La pérdida de un ser querido es una etapa complicada de la vida de todos
ser humano. Si has perdido a un ser querido, es posible que pases por todo tipo
de emociones. Espero que os agrade.
Es probable que estés triste, preocupado/a o incluso asustado/a. Tal vez
no estabas preparado/a y te sientas impresionado/a y bastante confundido/a por
la pérdida. Incluso puedes sentirte enojado/a, enfadado/a, engañado/a,
aliviado/a, culpable, exhausto/a o simplemente vacío/a. Tus emociones pueden
ser más intensas o más profundas de lo habitual, o estar entremezcladas de una
manera que nunca antes habías experimentado. Todas estas emociones son
reacciones naturales ante la muerte.
El duelo psicológico es el estado y proceso que sigue a la pérdida de un
ser querido. Esta pérdida es definitiva y por ello se asocia generalmente a la
muerte, pero se puede dar duelo sin muerte (como por ejemplo: tras la ruptura
de una relación, en la que se tiene una pérdida).
Todos sabemos que perder un ser querido es una de las tragedias más
graves que pueda sucedernos.
En ninguna otra situación como en el duelo, el dolor producido es TOTAL:
• Duele el cuerpo.
• Duele el alma.
• Duele el recuerdo.
• Duele el momento.
• Duele el futuro.
• Duele la vida.
• Todo es dolor.
Nos duele lo que ya no podremos decirle, lo que ya no podremos hacer
juntos, lo que ya no podremos contemplar juntos... lo que ya no podremos
compartir juntos... lo que ya no podremos vivir juntos... Pero la vida sigue,
sigue para los que se quedan y por eso hay que pasar a través del dolor para
poder seguir adelante.
El duelo es la reacción normal después de la muerte de un ser querido.
Supone un proceso más o menos largo y doloroso de adaptación a la nueva
situación. Elaborar el duelo significa ponerse en contacto con el vacío que ha
dejado la pérdida, valorar su importancia y soportar el sufrimiento y la
frustración que comporta. La intensidad y duración del duelo depende de muchos
factores: tipo de muerte (esperada o repentina, apacible o violenta...), de la
intensidad de la unión con el fallecido, de las características de la relación
con la persona perdida (dependencia, conflictos, ambivalencia...), de la
edad...
Integrar el duelo es todo un proceso que tiene como intención reconocer
el dolor que nos produce la pérdida. Aceptar que nos duele, aceptar su
ausencia, aceptar que ha muerto, manifestar el dolor e iniciar el camino de
regreso a la realidad y a nuestro propio orden de las cosas. Recordando lo
vivido con esa persona, recordarlo dentro de nuestra existencia tal como fue
mientras vivía. Nos queda el tenerlo presente, en nuestro corazón; no lo que
fue, sino lo que nos hizo ser: hijo/a, hermano/a, padre, madre, esposo/a,
amigo/a, etc.
SÍNTOMAS DEL DUELO:
Estos son algunos de los síntomas, sensaciones, sentimientos,
comportamientos o conductas habituales después de la muerte de un ser querido:
• Rabia.
• Agitación e irritabilidad.
• Culparse a sí mismo.
• Ataques de llanto, llorar, suspirar.
• Latidos del corazón acelerados (taquicardia).
• Hiperventilar: abrir la boca e inspirar aire profunda y rápidamente,
para luego expulsarlo con un suspiro.
• Sentir que se tiene un nudo en la garganta.
• Sensación de "falta de aire".
• Sensación de opresión en el pecho.
• Náuseas.
• Diarrea.
• Mareo.
• Cansancio, fatiga, pérdida de fuerza.
• Distracciones, olvidos y dificultad para concentrarse.
• Dificultad para dormir (insomnio), o dormir en exceso (hipersomnia).
• Pesadillas.
• Sentir que lo que está ocurriendo a su alrededor no es real
(desrealización).
• Dolores de cabeza.
• Oleadas de calor, sofocos.
• Visión borrosa.
• No poder organizarse.
• No sentir hambre o perder peso.
• Tristeza o depresión.
• Inapetencia sexual.
• Querer estar solo/a, evitar la gente.
• Buscar y llamar al fallecido.
• Hablar con el fallecido.
• Ver imágenes de la persona muerta.
• Etc
El proceso de duelo es sumamente personal e individual. No existe una
manera correcta o incorrecta de hacer duelo, cada persona necesita su propio
tiempo para encontrar alivio.
