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domingo, 8 de septiembre de 2024

MIRARSE EN EL ESPEJO

Se dice que hay una razón por la que el parabrisas es más grande que el espejo retrovisor y es porque hacia dónde uno se dirige es más importante que lo que se ha dejado atrás.

Para muchas personas de mediana edad y más allá, ambos son importantes. No obstante, cuando miramos en ambas direcciones, a menudo nos enfrentamos al espejo actual.

Todos pasamos por inevitables transiciones en la vida y una de cada tres personas experimenta una “crisis del espejo”. No les gusta lo que ven en el espejo. No solo su cuerpo envejecido, sino también su vida envejecida. Sienten una brecha de expectativas: “Esto no es lo que esperaba”. “Si tan solo fuera más de esto”. “Si tan solo fuera menos de aquello”. La brecha a menudo se desencadena por muertes, enfermedades, mudanzas, jubilación o cosas parecidas. O incluso puede ser debido a la experiencia de simplemente tener que sentir la energía que consume el pesado trabajo de más de las mismas viejas conversaciones y rutinas. También puede ser la sensación normal, aunque de pánico, de enfrentarse al tictac del reloj de la mortalidad.

Pero por qué es importante un espejo en la vida??

Los espejos nos obligan a mirarnos a nosotros mismos. Nos obligan a examinarnos. Enfrentarnos al espejo honestamente requiere que aceptemos nuestros propios errores en lugar de culpar a los demás. Sentirnos cómodos con nuestro reflejo físico y psicológico nos permite aceptarnos exactamente como somos. Y, a veces, refleja algo a lo que podemos llamar la “crisis de la vejez”.

Qué es una crisis de la vejez??

La crisis de la vejez es diferente a cualquiera de las crisis de la mediana edad en las que solemos hacer hacemos balance y nos preguntamos “¿Esto es todo lo que hay?”. Este es un cuestionamiento existencial más profundo sobre el tiempo. Es la realidad de que el tiempo es nuestra moneda más preciada y que queda poco. ¿Cuánto tiempo tengo y qué quiero hacer más y menos en mi vida?

Naturalmente, todos tenemos esos días en los que nos enfrentamos al espejo (en sentido figurado y literal) y no nos gusta lo que vemos. Sentimos que nos falta algo. Entonces, ¿qué podemos hacer?

Aprender a liberarse de las cosas

Un primer paso podría ser mirarnos al espejo con un “compañero de propósito”: alguien que esté dispuesto a profundizar en las cuestiones existenciales más profundas relacionadas con el tiempo. Puedes utilizar el siguiente cuestionario sobre la crisis de la tercera edad como estructura para una conversación frente al espejo.

Cuestionario sobre la crisis de la tercera edad

¿A menudo te miras al espejo y piensas: “¿Quién es esta persona?”

¿Te sientes reacio a decirle a la gente tu edad?

¿Te obsesionas con tu apariencia, tratando cualquier forma de antienvejecimiento para parecer más joven?

¿A menudo te comparas con otras personas de tu edad y te preocupa no estar a la altura?

¿A menudo piensas en tu mortalidad?

¿Evitas hablar con tus seres queridos sobre lo que te gustaría para ellos después de que te hayas ido?

¿A menudo cuestionas el valor de tus creencias religiosas o espirituales?

¿A menudo te sientes deprimido o vacío durante largos períodos de tiempo?

¿A menudo te sientes alejado de las actividades que alguna vez te parecieron placenteras?

¿Te sientes aburrido o estancado en tus relaciones personales?

Puede que te sientas identificado con algunos de estos comportamientos, pensamientos y sentimientos. Pero si respondiste un “sí” rotundo a más preguntas que “no”, es posible que estés atravesando o entrando en una crisis de la tercera edad.

Aprender a rehacer las maletas

Una segunda forma de mirarse al espejo es preguntarse: “¿Qué sería una buena vida, ahora, para mi?”

Existe una fórmula para lograr una buena vida que aligera nuestra carga y nos ayuda a mirarnos al espejo, evaluando cuatro elementos clave para ello:

Lugar: ¿Dónde quiero vivir?

Personas: ¿Con quién quiero vivir o cerca de quién quiero vivir?

Trabajo: ¿En qué quiero invertir mi tiempo (o no)?

Propósito: ¿Qué quiero aportar al mundo?

Al mirarnos al espejo, la felicidad a menudo pasa a ocupar un lugar privilegiado. “¿Ahora puedo ser feliz?” Llegados a este punto, quizás deberíamos pensar en cambiar nuestro objetivo de dedicar nuestro tiempo a la búsqueda de la felicidad personal y, en vez de ello, dedicarnos a contribuir activamente en el bienestar de los demás. Al “crecer y dar”, no solo uno se enfrenta al espejo con una sonrisa, sino que también crea un efecto dominó de propósito en el mundo que lo acaba rodeando. Solo es necesario conseguir que nuestra vida cuente un poquito cada día.

 


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