Sabias palabras de Ramtha, uno
de mis guías preferidos. Con Él comparto muchas de las enseñanzas que me son
transmitidas a través de mis propios Guías y Maestros. Espero que os agrade.
«La encarnación nunca pretendió ser una trampa. Nunca pretendió ser
eterna. Era simplemente un juego en el cual participar, una nueva aventura en
la exploración de la creatividad y de la vida. Pero tú te perdiste rápidamente
en los sentidos del cuerpo, y tu cuerpo se convirtió en la totalidad de tu
identidad. Te volviste tan inmerso en la materia de este plano que te
convertiste en el hombre inseguro, atemorizado, el hombre vulnerable, el
elemento mortal, porque olvidaste la poderosa esencia que vive dentro de ti.»
Hubo un tiempo en el que el
hombre conocía su herencia y su linaje; conocía a Dios, no como una esencia
ajena a su ser, sino como el Ser sublime de vida y pensamiento continuo que era
la misma fuerza vital de su Yo divino y eterno. Hubo un tiempo en que el hombre
sabía esto; erigió grandes pirámides para que se mantuvieran en pie a través de
los tiempos y recordaran a la humanidad del «fuego interior», del Dios dentro
del hombre. A pesar de todo lo que ha ocurrido en el curso de la historia, esas
pirámides aún permanecen como símbolos de la grandeza y la divinidad del
hombre.
En los principios del hombre
sobre este plano, cuando aún sabía que él era Dios, vivía en el mismo cuerpo
durante miles de años, porque el poder que daba al cuerpo inmortalidad era la pureza
del pensamiento ilimitado que el hombre expresaba en su estado de ser.
El hombre, Dios-hombre, empezó
a olvidar que él era Dios incluso en su primera experiencia de vida sobre este
plano. ¿Por qué? Porque amaba este maravilloso jardín de juegos en materia; y
experimentar y crear aquí se convirtió en todo lo que realmente importaba. Y en
sus esfuerzos por expresar su creatividad aquí —y mantener el vehículo que le
permitía hacer esto— el hombre, la magnífica criatura de procesos de
pensamiento ilimitado, empezó a experimentar los pensamientos limitados de
supervivencia, celos y posesión.
El ser del hombre —su alma y
espíritu— es eterno. "Nada podrá nunca cambiar eso. Pero el cuerpo que los
dioses crearon para sí de la arcilla de la tierra, es vulnerable a los
pensamientos del ser inmortal que lo ocupa. Cualquier pensamiento que el hombre
acepte y se permita sentir, se manifestará en el cuerpo, pues el cuerpo es la
última parte del reino del hombre y está apoyado por los procesos de
pensamiento del dios que lo habita.
Cuando el Dios-hombre empezó a
experimentar las actitudes de supervivencia, empezó a reducir su poder de
pensamiento que activaba la fuerza vital eterna dentro del cuerpo. Así, el
cuerpo empezó a sucumbir. Cuando el cuerpo empezó a fallar, disminuyó la
capacidad del hombre de razonar a través de su cerebro. Cuando el hombre empezó
a perder su poder de razonar, el miedo empezó a invadir su conciencia. Y cuando
el elemento del miedo se convirtió en una actitud dentro de los procesos de
pensamiento del hombre, el cuerpo empezó a sufrir la fuerza y los efectos del
miedo: malestar, enfermedad, muerte.
Aunque las primeras
civilizaciones en su plano estaban dotadas de una gran iluminación, lo
ilimitado de sus procesos de pensamiento empezó a debilitarse hasta la
limitación a través de la expectativa de la muerte y las actitudes de
supervivencia. Esas actitudes de supervivencia, que surgieron del miedo a la
muerte, se transmitirían a las generaciones futuras en forma de lo que se llama
instintos de supervivencia; pues cualquier cosa que el hombre piensa se
convierte en un patrón dentro de sus estructuras genética y celular.
Los dioses entraron en las
limitaciones de la materia a causa del deseo de experimentar su creatividad a
través de la forma corporal. Pero cuando los dioses, como hombre,
experimentaron actitudes de limitación sobre este plano, se quedaron, sin darse
cuenta, encerrados en la experiencia corporal. Pues cuando cada dios
experimentó la muerte de su primer cuerpo, entró en lo que se llama un vacío.