En el duelo anormal el proceso queda bloqueado y el dolor no se elabora.
Las actitudes de rechazo y no aceptación del hecho y los sentimientos de rabia,
culpa y tristeza no resueltos, pueden originar este bloqueo.
Los mecanismos de defensa que permiten a las personas gestionar la
angustia, afrontar situaciones difíciles o controlar reacciones emotivas, no
tienen en estos casos una función saludable. Bloquean, retrasan o distorsionan
un proceso de crecimiento y maduración. Son mecanismos de rechazo, fijación,
represión, racionalización, aislamiento, regresión, somatización o identificación
(con el difunto).
NO DUDES EN CONSULTAR
SI:
• Pasado un tiempo no encuentras alivio a tu dolor (como la sensación de
tener un cuchillo clavado en el pecho, etc.).
• Sientes que la situación que vives te supera (te sientes atrapado/a en
el sufrimiento).
• El duelo se transforma en depresión (si el abatimiento se hace más
profundo).
• Sientes intensos sentimientos de culpa (provocados por cosas diferentes
a las que hiciste o dejaste de hacer en el momento de la muerte de tu ser
querido)..
• Las molestias persisten (la sensación de estar atrapado/a, bloqueado/a,
incapaz de sentir nada, etc.).
• Observas un deterioro importante en tu salud.
• Tienes sentimientos de desesperanza o desesperación extrema (la
sensación mantenida de que por mucho que lo intentes nunca vas a volver a
recuperar una vida que valga la pena... "la vida se ha terminado para
mí"...).
• Tienes pensamientos suicidas (pensamientos suicidas que van más allá
del deseo pasivo de "estar muerto" o de poder reunirte con tu ser
querido).
• Abusas de sustancias (confiando demasiado en las drogas o el alcohol
para amortiguar el dolor por la pérdida).
• Tienes dificultades continuadas de funcionamiento (que se ponen de
manifiesto en tu capacidad para conservar el trabajo o realizar las tareas
necesarias para la vida cotidiana).
• Tienes o sientes ira incontrolada (que hace que tus amistades se
distancien y alejen de ti).
RECUERDA:
NO ES FUERTE EL QUE NO NECESITA AYUDA, SINO EL QUE TIENE EL VALOR DE
PEDIRLA CUANDO LA NECESITA.
REACCIONES HABITUALES
DESPUÉS DEL FALLECIMIENTO DE UN SER QUERIDO:
Estas son algunas de las reacciones más comunes que suelen aparecer
después de una pérdida. No te sientas obligado/a a tener todas las sensaciones
y experiencias aquí descritas. Cada duelo, como cada persona, es único.
Negación /
incredulidad: ¡No puede ser verdad! ¡No
es más que una horrible pesadilla! Piensas y actúas como si tu ser querido
continuara vivo. Suena el teléfono y, por un instante, piensas que es él/ella.
No has perdido la esperanza de que vuelva. Necesitas tiempo.
Insensibilidad: Es como si le estuviese pasando a otro/a. Nada parece real, te sientes
embotado/a, como un autómata, incapaz de reaccionar… Este aturdimiento te ayuda
a ir asimilando la dura realidad.
Enojo /rabia
/resentimiento: ¿Por qué has permitido
esto Dios mío? ¡Esos malditos médicos le/a dejaron morir! ¿Cómo me dejas ahora
con todo lo que te necesito? ¡Todos siguen viviendo como si nada hubiera
pasado!
Estás rabioso/a contra todos y contra todo. El resentimiento forma parte
de tu dolor y es algo normal. No luches contra él. A medida que tu dolor se
vaya calmando irá disminuyendo.
Tristeza: Siento una pena muy grande y todo me hace llorar. La tristeza es el
sentimiento más común. Puede tener muchas expresiones: llanto, pena,
melancolía, nostalgia… Date permiso para estar triste, para llorar.
No te preocupes si lloras mucho o poco; el llanto no es la medida de tu
amor, sino parte de tu propia expresividad.
Miedo / angustia: Estoy asustado/a ¿qué va a ser de mí? Te sientes inquieto/a, confuso/a,
desamparado/a, desesperado/a. Tienes miedo de volverte loco/a. Estos
sentimientos tan intensos y tan desagradables son algo natural.
