A menudo
nos preguntamos por qué la enfermedad destroza vidas y familias enteras, y en
muy pocas ocasiones encontramos ese por qué.
La
enfermedad es como una escoba que barre las acumulaciones de actitudes y
emociones negativas y debemos ser conscientes de ello en cada ocasión. Asimismo,
la enfermedad puede brindar también una oportunidad para aminorar la marcha,
reposar y apreciar la vida incluso en medio del sufrimiento.
A
veces, cuando el cuerpo empieza a perder el equilibrio, puedes eliminar la enfermedad
antes de que eche raíces, descansando el cuerpo y la mente. Pero si a pesar de
eso aparece un resfriado o una gripe, no le des demasiada importancia. Intenta
no adoptar la postura de víctima, como si el microbio te hubiera escogido a ti
personalmente. Hay mucha gente que está enferma; recordándolo puedes situar tu
sufrimiento en la perspectiva adecuada y desarrollar compasión por la familia
humana a la que perteneces.
Nada es
permanente, incluida la enfermedad, aunque te parezca que vayas a encontrarte
mal eternamente. Recuerda que, tarde o temprano, el malestar desaparecerá. Cuando
estés enfermo, busca algo que te haga sentir bien. Medita mientras estés echado
en la cama, lee un libro inspirador o escucha música relajante e elevadora. Si te
encuentras demasiado mal para esto, mira por la ventana con humildad y
gratitud, observa las sombras que la luz proyecta en tu habitación, escucha los
sonidos de la actividad que se desarrolla fuera. Si tienes síntomas desagradables
como náuseas, no te anticipes pensando que al cabo de un rato puedes volver a
sentir más dolor o malestar.
Tranquilízate
y limítate a percibir cada sensación de manera relajada. Si debes pasar un tiempo
en cama, coloca cerca algún objeto inspirador que te proporcione consuelo, como
una fotografía o una flor fresca. Debes preocuparte de ti y de tu salud. Este
es un consejo obvio, entonces, cómo es posible que lo ignoremos? Hay cosas sencillísimas,
como darnos un baño cuando estamos agotados, que pueden resultar muy
beneficiosas y reconfortantes para cuerpo y mente.
También
hay gente muy imprudente con su salud. Otros creen erróneamente que cuidar de
sí mismos es egoísta. Pero esta actitud no es sino apego al yo, egoísmo. La
actitud correcta consiste en amarnos a nosotros mismos, sin apego. Primero
hemos de saber qué es el verdadero amor por uno mismo, porque de otro modo
nunca podremos amar a los demás.
Cuando
la gente se pone gravemente enferma, su estado de ánimo suele decaer. Es
posible que se sientan culpables de haber causado su propia enfermedad o que
otros los convenzan de ello. El sentimiento de culpa no ayuda a curarse. Si
descubres algo en tu estilo de vida que ha causado directamente la enfermedad,
alégrate. En ese caso, tu reacción debería ser: He sido descuidado, pero ahora estoy motivado para cambiar.
Sin
embargo, pese a que el apego al yo es la causa definitiva del sufrimiento y la
enfermedad, la ley del karma dice que cada acontecimiento puede tener un número
infinito de causas. Es posible que no seamos capaces de identificarlas todas,
pero basta con que reconozcamos que somos humanos y que estamos enfermos. La
actitud correcta es estar decidido a curarse.
En la
medida de lo posible, no seas demasiado solemne respecto a la enfermedad,
aunque ésta sea grave. Cuando la tristeza y la desgracia te asalten, es
aconsejable tomárselo con un poco de humor. Si eres capaz de estar alegre en un
momento crítico, tu valor puede servir de inspiración, tanto para ti como para
los demás.
