Un día se reunieron en una conversación, al borde de un lago tranquilo y rodeado de hermosos árboles y flores de colores, cuatro hermanos legendarios. Eran el fuego, la tierra, el agua y el aire.
Como eran raras las oportunidades que tenían para estar todos juntos, hablaron de cómo habían quedado atrapados en sus oficios, con poco tiempo libre para las reuniones familiares. Pero el agua les recordó a los otros hermanos que estaban cumpliendo con la ley divina, y este era un trabajo que les traería el mayor de los placeres.
Así, aprovecharon el momento para socializar y contarse, los unos a los otros, lo que habían construido y destruido durante el tiempo en que no se veían. Todos estaban muy contentos por servir a la creación de la vida, trabajando en formas bellas y útiles.
Entonces se acordaron de que el hombre estaba siendo ingrato. No le daba la debida importancia a la vida. Los hermanos llegaron a pensar en castigar al hombre gravemente, dejando de ayudarle. Pero en última instancia, se optó por pensar en cosas buenas y felices.
Antes de irse, decidieron dejar un recuerdo para el planeta de esta reunión. Querían crear algo que tuviera en su esencia la contribución de cada uno de los elementos, combinados con armonía y belleza. Sentados junto al lago, al ver sus propias imágenes reflejadas, cada uno dio su sugerencia y se intercambiaron muchas ideas. Hasta que uno de ellos sugirió que usasen el mismo lago como origen.
¿Qué tal un ser vivo que surgiese a partir del agua y crezca hacia el cielo? ¿Un vegetal, tal vez?
Se decidieron entonces por una planta que tendría sus raíces cerca del suelo, crecería a través del agua y llegaría a la plenitud en el aire. Ofrecería cada uno su propio regalo.
La Tierra, dijo: “Voy a hacer mi mejor esfuerzo para alimentar sus raíces.”
El agua, que estaba al lado: “Voy a ofrecer la linfa que fluye en mis pechos, para darle fuerza en su crecimiento”.
“Y yo la rodearé con mis mejores brisas, dándole mi energía y la atracción a su flor”, dijo el aire.
Entonces el fuego, para completar el proyecto, eligió lo mejor de lo que tenía para ofrecer: “Ofrezco mi calor a través de el sol, trayéndole la belleza de los colores y el impulso para la floración.
Así, en lugar de castigar el ser humano, los cuatro hermanos le dejaron una memoria de la pureza de la creación y la perfección para que el hombre la pueda alcanzar algún día.
Juntos, se pusieron a trabajar, detalle a detalle, en su creación conjunta. Cuando terminaron su trabajo, se despidieron con alegría, dejando el lago con la belleza de la flor que se abrió al sol naciente.
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