Cuanto antes digamos "Está bien" y nos dejemos llevar, antes alcanzaremos el estado de iluminación. Sí, así de simple y tan complicado a la vez.
Exploremos
un poco más este enfoque transformador.
La idea es que, en lugar de tratar de controlar las
acciones de otras personas, simplemente digamos "bueno, está bien" y fluyamos con
ello, dejándonos llevar. Esta es una maravillosa práctica arraigada en la ley
del desapego que sin duda nos puede ayudar y mucho a avanzar en nuestro camino
espiritual.
Al liberarnos
de nuestro estricto control sobre cómo pensamos que deberían ser las cosas,
podemos encontrar una mayor paz y bienestar emocional, que a su vez nos conduce
a un estado de "no pensamiento", que es el paso estrictamente
necesario para avanzar.
En
esencia, la ley del desapego nos enseña a aceptar situaciones y relaciones tal
como son, sin imponer nuestras expectativas o deseos. Es una práctica de dejar
que las cosas evolucionen naturalmente, en lugar de obligarlas a ajustarse a
una noción o resultado preconcebido.
Desde la
perspectiva de la neurociencia, practicar la ley del desapego puede
reconfigurar nuestro cerebro, al quedar implicada una reducción de en la activación de nuestra amígdala, el
centro del miedo del cerebro, que a menudo se desencadena cuando se percibe una
pérdida de control por pequeña que sea. Todos los pensamientos negativos están relacionados
con el miedo a algún nivel y éste con la pérdida de control. Al adoptar un
enfoque imparcial, reducimos las respuestas de estrés y ansiedad, fomentando un
estado mental más tranquilo y racional.
Estos son
los conceptos básicos:
No
intentes cambiar a las personas; acéptalas como son.
Deja ir
las expectativas y acepta las sorpresas de la vida. Fluye con ella y no contra
ella.
Evita
controlar los resultados; confía en el proceso.
Deja de
predecir el futuro y solo vive en el presente, el AHORA.
Suelta la
necesidad de tener siempre la razón y da la bienvenida a las nuevas
posibilidades.
En
esencia, consiste en aceptar las incertidumbres de la vida con una mente
tranquila y abierta, lo que conduce directamente a la paz interior, a una mejor
salud mental y felicidad en general.
Veamos cómo
utilizar el método.
1. Reconocer los factores
desencadenantes
El primer
paso es identificar qué desencadena específicamente nuestra necesidad de
control. Esta fase de autoconciencia es vital. Implica una introspección
profunda para comprender las causas subyacentes de nuestro comportamiento
controlador. Estos desencadenantes podrían manifestarse de diversas formas:
Patrones de relación: Es posible que uno se
sienta ansioso o angustiado cuando su pareja pasa tiempo fuera o no responde de
inmediato a los mensajes. Esto podría deberse al miedo al abandono o a la falta
de confianza en uno mismo.
Miedo al futuro: Las preocupaciones sobre
las incertidumbres en el ámbito laboral o de estudios, y las relacionadas con
el estado de salud o de vida personal, pueden llevar al deseo de microgestionar
cada detalle, debido al miedo a lo desconocido.
Inseguridades del pasado: Los traumas del pasado o
las experiencias negativas, como la traición o la pérdida, pueden desencadenar
la necesidad de controlar los escenarios actuales para evitar que se repita el
dolor o sufrimiento del pasado.
Al reconocer
estos factores desencadenantes, no intentamos juzgarnos a nosotros mismos, sino
comprender y reconocer nuestros patrones.
2. Practicar el desapego
Una vez
que somos conscientes de nuestros particulares factores desencadenantes, el
siguiente paso es practicar el soltar. Soy consciente que es más fácil decirlo
que hacerlo, ya que requiere un esfuerzo consciente:
Pausa consciente: Al sentir la necesidad de
controlar una situación, debemos tomarnos un momento para hacer una pausa. Esta
pausa puede ser una respiración profunda o un paso atrás para evaluar por qué sentimos
esa necesidad de controlar.
Afirmación: Podemos utilizar una simple afirmación como decir "Está
bien" como señal para liberar el control. Es un recordatorio verbal de que
aunque nada está en nuestras manos, todo está perfectamente bien.
Debo aclarar
que no se trata de indiferencia sino de elegir sabiamente las luchas y
concentrar nuestra energía donde pueda ser más efectiva.
3. Replantear nuestra perspectiva
Cambiar nuestra
perspectiva es fundamental. Se trata de cambiar nuestra forma de pensar y
controlar a la comprensión:
Empatía sobre el control: Intentemos comprender las
perspectivas y motivaciones de los demás, en lugar de intentar cambiarlas para
que se ajusten a nuestra narrativa interna.
Aceptación: Aceptemos a las personas y
las situaciones tal como son, no como nosotros queremos que sean. Esta
aceptación no es pasiva sino una elección activa para forzar el cambio.
Equilibrar el esfuerzo y la
rendición: Sepamos
cuándo esforzarnos y cuándo es mejor dar un paso atrás. Se trata de encontrar
la armonía entre dar lo mejor de nosotros mismos y permitir que las cosas se
desarrollen de forma natural.
4. Desarrollar la resiliencia
emocional
Este paso
consiste en sentirse cómodo con la incertidumbre y la decepción:
Cultivar la flexibilidad: Es necesario aprender a
adaptarse a situaciones cambiantes sin sentirnos derrotados. Comprender que el
cambio es una constante y ser flexible es clave para la resiliencia.
(resiliencia: Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente
perturbador o un estado o situación adversos.)
Manejo de expectativas: Establecer expectativas
realistas para nosotros mismos y para los demás. Reconocer que la perfección es
una ilusión y que los defectos y los contratiempos forman parte de la vida. Los
que hemos vivido ya muchos años sabemos que la vida tiene muchos, que digo, muchísimos
contratiempos que nos asaltan continuamente, porque NO hemos venido a ser
felices sino a ILUMINARNOS.
Encontrar fuerza en la
vulnerabilidad: Aceptar que la fuerza viene con la vulnerabilidad. Reconocer nuestros
miedos y decepciones es parte del desarrollo de la resiliencia.
5. Práctica diaria
Incorporar
estos pasos a nuestra rutina diaria es fundamental:
Consistencia: Convirtamos en un hábito
diario reconocer los factores desencadenantes y practiquemos el desapego. La
coherencia es clave para transformar esta práctica en una respuesta natural y
si llevamos la práctica a pequeñas situaciones, estaremos preparados para
afrontar las grandes situaciones cuando éstas nos asalten.
Reflexión: Dediquemos tiempo (no
demasiado) cada día a reflexionar sobre los momentos en los que pusimos en
práctica el método para reconocer nuestro progreso y las áreas donde necesitamos
una mayor práctica.
Atención plena: Podemos practicar la atención
plena a través de la meditación, la oración o incluso el dibujo o escribir en
un diario. Estas prácticas nos permitirán mantenernos conectados con nuestro yo
interior y tener una perspectiva mucho más positiva.
Estas simples
indicaciones son una verdadera herramienta para obtener libertad emocional y paz. Al practicar,
aprenderemos a navegar a través de las complejidades de las relaciones y de la
vida en general con una nueva sensación de calma y claridad.
Está bien no
tener el control de todo en nuestra vida. De hecho, está más que bien porque es
liberador.
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