Sin duda, los pensamientos y las emociones están íntimamente relacionados y pueden experimentarse juntos, pero a la vez son muy distintos.
Los pensamientos
son cogniciones mentales: nuestras ideas, opiniones y creencias sobre nosotros
mismos y el mundo que nos rodea. Éstos incluyen las perspectivas que aportamos
a cualquier situación o experiencia que colorean nuestro punto de vista, ya sea
para bien, para mal o para regular.
Un ejemplo
de un pensamiento duradero es una actitud, que se desarrolla a medida que los
pensamientos se repiten una y otra vez y se refuerzan.
Si bien
los pensamientos están moldeados por las experiencias de la vida, la genética y
la educación, generalmente están bajo el control consciente. En otras palabras,
si eres consciente de tus pensamientos y actitudes, puedes elegir cambiarlos.
Por otro
lado, podríamos pensar en las emociones como el flujo y la experiencia de los sentimientos,
por ejemplo, alegría, tristeza, ira o miedo. Las emociones pueden ser
desencadenadas por algo externo como, por ejemplo, ver a un amigo sufrir o incluso
ver una película o traer a nuestra mente un recuerdo perturbador.
Si bien
las emociones son universales, cada persona puede experimentarlas y responder a
ellas de manera diferente. A menudo, vemos que algunas personas pueden tener
dificultades para comprender qué emoción están experimentando en un momento
dado o incluso de manera continuada.
Las
emociones sirven para conectarnos con los demás y ayudan a cultivar fuertes
vínculos sociales. Este podría ser el propósito evolutivo de las emociones: las
personas que han podido formar vínculos y lazos emocionales fuertes se
convierten más fácilmente en parte de una comunidad y tienen más probabilidades
de encontrar el apoyo y la protección necesarios para sobrevivir.
Podríamos decir
que las personas de todo el mundo tienen diferentes ideas, creencias, opiniones
y también distintos pensamientos, pero los sentimientos de todos nosotros son
muy similares, si no idénticos.
Las emociones
son "contagiosas”, y esto se puede comprobar, observando que muchos tienen
tendencia a imitar los estados externos de los demás, por ejemplo, sonriendo
cuando alguien nos sonríe, y nuestros estados externos pueden afectar a
nuestros estados internos porque, por ejemplo, sonreír puede hacernos sentir
felicidad.
No obstante,
las emociones también pueden verse influenciadas por otros factores:
Las
tradiciones y creencias culturales pueden afectar la forma en que un grupo o un
individuo expresan sus emociones. Hay algunas culturas en las que se considera
de "mala educación" expresar las emociones de una manera que puede
considerarse saludable y apropiada en otras culturas.
La
genética o, más específicamente, la estructura cerebral y de la personalidad,
incluido el autocontrol, puede afectar la expresión emocional de un individuo o
una familia. Si bien la composición genética de una persona no se puede alterar,
el cerebro es otra historia. Investigadores han identificado seis "estilos
emocionales" distintos que se basan en la estructura de nuestro cerebro
pero que se pueden remodelar con la práctica.
Condiciones
físicas: los tumores cerebrales, los accidentes cerebrovasculares, la
enfermedad de Parkinson, la esclerosis múltiple, el Alzheimer y las
enfermedades metabólicas, como la diabetes y los trastornos de la tiroides,
pueden hacer que las respuestas emocionales de una persona cambien
drásticamente.
Lo que
pensamos afecta lo que sentimos. Los pensamientos y las emociones tienen un
profundo efecto mutuo. Los pensamientos pueden desencadenar emociones, por
ejemplo, la preocupación por una próxima entrevista de trabajo puede causar
miedo, y también sirven como una evaluación de esa emoción y este no es un
miedo realista. Además, la forma en que prestamos atención y evaluamos nuestras
vidas tiene un efecto en cómo nos sentimos. Por ejemplo, una persona que tiene
miedo a los perros probablemente esté super-atenta al perro del otro lado de la
calle y evalúe la aproximación del perro como una amenaza, lo que le genera
angustia emocional. Otra persona que evalúe la aproximación del perro como
amistosa tendrá una respuesta emocional muy diferente a la misma situación.
Existe una
tendencia bastante generalizada a creer que las emociones son simplemente "parte
de nosotros" y no se pueden cambiar. Sin embargo, varias investigaciones
han establecido que las emociones son maleables y sí se pueden modificar.
Veamos algunos
ejemplos:
Modificando
una situación externa (divorciarse de un cónyuge abusivo)
Cambiando
nuestra atención (eligiendo enfocarnos en un aspecto más positivo de una
situación)
Reevaluando
una situación (el próximo examen es una oportunidad para aprender, no una
evaluación de mi valor personal).
La forma
en que elegimos vivir nuestras vidas tiene un enorme poder sobre cómo nos
sentimos en nuestro día a día.
El 50% de
la felicidad está determinada por nuestro "punto de referencia" o
genética, y el 10% está determinado por nuestras circunstancias personales, finanzas, salud, situación vital.
El 40% restante se basa en nuestros propios esfuerzos intencionales por ser más
felices, lo que significa que tenemos una gran influencia en cómo nos sentimos
y percibimos la vida que nos rodea.
Ciertos
tipos de entrenamiento mental, como la atención plena o el pensamiento
positivo, pueden afectar nuestras percepciones del mundo y hacernos sentir más
tranquilos, más resilientes y también más felices. También el perdón, la
gratitud y la amabilidad, nos pueden ayudar a vivir mejor y además se pueden
cultivar con la práctica.
Si no te gustan tus pensamientos y/o emociones, no dudes en cambiarlos.
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