Reflexiona
para decidir cuál podría ser el mejor tratamiento y no rechaces ningún enfoque
que creas puede ser útil, venga de la disciplina que venga. A veces la gente
que empieza a practicar la meditación cree que debe rechazar los medicamentos o
las ventajas de la ciencia moderna, con la creencia errónea de que deben
confiar únicamente en su mente, sin recurrir a ayudas externas. Pero hasta los
más expertos meditadores del budismo tibetano recomiendan los medicamentos
«externos». No tiene nada de malo tomar píldoras si éstas pueden ayudarnos. Cuando
estamos enfermos el equilibrio resulta muy útil. Si necesitas guardar cama, no
te agobies y descansa.
Por
otra parte, aun cuando se trate de una enfermedad grave, no te tomes demasiado
en serio los conceptos de recuperación impuestos por otros o por ti mismo. Es
sorprendente lo poco que tardamos en empezar a movernos de nuevo, incluso
después de habernos sometido a una intervención quirúrgica. Si tenemos una
mente sana y positiva podremos recuperarnos rápidamente de cualquier
enfermedad. La mente es como un general valeroso que reúne a sus soldados
derrotados y los conduce a la victoria.
Si te
sientes solo debido a tu enfermedad, esfuérzate por salir de tu aislamiento. Habla
con tus amigos, tu familia o cualquiera que tengas cerca. Levántate y vuelve al
mundo. Ésa es la mejor medicina. Si no puedes levantarte o te encuentras muy
mal, coge el teléfono y llama a alguien (un amigo, un pariente, un sacerdote o
un asistente social). Si puedes, lee un libro inspirador, escucha música
alegre, contempla la belleza de las flores o un cuadro, aprecia la belleza de
la luz que entra por la ventana. Si no tienes ocasión de observar nada inspirador,
piensa en algún ser amado o en algo agradable y disfruta de ese pensamiento. Si
tu mente está disfrutando, te encuentras más cerca de la curación. También
podrías pensar en otras personas que están enfermas.
Imagina
que tu sufrimiento hace que el suyo sea más soportable, que de algún modo tú
puedes liberarlos de su sufrimiento asumiendo sus preocupaciones y metiéndolas
en tu dolor. Se trata de una meditación budista sobre la compasión que
cualquiera puede utilizar y, así, aligerar la carga de sus propias emociones. En
algunos casos, su poder de liberación podría ayudarte a superar la enfermedad.
No
luches contra la ira, el desánimo o el miedo si éstos surgen, por muy fuertes o
persistentes que sean, pues la paciencia puede hacer que hasta las más
turbulentas emociones se conviertan en energía curativa. Si estás impaciente, considera
también tu impaciencia como algo positivo porque significa que quieres
reponerte.
Esta
actitud amable se puede extender incluso a la enfermedad que anidará en tu
cuerpo hasta que te cures. El budismo concibe el cuerpo como una tierra maravillosamente
pura. Hay una meditación budista que honra incluso a las bacterias que habitan
en el cuerpo sano. Si tenemos un virus o una infección, el objetivo es
eliminarlos, pero no debemos rechazarlos ni sentirnos contaminados. Podemos
reconocer que una peligrosa enfermedad comparte nuestro cuerpo sin
identificarnos excesivamente con ella.
No
todas las enfermedades pueden curarse o «arreglarse». Después de todo, el cuerpo
no es más que una casa de huéspedes donde nos instalamos durante un periodo
determinado de tiempo, pero que finalmente tenemos que abandonar. Todos morimos.
Pero, aun en el caso de que sólo nos queden unos meses o unos días de vida,
podemos pensar que la enfermedad terminal es una oportunidad. Saber que nos estamos
muriendo podría ser una gran suerte, porque ello nos brindaría la posibilidad
de afligimos plenamente por nosotros mismos y abrirnos de una forma que quizá
nos resultaba difícil cuando gozábamos de buena salud. Podríamos decir a
nuestros seres queridos lo mucho que los amamos, reparar relaciones que se
habían deteriorado y valorar los pequeños momentos de vida que nos quedan.
La
propia muerte puede significar una profunda liberación. Aun cuando las circunstancias
que conduzcan a ella sean muy difíciles o físicamente dolorosas, es posible
hallar la paz. Todo en la vida, incluso la muerte, puede ser una liberación.
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