Esta es una bella reflexión. Me cautivó con las primeras palabras.
Querida chica del bañador verde,
Soy la mujer que está en la toalla de al lado. La
que ha venido con un niño y una niña.
Antes de nada, decirte que estoy pasando un rato
muy agradable junto a ti y tu grupo de amigos, en este trocito de tiempo en el
que nuestros espacios se rozan y vuestras risas, vuestra conversación
‘transcendental’ y la música de vuestro equipo me invaden el aire.
¿Sabes? He alucinado un poco al darme cuenta de que
no sé en qué momento de mi vida he pasado de estar ahí a estar aquí: de ser la
chica a ser “la señora de al lado”, de ser la que va con los amigos a ser la
que va con los niños.
Pero no te escribo por nada de eso. Te escribo
porque me gustaría decirte que me he fijado en ti. Te he visto, y no he podido
evitar verte.
Te he visto ser la última en quitarte la ropa.
Te he visto ponerte detrás de todo el grupo,
disimuladamente, y quitarte la camiseta cuando creías que nadie te miraba. Pero
yo te vi. No te miraba, pero te vi.
Te he visto sentarte en la toalla en una cuidada
postura, tapando tu vientre con los brazos.
Te he visto meterte el pelo tras la oreja agachando
la cabeza para alcanzarla, quizá por no mover los brazos de su estudiadísima
posición casual.
Te he visto ponerte en pie para ir a bañarte y
tragar saliva nerviosa por tener que esperar así, de pie, expuesta, a tu amiga,
y usar una vez más tus brazos como pareo para taparte: tus estrías, tu
flaccidez, tu celulitis.
Te vi agobiada por no poder taparlo todo a la vez
mientras te ibas alejando del grupo tan disimuladamente como antes lo hiciste
para quitarte la camiseta.
No sé si tenía algo que ver, en tu descontento
contigo misma, que la amiga a quien tú esperabas se soltaba su larguísima melena
sobre una espalda a la que sólo le faltaban unas alas de Victoria’s Secret. Y
mientras tanto tú ahí, mirando al suelo. Buscando un escondite en ti misma, de
ti misma.
Y me gustaría poder decirte tantas cosas, querida
chica del bañador verde… Puede que porque yo, antes de ser la mujer que viene
con los niños, he estado ahí, en tu toalla.
Me gustaría poder decirte que, en realidad, he
estado en tu toalla y en la de tu amiga. He sido tú y he sido ella. Y ahora no
soy ninguna de las dos –o acaso soy ambas aún- así que, si pudiera dar marcha
atrás, elegiría simplemente disfrutar en lugar de preocuparme -o vanagloriarme-
por cosas como en cuál de las dos toallas, la suya o la tuya, prefiero estar.
Quisiera poder decirte que he visto que llevas un
libro en tu bolsa, y que cualquier vientre que ahora tenga tus dieciséis años
perderá, probablemente, su tersura mucho antes de que tú pierdas la cabeza.
Me gustaría poder decirte que tienes una preciosa
sonrisa, y que es una pena que estés tan ocupada en ocultarte que no te quede
tiempo para sonreír más.
Me gustaría poder decirte que ese cuerpo del que
pareces avergonzarte es bello sólo por ser joven. ¡Qué coño! Es bello sólo por
estar vivo. Por ser envoltorio y transporte de quien en realidad eres y poder
acompañarte en cuanto haces.
Me gustaría poder decirte que la persona que algún día
te quiera de verdad no amará a la persona que eres a pesar de tu cuerpo, sino
que adorará tu cuerpo: cada curva, cada hoyito, cada línea, cada lunar. Adorará
el mapa, único y precioso, que dibuja tu cuerpo y, si no lo hace, si no te ama
así, entonces no merece que le ames.
Me gustaría poder decirte que –créeme, créeme,
créeme- eres perfecta como eres: sublime en tu imperfección.
Pero, ¿qué te voy a decir yo, si sólo soy la mujer
de al lado?
Aunque, ¿sabes qué? Que he venido con mi hija. Es la
del bañador rosa, la que juega en el río y se está untando en arena. Hoy sólo
le ha preocupado si el agua estaría muy fría.
A ti no te puedo decir nada, querida chica del
bañador verde…
Pero todo, TODO, se lo voy a decir a ella.
Y todo, TODO, se lo diré a mi hijo también.
Porque así es como todos merecemos ser queridos. Y así es como todos deberíamos querer.
autor:desconocido
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