Una mayoría
de los que han perdido a un ser amado han rezado o intentado hablar en algún momento
con su alma, pero en escasas ocasiones han percibido una respuesta de vuelta.
Aun así,
cuando alguno de nuestros seres queridos desea comunicarse o ponerse en contacto
con nosotros desde el mundo espiritual, siempre encuentra la manera de hacerlo.
Pero, qué pasaría si enviáramos una carta al cielo?? Esperaríamos recibir entonces
una respuesta??
Una
oración de esperanza y una carta escrita desde el más profundo amor reforzaron
mis propias creencias, y el poder de mi mente y mi corazón me permitieron tocar el
mundo espiritual. Así comenzó una andadura que aún hoy continua.
La historia
que os voy a contar forma parte de mi bagage espiritual y sucedió hace más de
25 años, cuando mi padre falleció repentinamente a una edad temprana y encontrándose en un estado de salud perfecto. Solo recuerdo
con mucho cariño haber seguido mi intuición, dentro del mar de confusión en el
que navegaba en aquel momento, y desde hacía ya cuatro meses, debido precisamente
al fallecimiento de mi padre.
Lo cierto es que no soy capaz de poder explicar de qué forma, porque lo ignoro totalmente, los acontecimientos en mi vida se precipitaron de tal manera que fui a parar a una reunión de nuevos conocidos en la que se juntaron desde una maestra de Reiki, en aquel entonces casi nadie sabía lo que era, una vidente, una tejedora y hasta una confeccionadora de cortinas, pasando por un mecánico, una ama de casa, etc. No éramos muchos, apenas llegábamos a diez personas, y desde luego, el grupo era de lo más heterogéneo que se pudiera encontrar. Aun hoy, no sé cómo llegué a ese único encuentro, solo sé que alguien me guió hasta allí.
Lo cierto es que no soy capaz de poder explicar de qué forma, porque lo ignoro totalmente, los acontecimientos en mi vida se precipitaron de tal manera que fui a parar a una reunión de nuevos conocidos en la que se juntaron desde una maestra de Reiki, en aquel entonces casi nadie sabía lo que era, una vidente, una tejedora y hasta una confeccionadora de cortinas, pasando por un mecánico, una ama de casa, etc. No éramos muchos, apenas llegábamos a diez personas, y desde luego, el grupo era de lo más heterogéneo que se pudiera encontrar. Aun hoy, no sé cómo llegué a ese único encuentro, solo sé que alguien me guió hasta allí.
Lo cierto
es que de manera casual, mientras tomábamos café después de haber llegado a una antigua casa de campo, sentados a una mesa gigantesca, una
persona llamada Marisol, que estaba sentada justo delante de mí, me preguntó si me
pasaba alguna cosa. Sorprendida y como más o menos pude le dije que no, que todo estaba
bien y así era, si obviábamos mis sentimientos internos, claro está. Entonces,
y de manera muy educada y sutil, me indicó que a mi espalda se encontraba un
hombre de mediana edad y que si sabía quién podría ser.
En aquel momento todos
los pelos de mi cuerpo se erizaron y las lágrimas brotaron de mis ojos, nublándome
la mirada por completo. Intercambiamos algunas frases y confirmamos que se
trataba de mi padre, que se hallaba junto a mí porque yo no le
dejaba partir. Podéis imaginar lo mal que me sentí en ese momento. Absolutamente
culpable de que mi padre, además de haber fallecido de repente, tuviera que permanecer en
un plano que no le correspondía y además por MI CULPA!!! No me lo podía creer y
no podía dejar de llorar de la desesperación que sentía. Mi padre se había ido
sin yo haber podido despedirme de él, y eso no me lo podría perdonar jamás, y él
no marcharía hasta que yo no estuviera bien. Así lo explicó Marisol.
Entonces,
Marisol intentó tranquilizarme y con mucha calma me explicó una forma sencilla
de poder elevar mis palabras al cielo para que mi padre las escuchara y además elevar
también su alma y desligarla de mi persona. A continuación, alguien de quien no
recuerdo el nombre y ni tan solo su aspecto físico, me propuso recibir una
breve sesión de Reiki para tranquilizarme y yo accedí, sin tener ni la más remota idea de a qué iba. Solo sabia que en peor estado emocional no podia estar, así que simplemente me dejé llevar. En ese entonces no tenía
idea de qué se trataba e ignoraba por completo que en un brevísimo espacio de tiempo yo
misma me convertiría en una maestra Reiki y que de esa forma comenzaba un camino que habría de cambiar mi vida por completo y también la de aquellos que se encontraban a mi alrededor.
Ese día
evolucionó hasta el final con más tranquilidad de la que cabía esperar, por cómo había
comenzado. Se contaron historias durante horas, se tomó un almuerzo ligero y al
anochecer se terminó con una rueda de energía formada por todos los presentes. Mi
primera rueda energética de muchas que habrían de venir con los años y la experiencia. Os puedo asegurar que llegué a casa distinta, no encuentro mejor palabra que esta. Muy cansada
pero también distinta, como si algo hubiera cambiado a un nivel muy profundo.
Lo cierto
es que a la mañana siguiente, que era domingo, me levanté de la cama y parecía que me habían quitado
una pesada losa de encima. De pronto lo había comprendido TODO y aunque no era
capaz de explicar por qué y ni tan siquiera lo que había comprendido, era
consciente que algo en mi interior había cambiado por completo y mi vida comenzaba una nueva
andadura.
La noche siguiente a ese domingo recé mi primera oración por el alma de mi padre y comencé
mi carta. Recuerdo haber estado escribiendo esa carta durante los siguientes días,
rezando antes y después de escribir, prendiendo una vela blanca en cada ocasión
y derramando millones de lágrimas de desesperación cada vez. En ella logré explicar absolutamente todo lo que le quería decir a mi padre, todo lo que me hubiera gustado decirle con los años y jamás le dije. Al cabo de algunos días mi ánimo
se había calmado y mi vida había comenzado a cambiar también.
No recuerdo dónde
se realizó el encuentro con esas personas, aunque se realizó seguro porque mi
marido me acompañó y puede dar fe; tampoco recuerdo el aspecto ni el nombre de
las personas que compartieron esas horas conmigo, a excepción de Marisol a la que solo vi esa única vez como al resto de integrantes del grupo. Es como si todo hubiera sido
un sueño pero, como ya he dicho antes, fue real porque mi marido fue testigo de
todo. Nunca esas personas sabrán que me salvaron la vida y a veces me pregunto
si fueron personas reales o quizás ángeles humanos. Jamás les volví a ver ni sabría dónde encontrarles a día de hoy. No son posibles tantas
coincidencias en tan poco tiempo, apenas unas horas. Esto no sucede así en la vida
real. Así que desde aquí agradezco desde el fondo de mi corazón toda la ayuda
que aquel día me prestaron de manera totalmente altruista y animo a quien se
encuentre en un estado de ánimo decaído por la ausencia de un ser amado fallecido, le escriba una carta y se aproxime a la Luz como hice yo misma.
He de
decir que con el tiempo mi padre contactó conmigo, pero esperó al momento
adecuado y no mientras mis sentimientos y emociones se hallaban en perpetua confusión.
Esta historia jamás la había contado a nadie y por supuesto faltan detalles que
he omitido para hacer más ligero mi relato.
Desde ese
día mi vida comenzó a cambiar y un nuevo camino se abrió ante mí, un camino que
hoy me permite contaros esta historia y explicaros el funcionamiento de este
camino espiritual en el que todos estamos inmersos. Unos hechos que abrieron un portal para que yo misma pueda guiar a otros hacia la Luz.
Uno nunca
sabe de qué forma nuestro ser amado contactará con nosotros, pero seguro que
encontrará la forma de hacerlo y llegar hasta cada uno.
💖😘😘
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