Este vacío era un lugar, una dimensión de luz, no formaba parte de un
entendimiento consciente de «Dios-conocedor de todo» ni del plano de la
materia. El dios ya no podía volver al plano del pensamiento ilimitado, pues
ahora guardaba dentro de sus procesos de pensamiento la alteración de actitudes
limitadas.
Para continuar avanzando en la
vida, y ya que encontraba este jardín de juegos en materia una experiencia
maravillosa, el dios estaba muy ansioso de volver aquí. Así que volvía en otro
cuerpo a través de la semilla de su propia descendencia, para continuar
expresándose en materia y conciliar todos los pensamientos limitados que había
permitido que alteraran sus procesos de pensamiento en la vida anterior. Pero
al experimentar más los aspectos materiales de este plano, el dios experimentó
mayor alteración y se hundió más profundamente en la limitación. De esta forma
empezó el ciclo de reencarnación sobre el plano de la demostración.
A medida que los dioses volvían
aquí como hombres, una y otra vez, para poder continuar sus aventuras en la
vida, este plano se convirtió gradualmente en su concepto total de la vida, y
ellos olvidaron su linaje y su divinidad. Dejaron de concebir a Dios como la
totalidad, todos los pensamientos. Perdieron el conocimiento de que podían
volver, si lo deseaban, al plano del pensamiento puro, del ser ilimitado, el
plano de conciencia sobre el que se habían expresado desde un principio.
Dedujeron que sólo podían experimentar esferas limitadas, pensamientos
limitados. Así, emergieron otros planos de conciencia expresada, lo que se
llama cielos limitados, esferas limitadas. Allí, después de la muerte del
cuerpo, las entidades que habían olvidado el más grande y simple de todos los
planos podían experimentar la vida de acuerdo con su felicidad y con las
actitudes de su pensamiento colectivo.
Cuando los dioses, como hombre,
dejaron de saber que eran divinos e inmortales, y que todo el poder y todo el
conocimiento habitaban verdaderamente dentro de ellos, comenzaron a ser
vulnerables a los egos de aquellos a su alrededor. Pronto, surgieron entidades
que buscaban elevarse por encima de las otras diciendo que sólo ellas, a través
de sus poderes místicos y de su inmensurable fuente de conocimiento, poseían el
entendimiento de Dios. Como el hombre se había convertido en una criatura
atemorizada, una criatura que seguía al rebaño, estos videntes, profetas y
oráculos buscaron acrecentar su poder proclamando profecías de fatalidad y
peligro. Y si la gente no prestaba particular atención a lo que los videntes
tenían que decir, ellos proclamaban maldiciones y amenazas de condena.
Así nació la religión sobre
este plano, para separar más al hombre de su belleza interna, su Dios eterno. Y
la religión era muy astuta porque no tenía que gobernar y mandar sobre las
gentes con la espada, sólo tenía que perpetuar la enseñanza de que Dios no
estaba a su alcance; que el conocimiento y el poder sobre todas las cosas no
estaban dentro de ellos.
Ahora, el alma es memoria
eterna. Ella recuerda todas las experiencias de todas las vidas. Cualquier cosa
que se le diga al hombre lo suficiente —no importa lo alterado que sea un
entendimiento— a la larga se convertirá en una firme realidad. Pues el hombre,
el tímido buscador de la verdad, deseando tan desesperadamente ser aceptado,
escuchará cualquier disparate. Así que si tú le dices al hombre tantas veces
como sea necesario que Dios está fuera de él, y que él es miserable y malvado
en su alma, estos pensamientos se convierten en entendimientos inquebrantables
dentro de la memoria del alma del hombre, y serán muy difíciles de cambiar. Y
eso es precisamente lo que ha estado ocurriendo durante miles de años sobre
este plano. Estas entidades simples, regresando de una vida a la otra, cayeron
continuamente bajo los auspicios de estas enseñanzas. Y llegaron a estar tan
condicionados por el entendimiento de que ellos eran malvados y que Dios estaba
fuera de sus seres, que llegaron a aceptar, absolutamente, que ellos eran
cualquier cosa menos divinos; y que la única manera de conocer a Dios, de
volver a Dios, era por medio del gobierno de profetas y sacerdotes y
organizaciones religiosas.
