Sabias
palabras de Ramtha, uno de mis guías preferidos. Con Él comparto muchas de las
enseñanzas que me son transmitidas a través de mis propios Guías y Maestros.
Bendecidas sean. Espero que os agraden.
«Nunca
supiste lo hermoso que eras, pues nunca realmente te miraste a ti mismo, nunca
miraste quién eres y lo que eres. ¿Quieres ver cómo es Dios? Ve y mira en un
espejo: lo estás mirando directamente a la cara.»
Ramtha.
Durante
años se te ha enseñado que Dios está fuera de tu reino en algún lugar en la
inmensidad del espacio. Muchos de ustedes han creído esto y lo han aceptado
como una verdad. Pero Dios, la principal causa de toda la vida, nunca ha estado
fuera de ti, eres tú. Él es el maravilloso proceso de pensamiento, la
inteligencia suprema que yace silenciosa y siempre presente dentro del hombre.
Se te
ha enseñado que naces tan sólo para vivir en un determinado momento del tiempo,
envejecer y después morir. Y como has creído que es verdad, se ha convertido de
hecho en la realidad de tu vida en este plano. Pero yo estoy aquí para ayudarte
a que te des cuenta de que eres, verdaderamente, una esencia inmortal y siempre
continua que ha vivido durante billones de años, desde que Dios, tu amado
Padre, la totalidad del pensamiento, se contempló a sí mismo en la brillantez
de la luz, que es en lo que se convirtieron todos ustedes. Fue entonces cuando
cada uno de ustedes se convirtió en un ser único y soberano, una parte de la
mente de Dios para siempre, Se te ha enseñado que Dios es una entidad singular,
que con sus manos hizo el cielo y la tierra, y después creó a la criatura
viviente llamada hombre. Pero son ustedes, poseedores de la divina inteligencia
y la voluntad libre, los grandes creadores de la totalidad de la vida. Son
ustedes quienes crearon el sol de la mañana, el cielo del atardecer, y el
encanto de todas las cosas que existen. Son ustedes, en verdad, los creadores
de esta noble criatura llamada hombre, para que así ustedes, que eran luces
brillantes en el vacío del espacio, pudieran experimentar toda la maravilla de
sus formas creadas.
Mis
amados hermanos, el entendimiento de quiénes son es, verdaderamente, una
colección de ilusiones que han estado viviendo durante miles de años. Ustedes
son más que meramente humanos. Mucho más que la limitada criatura llamada
hombre. Son Dios. Siempre lo han sido y siempre lo serán. Son los grandes
creadores inmortales que han estado viviendo aquí, vida tras vida tras vida,
para comprender este gran conocimiento que permitieron que se les arrebatara.
Todos
ustedes son Dios mismo, creados de él mismo. Son dioses creados por Dios, la
primera y única creación directa de la Fuente de toda la vida. Al aventurarse
en la exploración de la vida, han combinado su suprema inteligencia con materia
celular para convertirse en Dios-hombre: la mente de Dios expresándose en la
forma llamada humanidad; dioses viviendo en la maravilla de su propia creación
llamada hombre. La humanidad, el hombre, la mujer: es Dios, en verdad,
maravillosamente disfrazado de entidades limitadas y miserables.
¿Quién
eres tú? ¿Por qué estás aquí? ¿Cuál es tu propósito y tu destino? ¿Piensas que
eres meramente una criatura de coincidencia, nacida para vivir en una brizna
del tiempo y después no ser nada más? ¿De verdad? ¿Qué te hace pensar que no
has vivido antes? ¿Y por qué ahora? ¿Y por qué tú?
Has
vivido sobre este plano miles de vidas, y has ido y venido como un viento
inconstante, has vivido cada cara, cada color, cada credo, cada religión.
Luchaste y lucharon contra ti, fuiste rey y sirviente por igual, marinero y
capitán, conquistador y conquistado. Has sido cada personaje de la historia.
¿Por qué? Para sentir, para adquirir sabiduría, para identificar el mayor
misterio de todos los tiempos: tú.