Culpa /
autorreproches: Si al menos hubiera sido
más cariñoso/a, llamado antes al médico, tenido más paciencia, le hubiera dicho
más a menudo lo que le/a quiero. La lista puede ser interminable. El pasado no
puede cambiarse y ya tienes bastante sufrimiento como para castigarte de esta
manera. No olvides de hacer también una lista con todo lo que hiciste por tu
ser querido.
Soledad: Me siento tan solo/a ahora. Es como si el mundo se hubiera acabado. Son
tantas cosas vividas y compartidas juntos que vas a necesitar tiempo para
aprender y acostumbrarte a estar sin él o ella.
Alivio: Gracias a Dios que todo ha terminado. El final de una larga y dolorosa
enfermedad o relación se pueden vivir con una sensación de alivio y descanso.
Sensación de oír o ver al fallecido: Me parece que me sigue llamando por la
noche. El otro día me pareció verlo/a entre la gente. Son sensaciones pasajeras
absolutamente normales después del fallecimiento de una persona querida.
Ambivalencia /
cambios de humor: Hace un momento me sentía
agradecido a mis amigos por su ayuda y ahora los mandaría a todos a la mierda.
Puedes estar tranquilo/a en un momento dado y alborotado/a en el instante
siguiente. Los sentimientos pueden ser cambiantes y contradictorios. Acéptate
así, imprevisible.
LOS OBJETIVOS DEL
DUELO.
1) Aceptar la realidad de la pérdida, que es el paso más difícil.
2) Dar expresión a los sentimientos, identificarlos y comprenderlos, para
así aceptarlos y encontrar cauces apropiados de canalización e integración.
3) Adaptarse a la nueva existencia sin el ser querido.
4) Invertir la energía emotiva en nuevas relaciones.
CUATRO PASOS EN EL
DUELO:
Dicen que el tiempo lo cura todo. Pero el tiempo, por sí solo, no hace
nada. Lo que ayuda realmente es lo que tú haces con el tiempo, tu tiempo.
• ¿Estás utilizando el tiempo para aceptar la pérdida, para reconocer que
tu ser querido ha muerto y no lo vas a recuperar?
• ¿Estás utilizando el tiempo para expresar las emociones y sentir el
dolor que supone para ti esa pérdida?
• ¿Estás utilizando el tiempo para aprender a vivir sin esa persona
querida?
• ¿Estás utilizando el tiempo para, llegado el momento, ir recuperando tu
interés por la vida?
Si quieres vivir de una manera sana tu duelo, si no quieres arrastrar
indefinidamente el dolor, no basta pues con esperar a que todo se pase, o
seguir viviendo como si nada hubiera pasado. Necesitas dar algunos difíciles
pasos y aprender las duras lecciones de la pérdida. No existen atajos para el
dolor.
Acepta también que tendrás que vivir momentos duros y emociones intensas,
que estarás más vulnerable... No te exijas pues tampoco demasiado, sé amable
contigo mismo/a y respeta tu propio ritmo.
Los cuatro pasos:
1. Aceptar la pérdida: Aunque sea la cosa más difícil que has hecho en toda tu vida, debes
llegar a aceptar esta dura realidad: tu ser querido ha muerto y no va a
regresar. Aceptar con la cabeza es fácil, sabes que ha muerto. Lo difícil es
aceptar con el corazón. Es pues muy normal un tiempo (pueden ser meses) en el
que te niegues o te rebeles contra la dura realidad. Date tiempo.
Hablar de tu pérdida, contar las circunstancias de la muerte, visitar el
cementerio o el lugar donde se esparcieron los restos… Todo esto te puede
ayudar poco a poco, y con mucho dolor, a ir aceptando el hecho de la muerte.
Sabrás que has podido dar este paso, cuando pierdas toda esperanza de recuperar
a tu familiar o ser querido, será el momento de la verdadera despedida.
Aceptar la pérdida puede resultar especialmente difícil si la muerte fue
inesperada o violenta, si estabas lejos cuando ocurrió y no pudiste participar
en los ritos funerarios, si no se recuperó el cadáver, si se trata de la muerte
de un niño/a...
2. Sentir el dolor: Necesitas también sentir el dolor y todas las emociones que le
acompañan: tristeza, rabia, miedo, impotencia, desesperación, culpa…
Habrá personas que te dirán: “Tienes que ser fuerte”. No les hagas caso,
no escondas tu dolor. Comparte lo que te está pasando con tu familia, amigos de
confianza… No te guardes todo para ti mismo/a por miedo a cansar o molestar.
Busca aquellas personas con las cuales puedes expresarte tal y como estás.
Si no quieres compartir o mostrar tus emociones a otros, no tienes porque
hacerlo, pero debes buscar otras manera de dar salida y vivir tus emociones en
privado.
3. Aprender a vivir
sin esa persona: Recuerda que hay tiempo
para todo, para sentir y vivir el duelo, pero también para hacer, para ocuparte
de las muchas actividades de la vida cotidiana. Aunque sientas que el mundo se
ha parado para ti, también es cierto que la vida sigue con sus muchas y quizás
nuevas exigencias. Una actitud adecuada sería aquella que busca un cierto
equilibrio entre el sentir y el hacer.
Así, hacer el duelo significa también aprender a vivir sólo/a, aprender a
tomar decisiones por ti mismo/a, aprender a desempeñar tareas que antes hacía
el fallecido/a, aprender nuevas formas de relación con la familia y amigos,
aprender un nuevo sentido del mundo y de uno mismo...
4. Recuperar el
interés por la vida y por los vivos: Llega
un momento en que sabes que es necesario soltar el dolor y el pasado. La vida
te espera llena de nuevas posibilidades.
No hay nada malo en querer disfrutar, en querer ser feliz, en querer
establecer nuevas relaciones… En el caso de la muerte de la pareja, no hay
motivo para avergonzarse si aparece de nuevo el deseo sexual. En realidad, el
corazón herido cicatriza abriéndose a los demás.
Esto es lo que escribía una adolescente a su madre, dos años después de
perder a su padre: “Existen otras personas a las que amar, y eso no significa
que quiero menos a papá”.
Finalizar el duelo no es olvidar... Para cada persona puede significar
cosas distintas:
• Puede significar llegar a perdonarle y perdonarte por todo lo que
quizás no fue la relación, por todo lo negativo, por el daño causado...
• Pensar en él o ella sin sentir ya ese latigazo de dolor y recordarle
con ternura y agradecimiento por lo vivido juntos.
• Es poder dar un sentido a todo lo que has vivido en estos meses o años.
• Es entender con el corazón en la mano que el AMOR no se acaba con la
muerte
• En cierto modo, nunca te recuperas de una pérdida significativa, porque
ésta inevitablemente te cambia. Tú puedes escoger si ese cambio será a mejor.
DUELO RESUELTO:
Podemos decir que hemos completado un duelo cuando somos capaces de
recordar al fallecido/a sin sentir dolor, cuando hemos aprendido a vivir sin él
o ella, cuando hemos dejado de vivir en el pasado y podemos invertir de nuevo
toda nuestra energía en la vida y en los vivos.
FACTORES QUE INFLUYEN
EN EL DUELO:
Aun cuando haya elementos comunes, la pérdida de un ser querido es vivida
de manera única e individual por cada uno de los dolientes.
Cuatro grupos de factores afectan de manera importante al duelo:
Los factores psicológicos, los recursos personales, las circunstancias
específicas de la muerte y los apoyos externos.
1. Los factores
psicológicos: La pérdida y el sentido de
la pérdida es único. Una misma pérdida tiene un significado diferente para
diferentes personas, porque cada uno la percibe de manera distinta; dependiendo
del:
• Sentido, calidad e inversión emocional de esa relación para el
doliente.
• Dependencia o independencia que ha generado.
• Cantidad y calidad de los "asuntos" sin resolver entre el
doliente y el fallecido, características del fallecido, (edad, sexo,
personalidad...).
• Percepción del doliente sobre la realización, satisfacción y
cumplimiento que la vida ha deparado al fallecido.
• Rol y funciones del fallecido para el doliente, su familia y el sistema
social en que se movía, que van a dar lugar a determinado número de pérdidas
secundarias.
Si las relaciones con el ser querido han sido conflictivas, el dolor no
solo es por la pérdida; el doliente también se culpa de no haber tenido mejores
relaciones con el fallecido; no le queda ni la esperanza de poder mejorarlas
algún día.
En este caso, la muerte del ser querido resucita viejos conflictos, no
resueltos con anterioridad: miedos, ansiedades, sentimientos de abandono
infantiles; y conflictos de ambivalencia, dependencia, seguridad en las
relaciones padres-hijo. El doliente tiene que enfrentarse a la pérdida actual y
a viejas pérdidas.