Cuando el hombre dejó de
aceptar su propio saber interior como la esencia de la verdad, renunció a su
soberanía y poder y se convirtió en una parte de la masa colectiva, lo que
permitió a religiones y gobiernos de todas las épocas gobernar a la gente como
si se tratara de una sola entidad. Pero no lo son. Todos son dioses únicos con
destinos únicos que satisfacer y aventuras que experimentar. El hombre tiene
derecho a sus aventuras.
Cuando el hombre aceptó la
enseñanza de que es miserable y pecador, y que el Padre está fuera de él, se
apartó completamente de Dios. Y es ese entendimiento y el aceptar esa creencia
lo que ha devuelto al hombre al cuerpo una y otra vez. Pues mientras el hombre
abrigue el pensamiento de que él es todo menos divino, de que el Padre no está
dentro de él, está condenado, en cierto sentido, a nacer un millón de veces,
hasta que se dé cuenta su divinidad y viva, otra vez, en un estado de ser.
La encarnación nunca pretendió
ser una trampa. Nunca pretendió ser eterna. Era simplemente un juego en el cual
participar, una nueva aventura en la exploración de la creatividad y de la
vida. Pero tú te perdiste rápidamente en los sentidos del cuerpo, y tu cuerpo
se convirtió en la totalidad de tu identidad. Te volviste tan inmerso en la
materia de este plano que te convertiste en el hombre inseguro, atemorizado, el
hombre vulnerable, el elemento mortal, porque olvidaste la poderosa esencia que
vive dentro de ti. Así, conociste la muerte, pero te olvidaste de la vida.
Conociste la tristeza, pero te olvidaste de la alegría. Conociste al hombre,
pero olvidaste a Dios, tu inteligencia sublime que te permite crear tus
ilusiones de cualquier manera que elijas.
Todos ustedes han vivido muchas
vidas sobre este plano. Algunos, treinta mil vidas. Otros, diez mil. Otros,
solamente dos. Esas son las veces que has vivido y que has muerto. Y aunque tus
vidas sobre este plano han sido sólo un sueño, un juego, una ilusión en la
aventura de la vida, ellas te han corrompido inmensamente. Has vivido tantas
vidas en las que se te ha recordado, por la familia, la sociedad, la religión y
los poderes gubernamentales, que eres desgraciado y que Dios no está a tu
alcance, que todo ello se ha convertido en la firme realidad de tus procesos de
pensamiento.
Hasta el día de hoy, la mayoría
de ustedes aún no sabe que ustedes son Dios, que poseen en ustedes el poder de
saber y ser todas las cosas. Así pues, dejas que maestros, religiones y demás
gobiernen tu vida e interpreten la verdad por ti. Permites que el entendimiento
de otros complique y confunda la simple verdad que se ha dicho durante años en
tu tiempo: que el Padre y el reino de los cielos están realmente dentro de ti.
¿Qué otra verdad puede escribirse más grande que ésa? Pero muchos de ustedes
que no saben esto, aún piensan que deben entregarse al dogma y a ciertos
mecanismos — rituales, plegarias, cánticos, ayunos, meditaciones— para poder
conectarse con Dios y conseguir la iluminación. Sin embargo, cuanto más haces
estas cosas, más convences a tu alma de que no eres aquello en lo que estás
tratando de convertirte, que estás muy lejos del amor de Dios y del
entendimiento que buscas, pues tienes que realizar arduas tareas para
alcanzarlo.
Ahora, la religión no está
equivocada. Aquellos que han establecido y han llevado adelante las enseñanzas
religiosas, son tus amados hermanos que, en la búsqueda de entender su propia
divinidad, su propio valor y poder, han esclavizado a sus hermanos y, por lo
tanto, se han esclavizado a sí mismos. Lo que ellos han hecho, por perjudicial
que haya sido, ha sido su verdad para su experiencia y entendimiento. Yo soy
amante de toda la gente, incluso de los sacerdotes y videntes, pues ellos
también son Dios.
Practicar rituales y seguir el
dogma no es algo equivocado. Pero nunca lo sentirás completamente correcto
porque la voz dentro de ti —que es Dios— te dice que tú ya eres lo que estás
luchando por alcanzar.
Yo he vuelto aquí simplemente
para decirte que hay un camino mejor. Y también que tú ya eres Dios, y que
nunca has fracasado, que nunca has hecho nada malo. Que no eres una criatura
miserable y maltrecha, ni tampoco un pecador, y que no existe ese maravilloso
disparate llamado diablo. Cuando te des cuenta de estas cosas, entonces podrás
enfocarte en el asunto de ser feliz, que es lo que el Padre es. El Padre no es
una criatura santurrona, meditabunda, lúgubre y enfadada. Él es la esencia que
es alegría completa e infinita.
Yo te digo: Dios está dentro de
ti. Ha estado ahí en todas tus vidas. Tú eres realmente Dios, pues él es la
inteligencia divina y creativa que se aloja dentro de la cavidad de tu ser, la
esencia que te ha amado hasta la experiencia de la limitación, y que te amará
otra vez de regreso hacia lo ilimitado.
La limitación ha sido una
aventura, una experiencia, y la mayoría en este plano la está experimentando
inmensamente. Por desgracia, olvidaste que hay algo mejor, e hiciste de la
limitación un modo de vida. Si solamente supieras que a través del pensamiento
ilimitado podrías trascender el cuerpo y todos los planos y universos, nunca
elegirías ser limitado otra vez. Si solamente supieras eso y te permitieras
recibir y abrazar todos los pensamientos, tendrías alegría y paz en la vida por
encima de tus mayores sueños.
El pensamiento es el máximo
creador. Cualquier cosa que pienses y te permitas sentir se convierte en la
realidad de tu vida. Cada pensamiento que abraces que trascienda el espectro
del pensamiento limitado, así se manifestará para un ensanchamiento o
ampliación de tu vida. Sólo necesitas abrir tus procesos de pensamiento para
aceptar pensamientos incluso más ilimitados, para que así puedas transformarte
de hombre limitado a Dios ilimitado.
Tal como te has convertido en
el conocimiento de que eres miserable en tu ser, si sabes que eres Dios dentro
de tu ser, te convertirás en Dios en tu totalidad. Para poder volver a lo que
ahora se llama el séptimo nivel de entendimiento del pensamiento puro, al
máximo estado de ser —un estado en el cual tú eres el poder máximo de todas las
cosas— lo único que necesitas es saber que el Padre vive dentro de ti. Pues la
memoria de que eres Dios habita dentro del alma de tu ser. Está ahí, latente en
tu alma, esperando ser reconocida, lista para convertirse en una realidad
experimentada. Y se convertirá en ello cuando lo sepas. Cuando sepas que eres
Dios, ese sentimiento de certidumbre creará las experiencias y el entendimiento
que te enseñaran que lo que sabes en tu interior es verdad. Nadie puede darte
ese saber interior. Sólo tú puedes alcanzar ese entendimiento mediante tus
propios procesos de pensamiento y tu ser emocional.
Cuando sabes que tú y Dios son
uno, eliminas de tus procesos de pensamiento las actitudes de separación y te
unes con tu Dios-fuente otra vez. Cuando te das cuenta de que la inteligencia
del Padre, totalmente sabia y conocedora de todo, es todo pensamiento, la base
de todo cuanto existe, y te permites ser todos los pensamientos, entonces eres
todo lo que Dios es, o sea, todas las cosas. Retornas entonces a tu libertad,
tu grandeza y tu gloria. Y ya no tienes que volver a este cielo una y otra vez,
sino que puedes continuar hacia cielos más grandes y aventuras mayores que te
esperan.
Yo te digo: no hay nada que
debas realizar en este plano excepto ser quien tú eres y lo que eres. Pues el
conocimiento de que tú eres Dios se alcanza en un estado de ser, porque Dios es
ser, el Ser de toda la vida. Estar en un estado de ser —un estado de permitirte
a ti mismo simplemente ser quien eres, de cualquier forma que lo expreses— es
ser completamente como el Padre es. Y eso lo puedes alcanzar en un momento; en
un instante está hecho.
Dios es este ahora. El infinito
es este ahora. Ser Dios para siempre es vivir totalmente en la eternidad de
este ahora, pues así es como Dios vive. Simplemente sé. Entonces serás uno con
el Ser y la continuidad de toda la vida, y tu cuerpo se elevará a sí mismo para
convertirse en esa continuidad. Entonces no tienes que morir, sino que puedes trascender
todos los planos hasta el séptimo, que es la conclusión de todas las cosas,
pensamiento. He aquí una gran verdad.
