La antigimnasia es una manera sencilla y efectiva de relajar y equilibrar el cuerpo físico, a través de pequeños movimientos, muy precisos.
Los
pequeños y precisos movimientos que se realizan durante una sesión de
antigimnasia consiguen activar el organismo de manera profunda y permanente.
Por su nombre, puede pensarse que se trata de una disciplina que defiende el
sedentarismo, pero nada más lejos de la realidad.
La
antigimnasia nació en Francia en 1976, de la mano de Therese Bertherat, y
desde entonces hasta hoy se ha ido expandiendo por todo el mundo, su mando cada
vez más adeptos. Su finalidad es clara: lograr que cada persona entre en contacto
con el propio cuerpo y descubra su belleza y armonía, pues saber cómo
utilizarlo correctamente es fundamental para sentirse más vital y ganar salud.
Hace 360
millones de años se formó la musculatura corporal para dar respuesta a la
necesidad del hombre de cazar, escapar de los peligros.
En la
actualidad, sin embargo, esta musculatura ha perdido buena parte de sus
funciones; para subir al séptimo piso de un edificio, nos basta con pulsar el
botón del ascensor; si queremos hablar con un amigo, no tenemos más que
descolgar el teléfono; para acudir a una cita, dejamos que sea el coche quien
nos lleve.
Claro que
realizamos algún esfuerzo a lo largo del día, e incluso puede que practiquemos
ejercicio físico, como nadar, montar en bicicleta, jugar al tenis, correr...
Pero, a pesar de todo, no aprovechamos suficientemente las posibilidades de la
musculatura con la que nacemos y ésta permanece escondida en el fondo de
nuestra memoria corporal.
Las
tensiones y el estrés de la rutina diaria a menudo nos llevan a bloquear la
respiración. Al trabajar sobre ciertos músculos, se recupera la capacidad de
respirar de forma natural y beneficiosa. A lo largo de la vida, las
experiencias se van grabando en nuestra fisonomía. Los músculos reaccionan ante
las tensiones que sufre cada persona y todos los acontecimientos y vivencias
quedan reflejados en el cuerpo, que va adoptando una forma determinada. Poco a
poco, éste se adapta a la rutina cotidiana y a los movimientos mecánicos, por
lo que corre el riesgo de atrofiarse y contraerse. Para evitarlo, la
antigimnasia propone la realización de una serie de ejercicios de estiramiento
que permite que los músculos recuperen su movilidad y se liberen de la tensión
acumulada.
Asimismo,
la antigimnasia percibe el cuerpo como un «todo». Entenderlo de forma
fragmentada, en cambio, puede llevarnos a descuidar ciertas partes y, por
compensación, abusar de otras. Es el caso del desequilibrio existente entre la
musculatura anterior y la posterior del cuerpo. Tendemos a fijarnos sólo en la
flacidez y debilidad de nuestra zona delantera: el vientre, los muslos, los
brazos, etc…, cuando toda la fuerza se encuentra realmente en la parte posterior.
El
conjunto de músculos que se prolongan desde la nuca hasta los pies (espalda,
nuca, lumbares, glúteos...) se utiliza en exceso y no permite que los músculos
de la parte anterior se fortalezcan. La espalda carga con todo el trabajo que
no le corresponde realizar a ella, lo que debilita los abdominales y origina
dolor. La clave, por tanto, está en encontrar un equilibrio entre ambos.
El primer
paso para conseguir este equilibrio es flexibilizar la musculatura de la parte
posterior del cuerpo mediante pequeños movimientos, muy precisos, con los que
se va estirando y relajando, facilitando así que parte la anterior empiece a
trabajar. Cuando realizamos una distribución más adecuada de nuestra fuerza
corporal, se despiertan las «zonas muertas» de la musculatura (muslos, vientre,
etc.)y posibilitamos que se vuelvan más fuertes. Esto también contribuye
aliviar muchos dolores y rigideces, sobre todo los que se localizan en la
espalda.