¿De
dónde crees que vienes? ¿Piensas acaso que eres simplemente un miserable montón
de materia celular que evolucionó a partir de una célula? Entonces, ¿quién es
el que mira tan fijamente desde lo más profundo de tus ojos? ¿Quién es la
esencia que te da personalidad y singularidad, tu carácter y entusiasmo, tu
capacidad de amar, de abrazar, de confiar, de soñar, así como el impresionante
poder de crear? ¿Y dónde acumulaste toda la inteligencia, todo el conocimiento,
y toda la sabiduría que manifiestas incluso desde que eras un niño? ¿Crees que
te conviertes en lo que eres meramente en una vida que no es más que un suspiro
en la eternidad?
Has
llegado a ser lo que eres en la inmensidad del tiempo, al vivir vida tras vida.
Y con cada una de esas experiencias has acumulado la sabiduría que te ha
permitido dar forma a la belleza y singularidad que tú eres. Eres demasiado
valioso, demasiado hermoso como para haber sido creado con el fin de vivir tan
sólo en un instante de la eternidad del tiempo.
¿Crees
acaso que tus padres te crearon? Tu madre y tu padre son tus padres genéticos,
pero no te crearon. En un entendimiento mayor, ellos son tus hermanos queridos,
y tú eres, en verdad, tan viejo como ellos, ya que todas las entidades fueron
creadas en el mismo momento. Todas nacieron cuando Dios, el gran y magnífico
pensamiento, se contempló a sí mismo y se extendió hasta la brillantez de la
luz. Ese fue tu comienzo, y tu nacimiento. Tu verdadero Padre es Dios, el
principio Madre / padre de toda la vida.
¿Crees
que tu cuerpo es lo que realmente eres? En absoluto. Tu cuerpo es sólo un manto
que representa a la esencia invisible que es tu verdadera identidad: la
colección de actitudes-sentimientos llamada personalidad-yo, que yace dentro de
tu cuerpo.
Considera
esto por un momento: ¿qué es lo que amas de otra entidad? ¿Es el cuerpo? No. Es
la esencia de la otra persona lo que amas, la personalidad-Yo invisible que
yace detrás de los ojos. Lo que tú amas en otro es la esencia invisible que
hace que el cuerpo funcione, que los ojos parpadeen, que la voz sea melodiosa,
que el cabello tenga brillo y las manos tacto.
Tu
cuerpo es una máquina refinada y maravillosa —y en verdad lo es— pero no es
nada sin aquello que lo hace funcionar, que eres tú. Lo que tú eres no es tu
cuerpo, sino una colección de pensamientos o sentimientos-actitudes que se
presentan como una personalidad-yo única. ¿Y has visto alguna vez tus
pensamientos? ¿Has visto alguna vez tu personalidad? Y tu risa, podrías oírla
sin tu cuerpo? No tienes idea de cuán grande eres en realidad, Porque lo que
eres realmente es tan invisible como el viento. Así como yo soy un enigma para
ti, también lo eres para ti mismo, el mayor enigma de todos.
¿Sabes
lo que eres sin tus pretensiones? ¿Sin las máscaras que llevas? ¿Sin tu
armadura de corazón duro? En el centro de tu ser, tú eres Dios, en verdad.
Dios, el gran misterio para la humanidad, nunca estuvo fuera de ti. Pues lo que
se oculta detrás de tus ojos, detrás de tus finas ropas, detrás de la ilusión
de tu rostro, es la virtud invisible del pensamiento llamada Dios: la
personalidad-yo que hace que tú seas tú. El Dios dentro de ti es la sublime
inteligencia que te acredita y te da el impresionante poder de crear, es la
maravillosa fuerza vital que sostiene tu vida por siempre y para siempre.
El
cuerpo que habitas es una magnífica creación de los dioses: tú y tus amados
hermanos. Fue creado para que tú, una esencia invisible de pensamiento y
emoción, pudieras tener un intercambio con la vida que creaste sobre este
plano. La criatura llamada hombre fue creada simplemente como un vehículo de
expresión, de forma que, a través de los sentidos del cuerpo, todas las
creaciones de este plano pudieran ser experimentadas y entendidas por los
dioses que las crearon en el principio.
El
cuerpo fue creado para albergar un sistema eléctrico muy complejo de variables
de luz que forman y constituyen la verdadera entidad del Yo. Lo que realmente
eres no es el tamaño de tu cuerpo. Eres un punto de luz diminuto. En la
pequeñez de tu ser se acumula todo lo que has sido desde que naciste de Dios,
tu amado Padre.
Tú, el
principio-Dios, no eres una entidad de carne, sino un principio de luz
redondeada e incandescente de energía pura, que vive dentro de un cuerpo con el
fin de obtener el premio de la vida creativa, llamado emoción. Lo que realmente
eres no es lo que habitas, sino lo que sientes. Se te conoce por tus emociones,
no por tu cuerpo.
Lo que
realmente eres es espíritu y alma, una entidad de luz y una entidad emocional
combinadas. Tu espíritu —este pequeño punto de luz— rodea todas las estructuras
moleculares de tu cuerpo; por lo tanto, alberga y sostiene la masa corpórea de
tu cuerpo. Tu alma vive dentro de la masa, cerca del corazón, en una cavidad
bajo una coraza de hueso en donde nada existe salvo energía eléctrica. Tu alma
registra y almacena, en forma de emoción, cada pensamiento que hayas tenido. Es
a causa de la colectividad única de emociones almacenadas en tu alma que tienes
una identidad-ego, una personalidad-yo única. El cuerpo que habitas es
simplemente un portador, un vehículo escogido y refinado que te permite vivir y
jugar sobre un plano de materia. Sin embargo, gracias a tu vehículo, te has
sumido en la ilusión o que tu cuerpo es lo que tú eres. Pero no es así.
Así como Dios no tiene imagen, tú tampoco.
GRAN DIOS CREADOR QUE ERES, ¿quién piensas que ha creado tu vida? Crees acaso que un ser
supremo o fuerzas externas han controlado tu vida? Esa no es la verdad como se
la conoce. Eres el único responsable de todo lo que has hecho, sido o
experimentado. Tú, que tienes el poder de crear la magnificencia de las
estrellas, has creado cada momento y cada circunstancia de tu vida. Quien tú
eres, tú lo elegiste. Tu aspecto, tú lo creaste. El modo en que vives, tú lo
diseñaste y destinaste totalmente. Este es el ejercicio y el privilegio, si
quieres, de ser Dios-hombre.
Tú
creaste tu vida a través de tus propios procesos de pensamiento y tu manera de
pensar. Cada cosa que piensas, la sientes; y todo lo que sientes se manifiesta
para crear las condiciones de tu vida.
Reflexiona
sobre esto: basta sólo un momento para visualizar la felicidad, y todo tu
cuerpo se sentirá feliz. Tan sólo basta un momento para jugar el papel de
criatura desdichada a la cual no quiere nadie, y sentirás tristeza y pena por
ti mismo. Sólo necesitas un momento para hacer eso. Basta un solo momento para
dejar de sollozar y reír con alegría, un solo momento para dejar de juzgar y
sentir la belleza de todas las cosas. Ahora, ¿quién está haciendo todo esto?
Tú. Y mientras tú has tenido esta fantasía de sentimientos creados dentro de tu
ser, ¿ha cambiado algo a tu alrededor? No. Pero todo lo que tú eres sí.
Eres
precisamente lo que piensas. Cada cosa que piensas, así será en tu vida. Si
contemplas una fantasía de copulación, tu ser será seducido. Si contemplas
miseria, tendrás miseria. Si contemplas infelicidad, la tendrás. Si contemplas
alegría, la tendrás. Si contemplas genio, ya está ahí.
¿Cómo
se crea tu futuro? A través del pensamiento. Todos tus mañanas están diseñados
por tus pensamientos del día de hoy. Porque cada pensamiento que contemplas,
cada fantasía que tienes —sin importar cuál sea su Propósito emocional— crea un
sentimiento dentro de tu cuerpo que queda registrado en tu alma. Ese
sentimiento entonces sienta un precedente para las condiciones de tu vida, ya
que producirá circunstancias que crearán y reflejarán el mismo sentimiento que
fue grabado en tu alma. Entiende que cada palabra que pronuncias está creando
tus días por venir, porque las palabras son sólo sonidos que expresan los
sentimientos de tu alma que han nacido del pensamiento.
