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martes, 16 de octubre de 2018

LA ENFERMEDAD

A menudo nos preguntamos por qué la enfermedad destroza vidas y familias enteras, y en muy pocas ocasiones encontramos ese por qué.

La enfermedad es como una escoba que barre las acumulaciones de actitudes y emociones negativas y debemos ser conscientes de ello en cada ocasión. Asimismo, la enfermedad puede brindar también una oportunidad para aminorar la marcha, reposar y apreciar la vida incluso en medio del sufrimiento.

A veces, cuando el cuerpo empieza a perder el equilibrio, puedes eliminar la enfermedad antes de que eche raíces, descansando el cuerpo y la mente. Pero si a pesar de eso aparece un resfriado o una gripe, no le des demasiada importancia. Intenta no adoptar la postura de víctima, como si el microbio te hubiera escogido a ti personalmente. Hay mucha gente que está enferma; recordándolo puedes situar tu sufrimiento en la perspectiva adecuada y desarrollar compasión por la familia humana a la que perteneces.

Nada es permanente, incluida la enfermedad, aunque te parezca que vayas a encontrarte mal eternamente. Recuerda que, tarde o temprano, el malestar desaparecerá. Cuando estés enfermo, busca algo que te haga sentir bien. Medita mientras estés echado en la cama, lee un libro inspirador o escucha música relajante e elevadora. Si te encuentras demasiado mal para esto, mira por la ventana con humildad y gratitud, observa las sombras que la luz proyecta en tu habitación, escucha los sonidos de la actividad que se desarrolla fuera. Si tienes síntomas desagradables como náuseas, no te anticipes pensando que al cabo de un rato puedes volver a sentir más dolor o malestar.

Tranquilízate y limítate a percibir cada sensación de manera relajada. Si debes pasar un tiempo en cama, coloca cerca algún objeto inspirador que te proporcione consuelo, como una fotografía o una flor fresca. Debes preocuparte de ti y de tu salud. Este es un consejo obvio, entonces, cómo es posible que lo ignoremos? Hay cosas sencillísimas, como darnos un baño cuando estamos agotados, que pueden resultar muy beneficiosas y reconfortantes para cuerpo y mente.

También hay gente muy imprudente con su salud. Otros creen erróneamente que cuidar de sí mismos es egoísta. Pero esta actitud no es sino apego al yo, egoísmo. La actitud correcta consiste en amarnos a nosotros mismos, sin apego. Primero hemos de saber qué es el verdadero amor por uno mismo, porque de otro modo nunca podremos amar a los demás.

Cuando la gente se pone gravemente enferma, su estado de ánimo suele decaer. Es posible que se sientan culpables de haber causado su propia enfermedad o que otros los convenzan de ello. El sentimiento de culpa no ayuda a curarse. Si descubres algo en tu estilo de vida que ha causado directamente la enfermedad, alégrate. En ese caso, tu reacción debería ser: He sido descuidado, pero ahora estoy motivado para cambiar.

Sin embargo, pese a que el apego al yo es la causa definitiva del sufrimiento y la enfermedad, la ley del karma dice que cada acontecimiento puede tener un número infinito de causas. Es posible que no seamos capaces de identificarlas todas, pero basta con que reconozcamos que somos humanos y que estamos enfermos. La actitud correcta es estar decidido a curarse.

En la medida de lo posible, no seas demasiado solemne respecto a la enfermedad, aunque ésta sea grave. Cuando la tristeza y la desgracia te asalten, es aconsejable tomárselo con un poco de humor. Si eres capaz de estar alegre en un momento crítico, tu valor puede servir de inspiración, tanto para ti como para los demás.