En este
sentido, la mente y el cuerpo son inseparables para relajar la musculatura
contraída se tienen que trabajar también las emociones que se han ido
refugiando en ella a lo largo de la vida.
Para la
antigimnasia es fundamental que la persona conozca su propio cuerpo y comprenda
las interacciones musculares que determinan su forma.
Si somos
conscientes de cómo organizamos nuestros movimientos, ahorraremos energía y
esfuerzo de manera considerable. El cuerpo contiene cientos de músculos que
forman parte de nosotros y, aunque no sepamos ni nombrarlos ni localizarlos, utilizarlos
de manera adecuada influye mucho a la hora de cambiar las malas costumbres y
vicios posturales y alcanzar el bienestar corporal.
Libera la respiración
Para la
antigimnasia el cuerpo es un «todo» interrelacionado, por lo que su trabajo se
centra en equilibrar sus fuerzas. Un cuerpo más equilibrado resulta más bello,
estilizado y elegante.
Afina la silueta
La
antigimnasia te ayuda a reencontrarte con tu cuerpo, a aprender a escuchar sus
mensajes y atender sus necesidades para mantenerlo sano. Es una oportunidad
para dejar que el cuerpo se exprese libremente.
Cuida tu cuerpo
Los
músculos, una vez estirados, gozan de mayor flexibilidad y más fuerza, lo que
permite que el desgaste energético sea menor a lo largo del día y, por la
noche, se note mucho menos cansancio La antigimnasia se centra en el
conocimiento profundo del cuerpo.
Cuando la
organización corporal cambia, la comunicación con el cuerpo también lo hace.
Nos sentimos mejor con nosotras mismas y, en consecuencia, las relaciones con
nuestro entorno (familia, trabajo, amigos...) se redefinen.
Más comunicativ@
Liberando
las tensiones musculares del cuerpo, se liberan las emociones ahogadas y no
expresadas. Una vez que se aceptan y se reconocen las emociones, se puede
desarrollar la creatividad sin miedos.
Gana creatividad
Para la
antigimnasia, el cuerpo es la primera casa que habitamos, por eso es esencial
conocerlo. Sentirse bien en él significa poder escucharse a una misma y
desarrollar multitud de sensaciones positivas.
Siéntete bien
El
aprendizaje corporal de la antigimnasia resulta útil para aquellas personas
que, por su trabajo, deben mantener una misma postura durante mucho tiempo. Es
el caso de músicos, cirujanos, peluqueros...
Evita lesiones
Al
practicar esta disciplina se desarrollan los lazos que unen a la mente con el
cuerpo, algo básico para eliminar la tensión y la rigidez que tantas veces nos
afectan física y mentalmente.
ALGUNOS EJERCICIOS
Ejercitar la postura corporal sin
hacer ejercicio.
Sentarse
contra la pared, con las piernas flexionadas, apoyando el hueso sacro contra el
ángulo de la misma.
Iniciar el
movimiento desde la flexión de tronco, haciendo respiración diafragmática
(abdominal).
Intenta
pegar la mayor superficie posible de la espalda contra la pared, suprimiendo
todo lo que se pueda, las curvaturas cervicales y lumbares.
Extender
las piernas, sin despegar la espalda de la pared, manteniendo el pie en
flexión.
Elevar los
brazos hasta que lleguen a la línea de los hombros. Mantener la posición, al
menos un minuto, siguiendo con la respiración abdominal.
En el
segundo ejercicio, de espaldas al suelo, suprimiendo la curvatura cervical
llevando el mentón hacia el pecho y el sacro contra el ángulo de la pared.
Extender
las piernas progresivamente, luego de cada respiración realizada. Una vez
estiradas, mantener el pie en flexión y la posición durante al menos dos
minutos haciendo la respiración abdominal.
Ejercicio para soltar la mandíbula.
Abre y
cierra la boca concentrándote en el movimiento. Después pega la lengua entera
al paladar fuertemente y, manteniéndola arriba, trata de abrir de nuevo la
boca. