A menudo es mucho mejor comenzar con un ejercicio tan simple como el que sigue, para posteriormente intentar avanzar hacia cimas mayores. Espero que os agrade y sea de utilidad.
Bien,
supongamos que estáis sobre un escenario iluminado, y que el escenario es la
habitación e la que estáis ahora. Cerrad los ojos e imaginad que las luces
están apagadas, los decorados han desaparecido y estáis solos.
Todo
está oscuro. Permaneced tranquilos e imaginad tan vividamente como podáis la
existencia de los sentidos internos. Por el momento imaginad que corresponden a
vuestros sentidos físicos. Apartad de vuestra mente todos los pensamientos y
preocupaciones. Sed receptivos. Escuchad con calma, no los sonidos físicos, sino
los sonidos que os llegan a través de los sentidos internos.
Empezarán
a aparecer imágenes. Aceptadlas como visiones tan válidas como las que veis
físicamente.
Imaginad
que hay un mundo interno y que os será revelado cuando aprendáis a percibirlo
con esos sentidos internos.
Imaginad
que toda la vida habéis sido ciegos a ese mundo, y que ahora vais ganando
lentamente su visión. No juzguéis todo el mundo interno por las imágenes
distorsionadas que quizá recibáis al principio, o por los primeros sonidos que
oigáis, pues aún usáis vuestros sentidos internos de una manera imperfecta.
Haced
este sencillo ejercicio durante unos minutos antes de dormir o en estado de
descanso. Puede hacerse incluso en medio de una tarea ordinaria que no requiera
toda vuestra atención.
Simplemente
aprenderéis a concentraros en una nueva dimensión de conciencia, y a tomar
fotos instantáneas, por así decirlo, de un nuevo entorno. Recordad que sólo
estáis recibiendo pequeños atisbos.
Sencillamente
aceptadlos, pero no intentéis hacer juicios de conjunto o interpretaciones
prematuras. Diez minutos al día son suficientes para empezar.
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