El hombre está empezando a
salir de la limitación porque hay muchos sobre su plano que se están
cuestionando sus vidas y por qué son esclavos de la hipocresía del gobierno,
del dogma, de la sociedad y adonde éstos te van a llevar. Ellos están empezando
a amarse a sí mismos y a los demás lo suficiente como para ver más allá del
velo de la conciencia limitada y elevarse por encima de ella. Están despertando
al entendimiento de que hay una esencia que yace dentro de ellos —y dentro de
toda la gente— que es gentil, amorosa y sabia. Empiezan a darse cuenta de que
todas las profecías, todos los cuentos, y todos los miedos que han gobernado a
la humanidad durante tanto tiempo no se han manifestado; los han sobrevivido a
todos. Ellos se están cuestionando quiénes son, y por qué, si quieren amar a
Dios, deben sentirse aterrorizados por él.
La conciencia en este plano
está cambiando. El entendimiento limitado que ha convertido al hombre en una
criatura bestial generación tras generación, se está despejando para permitirle
al hombre ser la sublime esencia de Dios que él es.
Ya es hora de que llegue una
nueva enseñanza, aunque no es nueva en absoluto. En lo más profundo de tu alma,
sabrás cuál es la verdad, porque la verdad te permitirá ver más allá del
estancamiento de las creencias dogmáticas hacia el firmamento del pensamiento y
el entendimiento que siempre ha estado ahí. En el momento que se quite la soga
de tu cuello, y los sentimientos de alegría salgan a la superficie y se vuelvan
eminentes dentro de tu alma, empezarás a ser ese magnífico Dios que eres en un
estado de ser.
Esta época tuya está llegando a
su fin. Esta ha sido la Era de la Carne. La nueva era está ya en el horizonte y
se llama la Era de la Luz, la Era del espíritu Puro, la Era de Dios. Es la era
en la que el hombre sabe que todos somos iguales y que el reino de los cielos ha
estado siempre dentro de él. La Era de la Luz llevará al hombre de regreso al
pensamiento ilimitado, a un reino sublime de amor, alegría y libertad del ser.
Quienes formen parte del nuevo reino no serán los señores de la guerra ni los
tiranos entre los hombres, sino los heraldos de la paz, que se han elevado
sobre el estancamiento de la limitación para decir: «Yo soy Dios, y amo todo
aquello que veo, pues soy todo lo que veo, y amo lo que soy». Quien llegue a
este entendimiento elevará la totalidad de la conciencia con su luz única y
solitaria. Y, uno por uno, ustedes volverán a un estado de ser ilimitado,
enriquecido con las perlas de la sabiduría que les permitirán crear más
sabiamente en la próxima eternidad.
Tus vidas sobre este plano han
sido una gran ilusión, un gran sueño. Pero despertarás de ese sueño habiendo
aprendido, entendiendo a Dios. Todos lo harán. Un día alzarás la mirada a un
cielo lleno de nubes. Cuando mires al cielo verás un resplandor de luces
brillantes parpadeando por todas partes, y creerás que las estrellas mismas han
bajado a acurrucarse en las nubes. Lo que tú verás es lo que toda la humanidad
va a ver, y ello te ayudara a despertar de tu sueño y a darte cuenta de que
todo lo que yo te estoy enseñando es, de hecho, una gran verdad y una
maravillosa realidad.
* * *
Estudiante: Me gustaría saber
cómo llegamos a separarnos de Dios y de aquello que en nuestros comienzos nos
unía a él. ¿Cómo ocurrió eso?
Ramtha: Al principio de todo,
cuando cada uno de ustedes sabía que era uno con el Padre, tu ego, tu
identidad, era Dios en una unidad singular, y la vida era la aventura emocional
hacia la experiencia de todos los pensamientos, pues Dios es todos los
pensamientos. Tu ego era puro y estaba inalterado, ya que no sostenía actitudes
que limitaran la aceptación del pensamiento — Dios— en tu ser. Sabías que eras
eterno dentro del momento de ser del ahora, y eras ilimitado en tu capacidad de
recibir el pensamiento del Padre, transmutarlo en emoción y manifestar esa
emoción en creatividad.
