En la actualidad, los textos alquímicos son conocidos
sobre todo por sus ilustraciones, aunque el contenido y las operaciones que
describen están envueltos en un simbolismo que, si bien no es impenetrable,
requiere del profundo estudio de todo un universo de correspondencias, una fauna
mágica de elementos y una profunda dedicación a la filosofía que permite
entender los secretos herméticos.
Entre los libros de alquimia que la modernidad ha
rescatado, debemos mencionar Aurora Consurgens, un texto que data del
siglo XIII pero cuyas ilustraciones, por las cuales es famoso, son de una
edición del siglo XV.
El profesor Raimon Arola, del excelente Ars Gravis,
cuenta que la relativa notoriedad de este libro se debe a que el psicólogo Carl
Jung, quien vio en la alquimia un antecedente de los procesos de integración
espiritual de la psique humana, se encontró con una compilación de 1590
titulada Artis auriferae, en la que aparecía sólo la segunda parte de este
texto, debido a que el editor Conrald Waldkirch decidió censurar la primera
parte, en la que se hacían constantes correlaciones entre la Biblia y el
proceso alquímico, lo que consideró inapropiado. Hay que recordar que la
alquimia dentro de su lenguaje enigmático equiparó a la piedra filosofal o la
opus magnum con Cristo (también simbolizado por el fénix); esto bajo la noción
esotérica de que el oro de los filósofos era el alma humana, el Cristo
interior, que debía renacer con un cuerpo espiritual.
Siguiendo su estudio en la ciencia hermética, Jung
encontró la otra parte del manuscrito en la biblioteca de Zurich. Es esta parte
la que se ha vuelto más conocida, bajo el impulso de Jung y de su discípula
Marie-Louise von Franz, quien publicó una edición de la Aurora consurgens en
1966, con un comentario sobre el tema favorito de los jungianos: la conjunción
de los opuestos.
El texto de Aurora consurgens fue atribuido primero
a Santo Tomás de Aquino, quien fue discípulo de Alberto Magno, uno de los más
avezados practicantes de alquimia medieval. Hoy se considera al autor
"Pseudo Aquino", es decir un autor desconocido.
Aurora consurgens consta de 37 imágenes en las que
se representa el proceso de la transmutación de los metales --entre temas
místicos-cristianos-- con animales asociados a los elementos y toda la profusa
simbología que caracteriza a la alquimia. Tenemos a la trinidad del mercurio
(el hijo, una serpiente), el oro (el padre, el Sol) y la plata (la madre, la
Luna) y los diferentes animales asociados con cada etapa de la transformación.
Raimon Arola comenta sobre Aurora:
La primera parte consiste en un pequeño tratado en
el que el autor hilvana las citas bíblicas con las operaciones alquímicas. La
traducción del título sería ‘El alzamiento de la aurora’ porque, según el
autor: «la aurora es como hora de oro; así esta ciencia [la alquimia] posee una
hora cuyo fin es dorado para quienes operan según la vía recta», también porque
«la aurora es llamada final de la noche y principio del día o madre del Sol.
Así en su extrema rojez, nuestra aurora es el fin de toda tiniebla y la huida
de la noche». Para argumentar su afirmación, el autor utiliza diversos pasajes
de los Salmos, como «Y la noche será iluminada como el día» (Salmo 139, 12). La
aurora es la madre del sol filosófico, como María es la madre de Dios.
La simbología de la aurora en la alquimia es vasta.
Representa ciertamente el nacimiento del Sol y por la tanto el oro de los
filósofos, pero también es en el amanecer cuando los campos se llenan de rocío,
la sustancia vital en la que el espíritu celeste puede ser capturado para la
obtención de la materia prima. En el rocío, se dice bajo un principio
complementario, yace el fuego universal, la energía del cielo que vitaliza a la
naturaleza. Sobre esto se recomienda leer el texto: El oro de la milésima
mañana, de Armand Barbault, un texto reciente y más accesible. Ahí se menciona
que la prima materia es tierra a la que se ha infundido energía etérica vía el
rocío de la mañana. De esta tierra se extraerá la esencia de oro y se podrá
fabricar una poderosa medicina, según Barbault. Se dice también que esta
materia prima se encuentra en todos lados, sólo que debe saberse separar de
todo lo impuro para que se exalte en su propia esencia. El oro es, al final, el
fruto del trabajo simbolizado por la mañana y la luz divina en la obra humana.
fuente:alepholo
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