Está
claro que el éxito sigue unas directrices, pero también está claro que cada uno
de nosotros lo percibe de manera distinta. Personalmente, para mí el éxito es
poder vivir con Amor incondicional todas las horas del día y todos los días de
la semana en mi vida.
Para
otros, probablemente sea una carrera exitosa en cualquier ámbito en que socialmente
puedan ser reconocidos. Y aun para otros muchos, el éxito puede estar en tener algo
que comer cada día o siquiera un techo bajo el que dormir. Como veis, la pregunta:
qué representa el éxito, puede tener
muchas y variadas respuestas, dependiendo de quien la responda. Vamos a ver esto
un poco más en detalle y bajo una visión un tanto particular.
Cómo lograr la verdadera
autoestima??
La
importancia de la autoestima no es debatible. El famoso psicólogo Abraham
Maslow sitúa la autoestima dentro de las principales necesidades del hombre,
siendo superada sólo por la comida, la vivienda y las relaciones
interpersonales.
Cómo
desarrollar la autoestima es otro tema.
El enfoque que tiene la
sociedad occidental en los logros externos reduce las posibilidades de lograr
una autoestima genuina.
El
hombre occidental busca logros externos para alcanzar el auto-respeto, viéndose
impulsado por la necesidad de lograr lo que otros reconocerán como un símbolo
de estatus. Frecuentemente se presenta a otros según su profesión o carrera:
"Soy corredor de bolsa, vicepresidente de marketing, graduado de
Harvard". Si otros se impresionan, eso nos asegura que somos importantes.
Pero
este enfoque en los logros externos implanta un intenso miedo al fracaso.
Tenemos miedo de que nadie se sienta impresionado, y si eso ocurre, ¿qué le
sucederá a nuestra autoestima? La casa de naipes que hemos construido se
derrumbaría.
Cada
vez que Jorge estaciona su nuevo automóvil Lexus en el estacionamiento de su
casa, siente que lo tiene todo. Un
año más tarde, el modelo de Jorge es anticuado y los vecinos ya no están tan
impresionados. Su fachada se derrumba, su autoestima es aplastada. ¿Y ahora
qué?
La evolución y la batalla
por la autoestima
La
evolución enseña que un ser humano no es más que un animal sofisticado, el cual
no tiene más ni menos valor intrínseco que otras criaturas, ya sea un gato o un
gusano.
El
mensaje subyacente es que un ser humano no tiene una fuente inherente para
alimentar su autoestima, sino que necesita logros tangibles para sentirse
"exitoso". ¡Qué tremenda presión!
Si
el "éxito" es nuestro único pasaje hacia el respeto propio, entonces
muchos de nosotros nunca llegaremos allí. Y quienes tengan la buena suerte de
lograr ese "éxito" siempre vivirán con temor de perderlo por
circunstancias que escapan a su control. Podemos tener todo el talento del
mundo, pero podemos tropezar en el pavimento y perder la entrevista.
El hombre fue creado con
un alma, una chispa divina de Dios. El auto-respeto es un derecho de
nacimiento.
El
judaísmo comienza con la premisa de que cada ser humano es creado a imagen de
Dios. Ahora bien, con un punto de partida tan elevado, el auto-respeto es un
derecho de nacimiento de todo ser humano.
Muchas
mitzvot en el judaísmo nos guían sobre cómo tratar a otras personas, y se basan
en el reconocimiento de que el hombre tiene dignidad y valor inherente
independiente de si ha logrado algo de relevancia o no.
Esfuerzo versus resultados
"De
acuerdo al esfuerzo es la recompensa" (Pirkei Avot 5:27).
En
el judaísmo lo que importa es el esfuerzo y no el logro en sí mismo, ya que el
resultado final de todas formas está en manos de Dios.
Por
lo tanto podemos considerar que una persona tuvo éxito en una lucha moral
incluso si no hay resultados tangibles. Sin
embargo, dado que el esfuerzo es difícil de cuantificar, en este mundo
materialista solemos despreciar su valor.
Imagina
que ves a dos personas competir en una carrera de 100 metros. Uno consigue un
récord mundial de 9.3 segundos y el otro cruza la línea de meta en 30 segundos.
¿Quién
es más exitoso? ¡Obviamente el que rompió el record mundial!
Lo
que no sabes es que el que demoró 30 segundos tuvo polio cuando era niño, no
pudo caminar hasta que cumplió 14 años y tuvo que invertir muchos años de
doloroso y agotador esfuerzo hasta que finalmente fue capaz de correr esa
distancia.
Nunca
podremos medir el valor de alguien basándonos en el éxito externo, ya que nunca
podremos saber las dificultades que ha tenido que afrontar.
Nunca midas el valor de
alguien basado en el éxito externo, ya que no conoces sus circunstancias.
Cada
uno de nosotros nace bajo un conjunto particular de circunstancias que dependen
de lo que determina Dios. Sólo tenemos control sobre el esfuerzo que ejercemos.
Lo que determina si somos exitosos o no es cómo nos enfrentamos a nuestra
situación particular. Dónde nos encontramos en la escalera es menos importante
que cuántos escalones hemos subido.
La
autoestima proviene de saber que estás haciendo el esfuerzo necesario para
crecer. Si estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo, entonces podemos vivir con
un profundo y permanente sentimiento de satisfacción.
Un cuento talmúdico
Eliézer
era el hijo de Hurkanas, un gran rabino de su generación y un hombre muy rico.
Eliézer
estaba cultivando en la montaña cuando de repente comenzó a llorar. Su padre le
dijo: “¿Por qué lloras? Si hace calor arriba en la montaña, te llevaré a la
llanura”. De esta forma, Eliézer comenzó a cultivar en la llanura, pero allí
también lloró.
“¿Por
qué lloras?”, preguntó Hurkanas.
“Quiero
aprender Torá”, dijo Eliézer, quien siguió llorando hasta que llegó el profeta
Eliahu y le dijo que fuera a Jerusalem y buscara a Rabí Yojanán Ben Zakai, el
mayor sabio de la generación.
Eliézer
fue a Jerusalem y, como podrás adivinar, allí también comenzó a llorar: “Quiero
aprender Torá”.
Rabí
Yojanán Ben Zakai le pregunto: “¿Acaso no te han enseñado ni siquiera a decir
el Shemá?”.
“No”.
De
esta forma, el gran sabio Rabí Yojanán Ben Zakai le enseñó a Eliézer el ABC del
judaísmo. Entonces le dijo: “Muy bien, Eliézer. Tuvimos éxito. Ahora es el
momento de que te vayas”.
Eliézer
empezó a llorar: “¡Quiero aprender Torá!”.
Entonces
Rabí Yojanán Ben Zakai le enseñó a Eliézer los Cinco Libros de Moshé y la Ley
Oral. Luego Rabí Yojanán dijo: “Eliézer, es hora de que te vayas”.
Eliézer
nuevamente lloró: “¡Quiero aprender Torá!”.
Y
así continuó la situación hasta que un día, Eliézer estaba sentado estudiando
Torá en la parte trasera de la sala de estudios cuando de pronto,
inesperadamente, entró Hurkanas justo en el momento en que Rabí Yojanán Ben
Zakai le pidió a Eliézer que se sentara al frente y recitara la Torá en voz
alta.
Después
de que Eliézer terminó, Hurkanas se puso de pie y le dijo sonriendo con
orgullo: “Eliézer, al principio le quería dar mis propiedades a todos mis hijos
excepto a ti. ¡Pero ahora te voy a dar todo lo que tengo a ti y sólo a ti!”.
Eliézer
respondió: “Padre mío, si yo hubiese querido el oro y la plata, me habría
quedado trabajando en la granja. Todo lo que quiero es Torá”.
Y
así continuó Rabí Eliézer Ben Hurkanas, hasta que se convirtió en el líder de
la generación y en el maestro del gran Rabí Akiva.
Profundizando en la lección
Hay
muchas dificultades con esta historia.
1.
¿Cómo es posible
que Hurkanas, un gran rabino y un hombre rico, no le haya enseñado Torá a su
hijo?
2.
¿Por qué Hurkanas
puso a su hijo a hacer una labor de poca importancia como cultivar? Podría
haber contratado a otros trabajadores para realizar el arado y darle a su hijo
un puesto de supervisor.
3.
¿Por qué el
profeta Eliahu le dijo a Eliézer que fuera a aprender el judaísmo básico de un
sabio tan estimado como lo era Rabí Yojanán Ben Zakai? ¡Cualquier estudiante
intermedio de Ieshivá podría haberle enseñado eso!
Sólo
hay una respuesta para explicar todas estas dificultades. Eliézer tenía una
cabeza extremadamente lenta.
Obviamente, Hurkanas contrató profesores para su hijo. ¡Pero incluso el mejor maestro no
pudo meter el Shemá en la cabeza dura de Eliézer! Así que, ¿qué es lo que se
supone que un padre debe hacer con un hijo así? ¿Lo convierte en un capataz? ¡De
ninguna manera! Le da un arado. Por lo menos así será productivo.
Pero
Eliézer gritó: “¡Quiero aprender Torá!”. El único que podía lograr enseñarle
algo a Eliézer era el líder de la generación, Rabí Yojanán Ben Zakai.
Rabí
Yojanán luchó y alcanzó un gran logro: Enseñarle los fundamentos del judaísmo.
Y cuando Eliézer lloró por más, Rabí Yojanán se dio cuenta de que si funcionó
una vez, tal vez podía enseñarle más. Y así fue, hasta que Eliézer se convirtió
en uno de los más grandes estudiosos de su generación.
Tienes que quererlo tanto
que llorarías por ello.
Vemos
de aquí que incluso los más lentos de los lentos pueden alcanzar la grandeza.
¿Cuál es el secreto? Tienes que quererlo tanto que llorarías por ello. Ese fue
el mérito de Rabí Eliézer Ben Hurkanas.
El éxito es un regalo de
Dios
"Todo
judío debe esforzarse por llegar a ser tan grande como Moshé". (Maimónides, Leyes de Teshuvá 5:2)
Obviamente, no todos nacimos con la inteligencia, el carácter y las cualidades de liderazgo
de Moshé. ¿Cómo pueden esperar de nosotros que lleguemos a ser tan grandes como
Moshé?
"Si
haces el esfuerzo, encontrarás resultados" (Talmud, Meguilá 6b).
¿Qué
quiere decir con "encontrarás resultados"? ¿Por qué no dice
simplemente: "Si lo intentas, obtendrás resultados"?
La
respuesta es que el esfuerzo y los resultados no son causa y efecto. Llegar a
grandes alturas no depende de nuestras capacidades y talentos naturales. El
esfuerzo es nuestra responsabilidad, pero los resultados son algo que
simplemente "encontramos", son un regalo de Dios. Y Dios nos dará lo
que sea que necesitemos para tener éxito.
El
pueblo judío es llamado "los hijos de Dios" (Deuteronomio 14:1,
Pirkei Avot 3:18). Tal como un padre quiere dar todo lo bueno a sus hijos, así
también Dios quiere que tengamos todo lo que es bueno.
Aquí
está el verdadero secreto del éxito: Independientemente de nuestras
limitaciones mortales, nuestro potencial de grandeza es ilimitado cuando
tenemos el poder de Dios detrás de nosotros.
Todo
lo que Dios nos pide es que lo intentemos. No lo decepcionemos.
Fuente:aishlatino
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