Todos ustedes eran como niños
pequeños, pues no poseían ninguna actitud que alterara la pureza de sus seres o
limitara su expresión. No conocían el miedo. No conocían juicios de «más» o
«menos». No conocían la competencia, o los celos, o la posesión. No conocían la
muerte. Eran como niños pequeños, pues no habían experimentado ninguna de estas
actitudes.
Ahora bien, ustedes, los
dioses, poseían desde el principio el poderoso impulso de crear, de expresar la
emoción del pensamiento en formas creativas. Y el poder para hacer esto no fue
otorgado a unos más y a otros menos. Todos eran iguales. Pero tan pronto como
empezaron a crear, el espíritu de competencia creció entre ustedes, el impulso
de tomar el pensamiento de la creatividad de otro y expandirlo hasta algo más grande,
para crear más, pensamiento a pensamiento. ¿Por qué crees que hay tantas
especies de flores en su plano? Tú pensarías que con una rosa hubiera sido
suficiente. ¿Y cuántas más mariposas podría haber?
¿Por qué se convirtieron los
dioses en una raza competitiva? Porque en su impulso creativo, empezaron a
contemplar que quizás su creatividad no era tan grande como la de otros. Y así
empezaron a verse más pequeños dentro de su ser. Y para compensar ese
sentimiento de inferioridad, los dioses intentaron superar las creaciones de
los demás. Y cuanto más involucraban sus procesos de pensamiento en la
creatividad competitiva, más se veían a sí mismos como inferiores a la
perfección del Ser, como separados de Dios, que es la igualdad de todas las
cosas.
La separación de la vida y el
entendimiento llamado imperfección aparecen sólo cuando algo es visto como
superior a otra cosa. Sin embargo, en la realidad de la vida, ninguna cosa es
más o menos que ninguna otra. Todas las cosas simplemente existen en una igualdad
del Ser. Por lo tanto, todas las cosas están en un estado de perfección o, más
apropiadamente, en un estado de Ser. Son sólo las actitudes, los pensamientos
colectivos, los que hacen que algo sea menos que la perfección del Ser que
realmente es.
Ahora, tu mayor separación
ocurrió cuando entraste en el cuerpo del hombre. Hasta ese punto, aunque ya
habías empezado a separarte de todas las cosas, aún eras consciente de tu
divinidad y de la inmortalidad de tu ser. Pero cuando descendiste a un cuerpo y
empezaste a experimentar las realidades de la masa celular, te quedaste
atrapado en las funciones de la masa llamada hambre, frío y supervivencia, la
lucha para mantener aquello en lo que te habías convertido. Ahora te habías
entrelazado con la materia celular, que al crearse fue programada para permitir
la supervivencia de la masa. El matrimonio entre un gran ser inmortal y un
mecanismo de masa, orientado hacia la supervivencia de su propia estructura,
alteró inmensamente el estado de ser de tu ego. Fue entonces cuando nació «el
árbol del conocimiento», el ego alterado. Y fue la experiencia de las emociones
del miedo, la competitividad y los celos sobre este plano, grabadas en tu alma
y programadas en la estructura celular de tu cuerpo, lo que intensificó aún más
tu ego alterado, que a su vez alteró más el conocimiento de que eras divino,
inmortal y uno con toda la vida.
Estudiante: Aún no comprendo
por qué los dioses, que siempre habían sabido que eran eternos, acabaron
creyendo que morirían. ¿Cómo llegaron a aceptar la idea de la muerte en primer
lugar?
Ramtha: Ellos aceptaron y
entendieron los procesos de cambio —lo que tú llamas muerte— a partir de las
mismas cosas que habían creado. Muchos de los seres que se crearon aquí fueron
diseñados para alimentarse unos de otros, pues la sustancia que cada creación
requería para sustentarse debía ser de la misma sustancia que ella misma. Es lo
que tú llamas una cadena alimenticia. Así que la flora se convirtió en alimento
para los animales que los dioses habían creado. Y cuando los animales se
comieron las plantas, los dioses que las crearon vieron, con horror, que sus
creaciones habían desaparecido ante sus ojos y se habían transmutado en otra
energía. Estos animales, entonces, serían alimento de otros animales creados por
otro dios para que fueran más fuertes que los primeros, y así sucesivamente.