Reflexiona para decidir cuál podría ser el mejor tratamiento y no rechaces ningún enfoque que creas puede ser útil, venga de la disciplina que venga. A veces la gente que empieza a practicar la meditación cree que debe rechazar los medicamentos o las ventajas de la ciencia moderna, con la creencia errónea de que deben confiar únicamente en su mente, sin recurrir a ayudas externas. Pero hasta los más expertos meditadores del budismo tibetano recomiendan los medicamentos «externos». No tiene nada de malo tomar píldoras si éstas pueden ayudarnos. Cuando estamos enfermos el equilibrio resulta muy útil. Si necesitas guardar cama, no te agobies y descansa.

Por otra parte, aun cuando se trate de una enfermedad grave, no te tomes demasiado en serio los conceptos de recuperación impuestos por otros o por ti mismo. Es sorprendente lo poco que tardamos en empezar a movernos de nuevo, incluso después de habernos sometido a una intervención quirúrgica. Si tenemos una mente sana y positiva podremos recuperarnos rápidamente de cualquier enfermedad. La mente es como un general valeroso que reúne a sus soldados derrotados y los conduce a la victoria.

Si te sientes solo debido a tu enfermedad, esfuérzate por salir de tu aislamiento. Habla con tus amigos, tu familia o cualquiera que tengas cerca. Levántate y vuelve al mundo. Ésa es la mejor medicina. Si no puedes levantarte o te encuentras muy mal, coge el teléfono y llama a alguien (un amigo, un pariente, un sacerdote o un asistente social). Si puedes, lee un libro inspirador, escucha música alegre, contempla la belleza de las flores o un cuadro, aprecia la belleza de la luz que entra por la ventana. Si no tienes ocasión de observar nada inspirador, piensa en algún ser amado o en algo agradable y disfruta de ese pensamiento. Si tu mente está disfrutando, te encuentras más cerca de la curación. También podrías pensar en otras personas que están enfermas.

Imagina que tu sufrimiento hace que el suyo sea más soportable, que de algún modo tú puedes liberarlos de su sufrimiento asumiendo sus preocupaciones y metiéndolas en tu dolor. Se trata de una meditación budista sobre la compasión que cualquiera puede utilizar y, así, aligerar la carga de sus propias emociones. En algunos casos, su poder de liberación podría ayudarte a superar la  enfermedad.

No luches contra la ira, el desánimo o el miedo si éstos surgen, por muy fuertes o persistentes que sean, pues la paciencia puede hacer que hasta las más turbulentas emociones se conviertan en energía curativa. Si estás impaciente, considera también tu impaciencia como algo positivo porque significa que quieres reponerte.

Esta actitud amable se puede extender incluso a la enfermedad que anidará en tu cuerpo hasta que te cures. El budismo concibe el cuerpo como una tierra maravillosamente pura. Hay una meditación budista que honra incluso a las bacterias que habitan en el cuerpo sano. Si tenemos un virus o una infección, el objetivo es eliminarlos, pero no debemos rechazarlos ni sentirnos contaminados. Podemos reconocer que una peligrosa enfermedad comparte nuestro cuerpo sin identificarnos excesivamente con ella.

No todas las enfermedades pueden curarse o «arreglarse». Después de todo, el cuerpo no es más que una casa de huéspedes donde nos instalamos durante un periodo determinado de tiempo, pero que finalmente tenemos que abandonar. Todos morimos. Pero, aun en el caso de que sólo nos queden unos meses o unos días de vida, podemos pensar que la enfermedad terminal es una oportunidad. Saber que nos estamos muriendo podría ser una gran suerte, porque ello nos brindaría la posibilidad de afligimos plenamente por nosotros mismos y abrirnos de una forma que quizá nos resultaba difícil cuando gozábamos de buena salud. Podríamos decir a nuestros seres queridos lo mucho que los amamos, reparar relaciones que se habían deteriorado y valorar los pequeños momentos de vida que nos quedan.

La propia muerte puede significar una profunda liberación. Aun cuando las circunstancias que conduzcan a ella sean muy difíciles o físicamente dolorosas, es posible hallar la paz. Todo en la vida, incluso la muerte, puede ser una liberación.

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