciones y encontrado paz en ellas, entonces es fácil entender a
otros y permitirles ser, sin juzgarlos, porque tú has sido ellos, y sabes que
si los juzgas a ellos te estás juzgando a ti mismo. Entonces adquieres la
virtud de la verdadera compasión, y las profundidades del amor existirán dentro
de tu alma. Entonces serás, en verdad, un Cristo, porque entiendes, amas y
perdonas a tus amados hermanos en sus limitaciones.
Amar al
Padre en su totalidad, ser su totalidad, es amar todo lo que él es. Y esos
amados hermanos a tu alrededor son todo lo que él es. No importa cuál sea su
aspecto, ellos son Dios en su realidad así como tú lo eres en la tuya. Y cuando
hayas vivido toda su gloria, todas sus luchas, toda su tristeza y toda su
alegría, entonces puedes abrazar a Dios visto en toda la gente. Entonces puedes
amarlos. Eso no quiere decir que debas predicarles o socorrerlos. Simplemente
déjalos ser y permíteles evolucionar de acuerdo con sus propias necesidades y
designios. Hay aquellos cuyo destino es ser señores de la guerra, sacerdotes o
gente en el mercado, porque eso es lo que necesitan y quieren hacer. ¿Quién
eres tú para quitarles eso?
Cada
uno en este mundo —ya sea un hambriento, un lisiado, un granjero o un rey— ha
elegido su experiencia con el propósito de aprender de ella. Sólo cuando haya
aprendido de ella y esté satisfecho con ella, pasará a otra experiencia, que le
brindará una comprensión aún mayor de su Yo más profundo. Cuando te conviertes
en un maestro, puedes caminar entre el lodo y las tinieblas de la conciencia
limitada y conservar tu totalidad, porque entiendes a las grandes masas y el
por qué de su manera de ser, pues una vez tú fuiste así. Les permitirás la
libertad de ser limitados —y eso es amor verdadero— porque sabes que esa es la
única manera como pueden aprender a tener entendimiento ilimitado y a amarse
unos a otros, lo cual es, de hecho, amarse a sí mismos totalmente. Y cuando
veas la cara de otro en la muchedumbre —sin importar su color, limpieza o apariencia—
mirarás a la entidad y verás a Dios en él, porque si miras lo bastante cerca
encontrarás a Dios en cada uno. Entonces amas como el Padre ama; ves lo que él
ve, no sólo en ti, sino en todos los demás. Cuando puedes mirar a todos y ver
la belleza que son, estás en el camino que asciende de este plano hasta un
espacio más amplio donde existen muchas moradas. Pero las puertas están
cerradas para aquél que no puede aceptarse plenamente a sí mismo y al Dios que
vive en toda la vida a su alrededor.
Cuando
sitúes a la gente en el lugar donde pertenecen, en su Dios-fuente, sabiendo que
sin importar lo que hagan, están viviendo para el Dios dentro de sí mismos —así
como tú vives para el Dios dentro de ti— entonces puedes aprender a amar a toda
la gente. Cualquiera que sea su expresión, ahora puedes, por primera vez en tu
existencia, amarlos verdaderamente, pues tu amor no está gobernado o
restringido por el juicio. Y así es en verdad, como es un Cristo —el hombre que
vive como Dios— dentro de su ser.
¿Cuál
es tu camino en la vida? Seguir siempre tus sentimientos, escuchar a los
sentimientos de tu alma y lanzarte a vivir las aventuras que tu alma te impulse
a experimentar. Tu alma, si la escuchas, te dirá lo que necesitas experimentar.
Si te sientes aburrido o no tienes deseo de hacer algo, ello significa que ya
lo has experimentado, que has adquirido la sabiduría de esa aventura. Pero si
quieres hacer algo, esa urgencia dentro de tu alma significa que debes vivir la
experiencia y su virtud. Si te abstienes de ella, sólo estás posponiendo la
experiencia hasta otro momento y otra existencia.
Vive la
verdad de lo que sientas dentro y ama a quien está sintiéndolo. Entiende que el
sentimiento debe ser expresado y satisfecho. Cuando quieras hacer algo, sin
importar lo que sea, no es sabio ir en contra de ese sentimiento, pues hay una
experiencia esperándote y una gran aventura que hará tu vida más dulce. Si
escuchas a tus sentimientos, siempre estarás haciendo lo más apropiado para la
evolución de tu hermoso ser hacia la sabiduría profunda. Es cuando vas en
contra de tus sentimientos cuando sufres la enfermedad, la neurosis y la
desesperación.