¿Crees
que las cosas ocurren simplemente por casualidad? Esa no es la verdad como se
la conoce. En este reino no existen tales cosas como los accidentes, las
casualidades o una coincidencia. Y nadie es víctima de los designios o la
voluntad de nadie. Todo lo que te ocurre, tú lo has pensado y sentido en tu
vida, ya sea que lo hayas fantaseado en suposiciones y temores, o que alguien
te haya dicho que sucedería, y tú lo aceptaste como verdad. Todo cuanto
acontece, sucede como un acto intencionado y decretado por el pensamiento y la
emoción. Todo.
Todo lo
que alguna vez hayas pensado, cada una de las fantasías que has tenido, todo
aquello de lo que has hablado, ha ocurrido o está por ocurrir. Porque, ¿cómo
piensas que se crean todas las cosas? Se crean a través del pensamiento. El
pensamiento es el auténtico fundador de la vida inmortal e indestructible, y tú
lo has usado para convertirte en la vida, porque ese es tu eslabón con la mente
de Dios.
Durante
siglos, muchas entidades han intentado enseñarte esta verdad a través de
adivinanzas, de canciones, de escrituras, pero la mayoría de ustedes no ha
querido darse cuenta, porque muy pocos han aceptado la responsabilidad de llevar
sus vidas sobre sus propias espaldas. Pero este reino funciona de manera que
todo lo que piensas —cada actitud que tomas contigo mismo, el Padre, la vida—
llegará a ser. Desde la más vil y horrorosa de las cosas, hasta la más
exquisita y suprema, porque sólo tú conoces la diferencia; el Padre sólo conoce
la vida. Así que conseguirás todo lo que pronuncies. Eres todo lo que piensas,
tú «soy» todo lo que concluyas.
Mientras
menos pienses de ti mismo, menos serás. Cuanto menos crédito te des por tu
inteligencia, más imbécil serás. Mientras menos hermoso te creas, más feo te
volverás. Mientras más pobre creas ser, mayor será tu miseria, porque así lo
has decretado tú.
Contempla
cuán grande es el amor de Dios, que te permite ser y crear por ti mismo cualquier
cosa que desees y, sin embargo, nunca te juzga. Contempla cómo es el amor que
tiene por ti, que manifiesta cada pensamiento que abrazas y cada palabra que
pronuncias. Contémplalo.
Entonces,
¿quién es el creador de tu vida? Tú. ¿Quién es el diseñador de tu vida? Tú.
Todo lo que tú eres, y todo lo que has experimentado, lo has creado a través de
tu propio razonamiento colectivo a través del pensamiento, que es Dios. Tú has
aceptado en tu vida precisamente lo que has deseado aceptar, y has
experimentado la vida de acuerdo con tus valores aceptados. Eres tú quien
determina lo que es bueno para ti, lo que es aceptable para ti y lo que
va a ser experimentado por ti. Eres tú, con tu propio pensamiento.
No eres
un esclavo, un sirviente, o el títere de alguna deidad que te observa en tu
lucha. Tú vives en la inmensidad de la vida en exquisita libertad. Cada uno de
ustedes tiene la voluntad libre para aceptar y abrazar cualquier pensamiento
que elija; y con ese poder increíble lo has creado todo para ti mismo. Porque
cada uno de tus pensamientos crea el destino que yace ante ti Y cada uno de tus
sentimientos crea tu camino al que llamas vida. Cada cosa que pienses y luego
sientas, así será en tu vida, pues el Padre dice: «Cada emoción, que así sea».
¿Quién
eres tú? Eres Dios, que posees dentro del silencio de tu ser la capacidad de
pensar, la capacidad de crear, la capacidad de convertirte en cualquier cosa
que desees, porque en este momento eres, precisamente, lo que has elegido ser,
y nadie te ha impedido que llegues a serlo. Eres el que dicta las leyes, el
supremo creador de tu vida y de las circunstancias de la vida. Tú eres, de
hecho, el supremo gobernante de una inteligencia totalmente sabia que te has
negado a reconocer enteramente en ésta y en muchas otras vidas.