Fue la manera que eligieron los dioses para competir unos con otros. Era de lo
más humillante que tu creación fuera comida y digerida por la creación de otro
dios.
Y la muerte se entendió mucho
más, maestro, mediante el proceso de diseñar y evolucionar el cuerpo del
hombre. Para poder perfeccionar la criatura llamada hombre, los dioses se
convirtieron en parte de él, tal como lo habían hecho con todo aquello que
habían creado aquí. Como las primeras versiones del hombre no fueron criaturas
muy ágiles, los animales hacían presa de ellas continuamente, y lo encontraban
un manjar. Así que debido a esto los dioses experimentaron y entendieron la
acción llamada muerte. Ese entendimiento les facilitó mejorar sus cuerpos para
hacerlos más resistentes frente a la muerte a manos de sus propias creaciones,
los animales de naturaleza carnívora.
Ahora, el romance entre el
hombre y un Dios fuera de su ser empezó cuando los dioses se enamoraron de este
plano, con su deseo de experimentar e interactuar con todas las cosas que
habían creado aquí. Los dioses habían sido las plantas. Habían sido los
animales, los insectos. Lo habían sido todo. Pero poseer una forma que tuviera
dominio sobre todas las cosas, eso era su amor más grande y su máxima creación.
Cuando los dioses finalmente se
transformaron en hombre y mujer —y enfocaron toda su atención en esquivar y
escapar de sus creaciones— se convirtieron en un estado alterado de vida. Lo
irónico fue que aunque lograban huir de los animales que los acechaban, no
podían escapar de las actitudes de supervivencia que empezaban a absorber su
conciencia. Fueron sus actitudes de supervivencia y el miedo a la muerte, lo
que a la larga destruyó sus cuerpos, pues lo que uno teme, en eso se
convertirá.
Sabes, de todo cuanto los
dioses crearon, nada es tan devastador como la creación llamada miedo, pues
bajo su sombra nada puede expresar la vida. Ahora, cuando los dioses, como
hombre, experimentaron la muerte, su única realidad y su único deseo fue
continuar experimentando este paraíso de materia y seguir creando en este reino
por satisfacción, ya que sus egos eran formidables. Por lo tanto, los dioses
regresaban ansiosos para ser mejores y mejores, para conciliar la inferioridad
que habían percibido en sí mismos y para expresar superioridad en su
creatividad aquí. A través de la actitud y el deseo de llegar a ser mejores, se
identificaron tanto con la materia de este plano que olvidaron que eran divinos
e inmortales y se convirtieron en objetos mortales. Pero, por desgracia, el
entendimiento de que eran uno con toda la vida empezó a perderse en los
principios de la creación —incluso antes de que los dioses tuvieran un romance
con este plano— gracias a la competencia y los pensamientos de superioridad.
Te digo esto, maestro: tu
unidad está, verdaderamente, a un solo instante de distancia, a un suspiro.
Cuando tú, en las profundidades de tu ser, ya no quieras estar separado de
ninguna cosa, nunca más lo estarás. Es simplemente tu actitud, tu pensamiento
limitado, tu identidad alterada, lo que te ha separado de la totalidad del
pensamiento. Cuando vuelvas a la totalidad del pensamiento por medio de
despojarte de todo juicio en contra de tu pensamiento, ya nunca más estarás
perdido o separado. Entonces serás una luz para muchos otros que encontrarán su
camino de vuelta hacia una alineación con el Padre.
Estudiante: Ramtha, yo puedo
entender que todos somos de hecho perfectos, que somos Dios y que viviremos
para siempre. Pero eso no parece disminuir el sentimiento que tengo a veces de
que debo tener cuidado y protegerme. ¿Cómo puedo superar esta ilusión que tengo
de mí mismo, este sentimiento de que debo ser precavido, que parece inhibirme
de expresar libremente lo que realmente soy?
Ramtha: Sabes, maestro, los
animales están dotados de maravillosos mecanismos para su conservación: los
instintos primarios de supervivencia que han sido programados en sus
estructuras celulares para que puedan vivir, experimentar y evolucionar. Los
seres humanos también están dotados de instintos primarios, que han sido
transmitidos genéticamente a través de su semilla. Los instintos de
supervivencia del hombre están inmersos dentro de las estructuras celulares del
cuerpo para que pueda protegerse a sí mismo, ya que el ser humano nace desnudo.
