Muchos
científicos creen que el universo empezó como un agujero negro que explotó.
Todavía vivimos en un universo en expansión que es el resultado de esa
explosión.
No
obstante, otra teoría del «Big Bang», quizás menos ortodoxa pero mucho más cercana
a mis propias creencias y también a mi sendero personal, nos indica que Dios
«explotó» en forma de almas. Cada alma fue creada al mismo tiempo y cada alma
es un pedazo de Dios. Cada alma es un átomo del cuerpo de Dios. Dios se expresó
como almas buscando compañía, comprensión y experiencia. Cada alma contiene una
consciencia en miniatura, tanto de sus orígenes como de la totalidad del
Creador. Cada uno de nosotros es una de esas almas que fue creada en el
comienzo.
Al
crearse las almas, recibieron libre albedrío y todos los demás atributos de
Dios, tales como la imaginación creativa y el poder de manifestación. Esa
imaginación era la misma por la que Dios manifestó la Creación, y las almas
tenían su misma capacidad creadora para su propia diversión. A través de
patrones creados en la imaginación, las almas proyectaban su fuerza psíquica
divina a las formas materiales, principalmente con un fin lúcido.
A
medida que las almas se dedicaron más a la creación material, ocurrieron dos
cosas. En primer lugar, concentraron más energía en el nivel físico de
vibración, entremezclándose con las formas materiales que evolucionaban sobre
la tierra, y tomaron formas físicas. En este proceso se desarrollaron los
cuerpos humanos y gradualmente desarrollaron los cinco sentidos con los que
poder interactuar con el nivel físico de existencia.
En
segundo lugar, a medida que prestaban más atención al nivel físico de
vibración, fue mermando poco a poco su consciencia del nivel espiritual. Las
almas quedaron hipnotizadas por la realidad sensorial de sus propios cuerpos y
olvidaron su origen. Así, las almas quedaron atrapadas en cuerpos, en una
existencia sensorial sobre el planeta. Desde entonces, las almas se han
dedicado a aprender, a través de su interacción con el mundo material, cómo
redescubrir y reclamar su herencia como almas espirituales, como compañeros y
co-creadores con Dios.
El tema
de alejarse de Dios, cayendo en la ilusión de la materialidad y buscando el
camino de vuelta, es universal. Algunas tradiciones de los indios de
Norteamérica hablan de un vago recuerdo de provenir de poderosos seres del
espacio y de una cierta sensación de sentirse abandonados en cuerpos terrenos.
La alegoría platónica de la cueva, desde el punto de vista filosófico, evoca un
tema similar; habla de seres que antaño vivieron en un mundo de luz, pero que
se adentraron tanto en la oscuridad de una cueva, que no supieron volver a
salir. Con el tiempo olvidaron la luz y confundieron las sombras que se
proyectaban en la cueva por la luz exterior con la realidad.
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