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martes, 1 de agosto de 2023

EL APETITO EMOCIONAL

Cuando nos sentimos felices y satisfechos tendemos a comer únicamente al sentir hambre de verdad, y esa sería el hambre natural.

Por el contrario, cuando nos sentimos insatisfechos, aburridos, angustiados, tristes, etc…, tendemos a comer para saciar esa insatisfacción, y solemos recurrir a productos que tengan un sabor acentuado que nos distraiga, a nivel físico, de lo que sentimos emocionalmente y mentalmente. Esto es lo que llamamos hambre emocional.

Fisiológicamente hablando, el control de la saciedad depende del hipotálamo, el apetito está controlado por señales bioquímicas que indican al cerebro que tenemos hambre y necesitamos comer. Cuando hayamos satisfecho esta necesidad, los mismos mecanismos indicarán al cerebro que podemos detenernos. En principio es un método infalible, pero lo cierto es que hemos aprendido a ignorar esas señales y en muchas ocasiones comemos no sólo por hambre, sino por otras razones que muy poco tiene que ver con el aporte energético necesario para nuestras funciones biológicas.

Hemos convertido la comida en una recompensa y en un consuelo para paliar nuestras insatisfacciones, sean las que sean. La comida es algo que solemos tener siempre a mano, al que podemos recurrir rápidamente y que nos aporta estímulos positivos de forma inmediata, con un coste (económico y de esfuerzo) muy reducido. Es mucho mas fácil atiborrarnos de helado, chocolate o patatas fritas, por ejemplo, que tener esa conversación con nuestra pareja, nuestros hijos, nuestro jefe, nosotros mismos.

Aunque momentáneamente el satisfacer el hambre emocional nos pueda aportar los estímulos positivos que estamos buscando, hay un importante inconveniente en utilizar la comida para conseguir las satisfacciones que, por cualquier motivo, no conseguimos de otra forma: dicho inconveniente es que después de habernos atiborrado, esa conversación pendiente... seguirá pendiente.

Podemos utilizar un bol de helado, una tableta de chocolate o un paquete de patatas fritas como muleta que nos servirá para extraer una satisfacción efímera en un momento de necesidad, esto puede tener cierta utilidad en determinados casos (evitar decisiones impulsivas, ganar tiempo para conseguir calmarnos, etc). A partir de ese momento, deberíamos tener muy claro que necesitaremos solucionar lo que haya provocado nuestra insatisfacción en primer lugar, para que dicha insatisfacción no se vuelva a producir. Si utilizamos la muleta psico-emocional de la comida con la esperanza de que se convierta en la solución, estaremos bastante desencaminados.

Para controlar el hambre emocional hay que recordar cómo se siente la verdadera hambre física, y definitivamente existen varias diferencias entre las dos. Aquí unas pautas para ayudarnos a determinar si lo que sentimos es hambre física o hambre emocional.

El hambre emocional aparece de repente, no es raro que lo haga después de un disgusto o después de que hayamos recibido una noticia que nos desagrada. El hambre física es gradual.

El hambre física se siente en el estómago, es una sensación decididamente física, mientras el hambre emocional se percibe en la cabeza como un pensamiento fijo, una obsesión, solo se puede pensar en ello.

Cuando un determinado tipo de comida es lo único que puede satisfacer el hambre (chocolate, patatas fritas, golosinas), se tratará de hambre emocional. Cuando nuestro cuerpo requiere combustible, estaremos abiertos a cualquier alimento disponible.

El hambre emocional tiene que ser satisfecha de inmediato. El hambre física puede esperar.

El hambre emocional nos deja un sentido de culpabilidad, el hambre física nos deja satisfechos.

Tener la capacidad de identificar cuando sintamos hambre emocional o hambre física, es parte del proceso para evitar utilizar el alimento como medio de satisfacción inmediato y equivoco. Las insatisfacciones, tristezas, miedos, angustias que nos brinda a veces la vida, no se solucionan procurando satisfacciones rápidas a través de la comida.

Reconocer la diferencia entre las dos nos ayudará a desarrollar estrategias eficaces para concentrar nuestras energías allí donde verdaderamente se necesiten.



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