No tiene colmillos, ni cuernos, ni destreza en sus miembros, o agilidad en sus
pies; carece de oído agudo y buena visión. Es una entidad autosuficiente,
extraordinaria y sumamente refinada, cuyos mayores instintos de conservación
son la precaución y el aislamiento. La humanidad está dotada de estos
instintos, pues si no los tuviera, no habría sobrevivido para convertirse en la
maravillosa masa creativa, pensante y evolutiva que realmente es.
Cuando tú, al igual que todos
los demás aquí, elegiste perder tu libertad de espíritu para poder experimentar
la densidad de la materia, te entrelazas con sus patrones genéticos e
instintivos, una de las condiciones para expresarse a través de la materia de
este plano. Por eso ser hombre implica vivir en manada, ser miedoso, indeciso y
muy precavido. Esto es una gran verdad.
La precaución no es una
ilusión, es una condición para vivir aquí como hombre. Eso no es algo por lo
que tengas que pedir perdón en tu ser, sino aceptarlo como un instinto
necesario para la preservación de tu cuerpo. Pero lleva este entendimiento más
lejos. Ahora que te has dado cuenta de que tu cuerpo te ha protegido para poder
permitir que la diminuta y maravillosa chispa creativa que tú eres evolucionara
hasta aquí, es tiempo de que vayas más allá de la carne, hasta los aspectos
inmortales de tu alma y tu espíritu. Ahora es el momento, si tú quieres, de que
el espíritu de tu ser tome posesión de tu cuerpo y lo proteja, a través del
entendimiento del pensamiento ilimitado.
Lo que tienes que hacer ahora
es llegar a ser tú, el Dios que tú eres, constante, seguro, soberano, Yo Soy. Y
la única ilusión que debes dominar, es la de que tú no tienes la capacidad de
convertirte en eso. ¿Y cómo te deshaces de esa ilusión? Simplemente
eliminándola de tus procesos de pensamiento. Cualquier cosa que hagas en
pensamiento y en sentimiento, es realidad, aunque nunca llegue a manifestarse
en la realidad de esta dimensión. En el momento en que hayas abrazado el
pensamiento de que tú eres Dios, el principio Yo Soy, te habrás convertido en
ello.
Ama lo que eres, maestro.
Ámalo. Sabe que eres eterno. Sábelo. Siéntelo. Abraza este pensamiento. Cuando
la herencia instintiva que te ha protegido a lo largo de todos los tiempos se enfrente
al conocimiento de que eres, de hecho, inmortal en vez de mortal, de que eres
Dios ilimitado y no hombre limitado, tu alma transmitirá este pensamiento
ilimitado a la masa celular de tu cuerpo, y la masa celular se sentirá
jubilosa. Entonces tu cuerpo se adaptará felizmente a los pensamientos
ilimitados del gran Dios que lo ocupa. Y al igual que tu cuerpo ha contado con
la incertidumbre y la precaución para su existencia instintiva, tendrá ahora a
Dios ilimitado dentro de sus células, de forma que la materia del cuerpo pueda
unificarse y alinearse con la totalidad de Yo Soy Dios.
Ser más «tú», maestro, es
simplemente llegar más allá de las fronteras de tu incertidumbre. Y cuando tú,
que has vivido bajo la protección del cuerpo, tomes el dominio sobre todo
aquello que está dentro de tu entendimiento, el cuerpo lo seguirá felizmente.
Ámate, maestro, plenamente. Ama
la vida, la totalidad de ella. Al hacerlo volverás a tu unidad, te lo aseguro,
basta simplemente una actitud y un solo instante. Eso es todo lo que hace
falta. Simplemente saberlo.
Más que Hermosos mensajes querida Noor, entonces sabiendi eso, actuando como tal, esforzandose y entendiendo Todo, que pasa con las energías negativas? Con lo Oscuro etceetcé que terrenalmente a veces hace daño, entiendo lo del Dios interni pero habrá que desarrollar lo que ni esta desarrollado por tantos errores y dogmas que tenemos encima no es así?
ResponderEliminarCuando uno vive en una vibracion elevada es imposible que la negatividad le afecte de alguna manera. Por otro lado, no entiendo de donde sacas que tenemos errores y dogmas encima? Yo no tengo ninguno.
Eliminar