Existe más riesgo de cronificación del duelo, cuando la relación previa
entre el fallecido y el doliente (padres hijo, relación de pareja) no era ya
sana. Puede producir el "síndrome de duelo ambivalente", en el que se
mezcla la sensación de alivio con los sentimientos de culpa.
El impacto que una pérdida produce en una persona no se puede normalizar,
de manera que se pueda asumir a priori qué pérdida va a afectarle más. Pero la
pena es mayor cuando muere un hijo pequeño o adolescente o el esposo/a.
2. Los recursos
personales: La respuesta a la pérdida y la manera de afrontar
el duelo es análoga a otras respuestas vitales de la persona; dependen de:
• Sus comportamientos adaptativos, personalidad, carácter y salud mental.
• El grado de confianza en sí mismo.
• El nivel de madurez e inteligencia, relacionados de manera positiva con
una buena resolución del duelo, al dar más posibilidades de entender el sentido
y aplicaciones de esa muerte.
• El haber o no sufrido otros duelos, que pueden afectarle de manera positiva
(sabe que sobrevive a la pérdida) o negativa.
• La posibilidad de expresar el duelo.
• La concurrencia de otras crisis personales, que complican el
duelo. Cada una de ellas demanda energía y atención, en momentos en que se
está o se siente "vacío".
• La comprensión, implicaciones, manera de afrontar y expresar la
pérdida, están influidos siempre por el propio sentido de la existencia y la
fundamentación religioso-filosófica, cultural y social del doliente.
3. Circunstancias
específicas de la muerte: El modo y momento de morir
influye en los supervivientes; no es lo mismo:
• La muerte de un anciano que la de un niño. Los padres experimentan ésta
como antinatural e injusta.
• La muerte por una enfermedad terminal, que la súbita e imprevista.
• La muerte por suicidio o actos violentos.
La primera, da a los allegados la oportunidad de prepararse al desenlace.
Un accidente de tráfico o laboral, un infarto, origina muertes muy difíciles de
aceptar. Todavía más dramática resulta la muerte por suicidio, que deja
sentimientos de culpa profundos o la que resulta de actos violentos
(asesinatos, violaciones). Los dolientes pueden obsesionarse con el pensamiento
de cómo habrá vivido su ser querido aquellos últimos momentos.
4. Los apoyos
externos: Los dolientes viven su duelo en una determinada
realidad social, que influye en el proceso de recuperación.
La familia es el contexto fundamental y puede ayudar o entorpecer la
elaboración de un duelo, permitiendo, por ejemplo, exteriorizar la pena o por
el contrario, premiando la fortaleza y entereza del que se controla. Toda
cultura familiar implica comportamientos, tradiciones, valores sociales y
expectativas.
Los amigos, los profesionales, los grupos de pertenencia, la Iglesia, los
grupos de ayuda mutua (formados por personas que han sufrido experiencias
similares) pueden ser otras tantas posibilidades de apoyo y consuelo.
TIPOS DE DUELO:
• Anticipatorio: En caso de muertes anunciadas.
• Retardado: En aquellas personas que "se
controlan", "no tienen tiempo de ocuparse de sí mismas" o
escapan al dolor y a la realidad de la muerte del ser querido mediante una
hiperactividad. Durante meses o incluso años, cualquier recuerdo o imagen,
desencadena el duelo no resuelto.
• Crónico: Duelo que arrastra el doliente durante años,
absorbido por los recuerdos e incapaz de reincorporarse a la vida normal.
• Patológico: Caracterizado por un agotamiento nervioso,
síntomas hipocondríacos, identificación con el fallecido o dependencia de los
fármacos o el alcohol. Requiere ayuda profesional.
LA MUERTE DE UN HIJO
Y SU IMPACTO EN LA PAREJA:
La muerte de un hijo o una hija es una de las experiencias más duras,
difíciles y dolorosas que puede sufrir un ser humano. Los padres se sienten
responsables de la protección de sus hijos y, su pérdida, suele ser vivida como
un fracaso y con una gran culpabilidad.
Es frecuente que la muerte de un hijo produzca tensiones y conflictos en
la vida de pareja:
Dificultades para aceptar que la pareja viva la pérdida a su manera: Un
miembro de la pareja puede sentir, por ejemplo, que al otro no le importa la
muerte lo suficiente (quizás porque no llora o porque no quiere hablar del
fallecido). A veces, la necesidad de parecer fuerte, puede interpretarse por el
otro como falta de interés.