Sigue a
tu corazón, a tus sueños, a tus deseos. Haz lo que tu alma te pida que hagas,
no importa lo que sea, y hazlo hasta el final; entonces continuarás con otra
aventura. Nunca serás juzgado a menos que aceptes los juicios de a tu
alrededor. Y si aceptas su juicio, es únicamente tu voluntad hacer eso por la
experiencia.
Llegará
un momento, en esta vida o en las próximas, en el que habrás alcanzado ese
punto donde ya no tienes el deseo de hacer esto o aquello, sino simplemente
«ser». Nunca más maldecirás o juzgarás a la prostituta, al ladrón, al asesino o
al país que está en guerra. Habrás vivido todas esas cosas y sabrás lo que se
siente al serlas. Estarás tan completo con las experiencias de este plano, que
ya no habrá nada que te arrastre otra vez aquí para experimentar. Entonces
partirás hacia nuevas aventuras en planos superiores de existencia.
Cuando
contemples lo que te acabo de decir, percibirás y entenderás un valor en ti
mismo que es la demostración intencional del Dios poderoso, el fuego y la vida
que tú eres. También entenderás que cualquier dirección que tomes en la vida,
ese va a ser el camino hacia tu iluminación. Y por cada aventura a lo largo del
camino, obtendrás una percepción mayor del misterio que eres. Llegarás a amar
lo que eres, a acariciarlo y a pulirlo, hasta que la luz de tu ser pueda
competir con el gran Ra del firmamento y la paz de tu ser pueda competir con la
medianoche, cuando todo está tranquilo en la Tierra. Nunca más te negarás a ti
mismo. Nunca alterarás lo que eres, ni juzgarás lo que eres.
Permitirás
aquello que has de ser.
Cuando
amas lo que eres, puedes decir con gracia, dignidad y poder humilde: «Amo al
Padre inmensamente, porque el Padre y yo somos uno. Y amo lo que soy
inmensamente, porque el Yo Soy que yo soy es la esencia de todo lo que es».
Entonces estás en armonía con el flujo de la vida. Eres un maestro que camina
sobre este plano. Eres el Cristo resucitado, el Cristo que ha despertado. Eres
una luz para el mundo. Sin embargo, no podrás convertirte en eso hasta que ames
y abraces todo lo que has hecho y te des cuenta de que todo fue por el bien de
tu vida, porque ello te ha transformado en la magnífica entidad que eres en
este día.
Te he
dado una gran enseñanza y lo he hecho de forma grandiosa, pues te libera del
karma, del pecado, del juicio y el castigo. Porque el Padre es amor. Y el Padre
carece de juicios, no es ni bueno ni malo, positivo o negativo. El Padre es
simplemente el Ser que es. Y ese Ser abarca a toda la gente, todos los actos,
todos los pensamientos y todas las emociones; todas las cosas. Si el Padre pudiera
juzgarte, ciertamente se estaría juzgando a sí mismo, pues tú y él son uno y el
mismo.
Así que
el amor de Dios llamado vida, siempre te ha sido dado. A pesar de todas tus
experiencias miserables, el sol aún sale y baila en los cielos. Las estaciones
aún vienen y van. Las aves silvestres aún vuelan hacia el cielo del norte. Y el
pájaro nocturno aún grita en la noche mientras tú cierras los postigos de tu
habitación. Es en la continuidad de todas estas cosas donde, si miras, te darás
cuenta del perdón y la eternidad que la vida siempre te ha concedido.
Deja
esta audiencia con un corazón alegre y lleno de amor, porque tus cargas han
dejado de serlo, tu redención es segura. Sabe que Dios te ama y siempre lo ha
hecho. Sabe que no eres ni malvado ni bueno. Sabe que no eres ni perfecto ni
imperfecto; que simplemente eres. Cuenta con el Padre en tu vida, porque él
siempre ha estado ahí. Y cuando contemples el amor piensa en mí... y el viento
surgirá de la nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario