Cualquier persona, independientemente de la religión que profese o incluso si no profesa ninguna, en algún momento de su vida ha rezado de alguna u otra manera.
De hecho,
pienso fervientemente que las oraciones más profundas no son las oraciones como
las conocemos o que pertenecen a alguna religión o culto.
Para mí,
rezar es cuando uno adopta una actitud de escucha sin necesidad de pronunciar
una sola palabra. Creo que es posible mejorar la manera de rezar en sí, si en
vez de realizarlo en forma de petición como "Por favor, haz que esto o lo
otro suceda" o "Por favor, envíame esto o aquello", lo
utilizamos como un camino para llegar a la paz interior. No es necesario
utilizar palabras que se basan en conceptos o peticiones, podemos ir más allá.
En vez de
utilizar una oración, podemos perfectamente usar una afirmación. Esto no
significa que quien esté acostumbrado a rezar las oraciones convencionales no pueda
seguir haciéndolo, pero por qué no probar con un sistema que puede llevarlo
mucho más lejos…
Por ejemplo,
una afirmación como "Yo soy la Luz del mundo", pronunciada por Jesús,
es una afirmación y también un concepto que apunta a una realidad mucho más profunda.
El hecho de pedir esto o aquello nos ancla en la dualidad, porque olvidamos que
Dios y nosotros somos UNO.
La oración
como la conocemos implica que hay un Dios y un hombre pidiéndole a Dios, y al
final esto no es más que una ilusión, porque cada uno de nosotros es una expresión
de Dios.
Como comentaba
antes, está bien continuar rezando si ya se tiene por costumbre, pero estaría bien
ir alejándose poco a poco de pedir a otro que haga algo por nosotros porque
esto es lo que nos mantiene atrapados en la dualidad.
Las afirmaciones,
si se hacen de manera correcta, puede sustituir hermosamente a cualquier oración.
Veamos un
ejemplo:
"Estoy
curado, completo y en paz".
Después de
pronunciar esta afirmación desde el corazón, permitamos que haya un espacio de
silencio porque es precisamente ese momento de silencio el que tiene el poder
para modificarlo todo en la vida. En ese espacio sumido en el silencio podemos
experimentar que ya estamos completos aunque la forma externa aun nos diga algo
distinto. Es de esta manera cómo se hacen realidad nuestros deseos y no
pidiendo a través de una oración.
Veamos otro
ejemplo. Imaginemos que estamos intentando curar o sanar a otra persona, ya sea
que estemos con ella presencialmente o que la visualicemos o incluso que nos
venga a la mente esa persona sin haber pensado en ella. Imaginemos que esa
persona está enferma y la tenemos en la mente de la forma que sea, la curación más
poderosa es cuando podemos sostener la imagen de esa persona y profundizar en
nuestro interior sin ninguna intención porque es en nuestro interior donde
reside la totalidad de la vida, no solo de la nuestra sino de toda la vida, de
todo el universo.
Es en ese
universo donde nada se necesita y por tanto no es necesario agregar nada. En ese
espacio de nuestro interior encontramos también a la totalidad de esa persona
que tenemos en mente porque no hay que olvidar que TODOS SOMOS UNO. Esa es la única
realidad.
En ese
nivel más profundo que va más allá de la forma, o dicho de otro modo, en ese
nivel más profundo donde somos uno con Dios, esa persona ya está totalmente
curada. Y lo único que hemos hecho ha sido pasar de la forma a lo informe o a
la no-forma.
Este es un
tipo de curación muy hermosa y también muy efectiva. Hay un libro, que he
dejado en mi Biblioteca personal, llamado "El Arte de la Sanación
Espiritual" de Joel Goldsmith, un afamado sanador que murió en 1964, que
trata este tema en profundidad. El libro original está en inglés (The art of spiritual healing), aunque he dejado también un breve resumen con el título El arte de la sanación espiritual que puede ser de mucha ayuda.
En él se
muestra como se puede sanar una condición de enfermedad que necesita ser curada
sin ni siquiera conocer esa condición ni pensar en ella en absoluto. Sino solo centrándose
en la realidad esencial de ese ser humano, que es a la vez uno con la realidad
del propio sanador, y entrar en una profunda quietud porque no se necesita nada
más.
Como cuenta
él mismo, el señor Goldsmith a menudo recibía llamadas telefónicas, a veces en mitad
de la noche, de alguien que necesita desesperadamente curación. En la llamada
le indicaban el nombre de la persona y de lo que padecía, por ejemplo, a Rosa
le pasa esto o aquello, y lo que hacía él en ese momento era colgar el teléfono
y no entrar en absolutamente ningún pensamiento.
En el
momento en que había escuchado el nombre de la persona y lo que le sucedía,
inmediatamente lo soltaba y entraba en ausencia de pensamiento o meditación solo
por dos o tres minutos. Solo unos minutos de silencio, ausencia de pensamiento y
presencia o consciencia absoluta eran capaces de sanar a la persona enferma. Podríamos
llamar a esto la perfección absoluta del reino de la no-forma o reino de Dios.
La buena
salud era la esencia de esa persona que necesitaba sanación. Por tanto, tomamos
la forma y la llevamos al mundo de la no-forma donde no existe esa forma a la
que llamamos enfermedad.
Al hacer
esto nos encontramos que ninguna condición humana, sea la que sea, necesita ser
tratada porque en ese espacio todo está bien y no se necesita nada. Esta peculiar
forma era su manera de curar y lo hacía muy bien.
Podríamos llamarlo
la última forma de curación o también la oración no dual porque no se basa en
la dualidad Dios-Hombre. Así es como podemos ir más allá de la oración, yendo a
la fuente misma de la que somos inseparables. No necesitamos decir "Por
favor, Dios, sana esto o aquello".
En vez de
hablarle a Dios, escuchémosle. Parémonos a escuchar en silencio sin más. Escuchar
significa entrar en un campo de atención pura, de consciencia. No significa
esperar una respuesta porque entonces no estaríamos escuchando sino esperando,
y lo que queremos hacer es simplemente escuchar sin esperar nada. Solo pura atención.
Este tipo de "oración", por llamarlo de manera inteligible, es la más
profunda que podamos encontrar y sin necesidad de pronunciar una sola palabra.
Esa es la
actitud en la verdadera oración, donde ésta se convierte también en meditación
y donde no se requiere una respuesta. Es suficiente estar en silencio para que llegue
una respuesta o que algo se resuelva al momento. Solo escuchar.
Cuando veamos
cualquier problema en este mundo, cualquier perturbación, alguien que necesite
ayuda de algún tipo, incluso algún problema que tengamos en nuestra propia
mente, simplemente adentrémonos en la presencia o consciencia y mantengamos la
escucha.
El silencio
y la escucha son las formas de hablar en la consciencia. Podemos decir
simplemente: "Estoy escuchando" y escuchar nada más.
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