Hubo un
tiempo en que podías crear una flor. Pero ¿qué creas ahora para ti mismo? Tus
mayores creaciones son infelicidad, preocupación, pena, miseria, odio,
discordia, negación de ti mismo, envejecimiento, enfermedad y muerte. Creas
para ti una vida de limitación al aceptar creencias limitadas, que entonces se
convierten en verdades inquebrantables dentro de tu ser, y por lo tanto, en la
realidad de tu vida. Te separas de la vida al juzgar todas las cosas, a todo el
mundo e incluso a ti mismo. Vives de acuerdo con un código de moda llamado
belleza, y te rodeas de cosas que te permiten ser aceptado por la conciencia
limitada del hombre, que no acepta nada salvo su propio ideal inalcanzable.
Eres un bebé que nace para crecer, perder la vitalidad de tu cuerpo, y creer en
el envejecimiento hasta que pereces.
Ustedes,
los grandes dioses creadores que fueron una vez los vientos de la libertad, se
han convertido en entidades que viven como rebaños, que se encierran en grandes
ciudades y viven con miedo detrás de sus puertas y cerrojos. En lugar de
altísimas montañas y maravillosos vientos, tienen grandes edificios y una
conciencia aterradora. Han creado una sociedad que regula cómo deben pensar, lo
que deben creer, cómo deben actuar, y cuál debe ser su aspecto.
Temes a
la guerra y a los rumores de guerra, temes a la enfermedad.
Temes
no ser reconocido. Tiemblas al mirar a alguien a los ojos, sin embargo anhelas
ese afecto llamado amor. Cuestionas cada cosa buena que te sucede y dudas que
te vuelva a suceder. Te arrastras en la plaza del mercado en busca de la fama y
el éxito, el oro, las rupias, los dracmas y los dólares. ¡Ah! Sólo por un poco
de alegría.
Tus
pensamientos te han llevado a la desesperación, a creerte indigno. Tus
pensamientos te han llevado al fracaso y a la enfermedad. Te han llevado hasta
la muerte. Todas estas cosas las has creado tú. Pues el ardiente creador dentro
de ti, que tiene el poder de tomar un pensamiento y crear universos, o situar
estrellas incandescentes en los cielos durante una eternidad, se ha atrapado a
sí mismo en la creencia y el dogma, en la moda y la tradición, pensamiento
limitado tras pensamiento limitado tras pensamiento limitado. Y es tu propia
incredulidad la que no te ha permitido vivir.
¿En qué
no crees? En todo lo que no puedes percibir con los sentidos de tu cuerpo, en
todo lo que no puedes ver, oír, tocar, probar u oler. Enséñame una creencia,
ponla en mi mano. Enséñame una emoción, quiero tocarla. Enséñame un
pensamiento, ¿dónde está? Muéstrame tu actitud, ¿qué aspecto tiene? Muéstrame
la imagen del viento. Y muéstrame el tiempo, el mismo que te ha robado los
preciosos momentos de tu vida.
Has
desconfiado de los mayores regalos de la vida; y por eso no has permitido que
ocurriera un entendimiento más ilimitado. Vida tras vida, existencia tras
existencia, te has sumergido de tal manera en las ilusiones de este plano, que
has olvidado el maravilloso fuego que fluye dentro ti. En diez millones y medio
de años has pasado de ser una entidad soberana y todopoderosa, a estar
totalmente perdido en la materia, esclavizado por tus propias creaciones del
dogma, la ley, la moda y la tradición; separado por país, fe, raza y sexo;
inmerso en los celos, la amargura, la culpabilidad y el miedo. Te has
identificado de tal manera con tu cuerpo, que te has atrapado en la
supervivencia y olvidado de la esencia invisible que realmente eres: el Dios
que vive dentro de ti, que te permite crear tus sueños, cualquiera que elijas.
Has rechazado abiertamente la inmortalidad; y por eso, morirás, y volverás
aquí, una y otra y otra vez. Por eso, aquí estás de nuevo, después de haber
vivido durante diez millones y medio de años y aún te aferras a tu
incredulidad. Dios, la totalidad del pensamiento, es un gran teatro, en verdad.
