ORACIÓN MILAGROSA
Virgen Inmaculada, sabemos que siempre y en todas
partes estás dispuesta a escuchar las
oraciones de tus hijos desterrados
en
este valle de lágrimas, pero sabemos también,
que tienes días y horas en los que te complaces
en esparcir más abundantemente los tesoros de tus gracias.
Y bien, oh María, henos aquí postrados delante de
Ti, justamente en este día y hora bendita, por Ti elegida para la manifestación
de tu Medalla. Venimos a Ti, llenos de inmensa gratitud y de ilimitada
confianza en esta hora por Ti tan querida, para agradecerte el gran don que nos
has hecho dándonos tu imagen, a fin que sea para nosotros testimonio de afecto
y prenda de protección.
Te prometemos, que según tu deseo, la santa
Medalla será el signo de tu presencia junto a nosotros, será nuestro libro en
el cual aprenderemos a conocer, según tu consejo, cuánto nos has amado, y lo
que debemos hacer para que no sean inútiles tantos sacrificios tuyos y de Tu
Divino Hijo. Sí, Tu Corazón traspasado, representado en la Medalla, se apoyará
siempre sobre el nuestro
y lo hará palpitar al unísono con el tuyo.
Lo
encenderá de amor a Jesús y lo fortificará
para llevar cada día la cruz detrás
de Él.
Ésta es tu hora, oh María, la hora de tu bondad
inagotable, de tu misericordia triunfante, la hora en la cual hiciste brotar,
por medio de tu Medalla, aquel torrente de gracias
y de prodigios que inundó la tierra.
Haz, oh Madre, que esta hora que te recuerda la
dulce conmoción de Tu Corazón, que te movió a venirnos a visitar y a traernos
el remedio de tantos males, haz que esta hora sea también nuestra hora, la hora
de nuestra sincera conversión, y la hora en que sean escuchados plenamente
nuestros votos.
Tú, que has prometido justamente en esta hora
afortunada, que grandes serían las gracias para quienes las pidiesen con
confianza: vuelve benigna tu mirada a nuestras súplicas.
Nosotros te confesamos no merecer tus gracias,
pero, a quién recurriremos oh María, sino a Ti, que eres nuestra Madre, en
cuyas manos Dios ha puesto todas sus gracias? Ten entonces piedad de nosotros.
Te lo pedimos por tu Inmaculada Concepción, y por el amor que te movió a darnos
tu preciosa Medalla. Consoladora de los afligidos, que ya te enterneciste
por nuestras miserias, mira los males que nos oprimen.
Haz que tu Medalla derrame sobre nosotros y sobre
todos nuestros seres queridos tus benéficos rayos: cure a nuestros enfermos,
dé
la paz a nuestras familias, nos libre de todo peligro.
Lleve tu Medalla alivio al que sufre, consuelo al
que llora, luz y fuerza a todos. Especialmente te pedimos por la conversión de
los pecadores, particularmente de aquéllos que nos son más queridos.
Recuerda que por ellos has sufrido, has rogado y
has llorado. Sálvanos, Refugio de los pecadores, a fin de que después de
haberte todos amado, invocado y servido en la tierra, podamos ir a agradecerte
y alabarte eternamente en el Cielo. Amén.
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