En relación a las lecturas psíquicas, canalizadas o
predictivas a través de alguna mancia, debo aclarar que si la pregunta es vaga
o confusa, la respuesta posiblemente sea general y bastante ambigua o incluso confusa.
Esto es así, este es el funcionamiento y siempre es
mejor tenerlo en cuenta para dedicar mucho más tiempo del que habitualmente se
dedica a la formulación de la pregunta o preguntas.
Mucho más a menudo de lo que parece, al enfrentarme
a una lectura de cualquier tipo y con el consultante presente de algún modo,
debo rectificar sus preguntas para poderles ofrecer la mejor respuesta posible.
Esto determina, a todas luces, que no es habitual que el consultante haya
meditado sus preguntas en profundidad antes de pedir cita.
Una buena pregunta ha de estar centrada en lo que se
desea saber. A menudo, el deseo del que indaga, el tipo concreto de vibraciones
propias de esa necesidad de saber, estimula y centra la energía a partir de la
cual se crea la orientación. Y esto sucede en cualquier tipo de consejo
recibido, tanto si procede de alguna mancia como si se trata de un proceso más
espiritual.
A veces uno no sabe qué es lo que necesita saber. Al
principio no hay ninguna pregunta, es simplemente un problema, una sensación de
intranquilidad, de que existe una dificultad, un dolor. Cuando sientas esa
frustración, puedes empezar tú solo, o con la ayuda de alguien que sepa
escuchar, por determinar qué tipo de orientación necesitas. Tal vez, el proceso
empiece sencillamente con una exposición de los hechos:
“Estoy muy descontento con... y quiero saber qué es
lo que debo hacer al respecto”. Ello ayuda a ser más concreto posteriormente:
¿Qué es exactamente lo que te preocupa y por qué? ¿Qué clase de solución
buscas? ¿Cuáles son tus objetivos? ¿Cuáles tus obligaciones?
Al tiempo que construyes tu pregunta, trata de dar
tú mism@ la respuesta para ver si realmente deseas que te sea respondida. ¿Has
estudiado previamente toda la información relacionada con esa situación?
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