Culpar a la pareja: Es frecuente que uno de los miembros de la pareja piense que el otro es
de alguna manera responsable de la muerte. Esto se puede traducir en reproches
continuos o en sentimientos de impaciencia e irritabilidad hacia el otro.
Falta de
sincronicidad: Puede ocurrir que la
pareja no viva al mismo tiempo los momentos de mayor dolor o las recaídas. Esto
puede crear la sensación de que uno siempre está inmerso en el dolor, y puede
contribuir a que se eviten el uno al otro en los momentos difíciles, para no recaer
en el sufrimiento.
Las relaciones
sexuales: En las relaciones sexuales, puede ocurrir que las
necesidades de uno incluso aumenten, mientras que las del otro disminuyan o
desaparezcan. Esto puede ser fuente importante de conflictos. El hombre, en
general, tiene una sexualidad más genital, y es capaz de separar el deseo
sexual de su situación emotiva. La mujer puede sentirse incapaz de desear si
está triste o enfadada. Es perfectamente natural querer disfrutar de vez en
cuando del sexo y otros placeres, los momentos de dolor ya vendrán por si solos.
Algunas sugerencias: Convéncete que te resultará muy difícil sobrellevar esta situación
solo/a. No pretendas tampoco que tu pareja se convierta en tu principal soporte
afectivo, bastante tendrá muchas veces con lo suyo... Busca pues una, dos o más
personas de confianza con quien compartir tu dolor. Procura mantenerte lo más
unido/a posible a tu pareja, apoyaros mutuamente, respetar el ritmo y la manera
de llevar el duelo del otro. Puede ser que estés pasando, por ejemplo, por una
etapa en la que prefieres estar solo/a o con los más cercanos, y que evites a
la gente para no tener que hablar de tu hijo/a, y en cambio, a tu pareja, le
esté ayudando exactamente todo lo contrario. ¿Cómo conciliar las necesidades de
ambos si la pareja está acostumbrada a hacerlo todo juntos, por ejemplo? Es
necesario paciencia, comprensión y creatividad para introducir cambios en
nuestra forma de vivir que nos permita seguir adelante sin añadir más dolor al
dolor.
Los otros hermanos: La pareja puede estar tan afectada por su propio dolor, que descuide a
los otros hermanos (hijos). Ellos también sufren intensamente la pérdida, se
sienten culpables y pueden tener necesidad de desahogarse. Hablar del fallecido
y compartir, cada uno a su estilo, el dolor por la pérdida, puede ser la mejor
manera de ayudarse unos a otros y afrontar sanamente la experiencia de duelo.
CONCLUSIÓN:
El duelo es un proceso necesario y natural para sanar nuestra mente. Se
utiliza siempre que perdemos algo o alguien querido. Es necesario que
comprendamos y aceptemos nuestros sentimientos con respecto a la muerte, que
incorporemos la creencia de que es un proceso natural de la vida y que su
significado tiene que ver más con renovación e inicio que con final o castigo.
Es un proceso natural que nos conduce a un nuevo despertar, porque hay algo en
nuestro interior que así nos lo dice; nuestra alma, aquella que albergamos en
nuestro interior y que es invisible y adimensional. Este pensamiento nos
proporciona seguridad y mantiene alejado el miedo de esa misteriosa
experiencia.
Debes enfrentarte al dolor, aprender de él, darle un sentido y en ese
proceso encontrar un nuevo significado a la vida.
TRATAMIENTO:
En el tratamiento del duelo, el terapeuta ayuda a la persona doliente a
explorar, elaborar y resolver la pérdida, identificando y entendiendo sus
sentimientos y pensamientos, planificando y poniendo en práctica estrategias
para reconstruir su vida y restaurar el equilibrio perdido; también completando
cualquier cuestión no resuelta con el fallecido, para ser capaz de decir un
adiós final.
El objetivo del tratamiento del duelo es concienciar al doliente de la
realidad de la pérdida, ayudar a la persona a tratar sus cogniciones y
emociones expresada, superar los diferentes obstáculos que se presenten para reajustarse
en su vida y ayudarle a dar un adiós apropiado y a sentirse bien volviendo otra
vez a la vida.
fuente:hipnosis y psicologiaterapeutica
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