Y él permite escribir tu propia obra y representarla acto tras acto sobre el
escenario. Y cuando cae el telón, cuando se dice la última palabra y se hace la
última reverencia, mueres. ¿Por qué razón? Porque tú, el creador supremo de
leyes, crees que lo harás.
Esta vida
es un juego; una ilusión. Todo lo es. Pero ustedes, los actores, han llegado a
creer que es la única realidad. Sin embargo, la única realidad que siempre ha
existido y siempre existirá es la vida, una esencia de ser libre y siempre
continua que te permite crear tus juegos de cualquier manera que los quieras
jugar.
Cuando
te des cuenta de que tienes el poder con tus pensamientos de situarte en la
ignorancia, en la enfermedad y en la muerte, también te darás cuenta de que
tienes el poder de llegar a ser más grande simplemente abriéndote hacia un
flujo de pensamiento más ilimitado que te permita tener mayor genio, mayor
creatividad, y vivir para siempre. Cuando te des cuenta de que el Dios que creó
el cuerpo en un principio es el poder que está dentro de ti, tu cuerpo nunca
envejecerá ni enfermará, y nunca perecerá. Pero mientras te aferres a tus
creencias y limites tu pensamiento, nunca experimentarás la infinitud que dio
la gloria al sol de la mañana y el misterio al cielo del atardecer.
¿Qué
pasa cuando te has rebajado tanto que pereces en este plano? Bueno, el cuerpo
muere, pero tú, que piensas en el silencio que yace detrás de tus ojos, siempre
vives. Cuando dejes este plano, si eliges morir, tu auténtico Yo no será
enterrado debajo de la tierra, ni será pasto de los gusanos y después ceniza.
Tú sigues como el viento. Vas al mismo lugar de donde viniste, y ahí decides lo
que deseas hacer en tu próxima aventura, pues es eso es exactamente lo que es.
Y volverás aquí, tantas veces como lo desees, hasta que recobres tu identidad
como Dios. Entonces comenzarás una aventura mayor en verdad, en otro cielo, en
otro lugar.
Se te
ama mucho más de lo que nunca hayas imaginado, pues no importa lo que hagas,
siempre vivirás. Entonces, ¿por qué te has preocupado? ¿por qué has luchado?
¿Por qué te has enfermado? ¿Por qué te has entristecido? ¿por qué te has
limitado? ¿por qué no has disfrutado del esplendor del amanecer, la libertad
del viento y la risa del niño? ¿Por qué no has vivido, en lugar de esforzarte?
Vivirás
una y otra vez. Tu semilla es perpetua, es para siempre. A pesar de todas tus
incredulidades, y sin importar cuánto limites tu reino, cuánto te preocupes y
te desesperes hay algo con lo que nunca acabarás, y eso se llama vida. No
importa lo incrédulo que seas, siempre tendrás vida, porque ese es el valor
llamado Dios, y eso eres tú.
Esta
vida que estás viviendo es un sueño, un gran sueño, una apariencia, si quieres.
Es pensamiento jugando con materia, creando realidades profundas que atan tus
emociones a este plano hasta que tú, el soñador, despierte.
Nunca
supiste lo hermoso que eras, pues nunca realmente te miraste a ti mismo, nunca
miraste quién eres y lo que eres. ¿Quieres ver cómo es Dios? Ve y mira en un
espejo: lo estás mirando directamente a la cara.
Sabe
que eres valioso. No hay medida que pueda medir tu valor. No hay imagen que
retrate tu belleza. Y no hay final en tu reino.
El más
grandioso sermón que se haya dicho alguna vez fue pronunciado por un gran
maestro en lo alto de una montaña. Mientras miraba a las gentes que venían a
escucharlo, les dijo: «He aquí a Dios». Eso fue todo lo que tuvo que decir: «He
aquí a Dios». Pues cada uno de ellos había creado sus limitaciones, sus deseos
y enfermedades, su riqueza o su pobreza, su alegría y su tristeza, su vida y su
muerte.
He aquí
a Dios. Recuerda esto. Porque tú eres él, quien vive en cada cosa. Un día dirás
de ti mismo: «He aquí a Dios». Tocarás el Yo, eso es todo lo que tienes que
hacer.
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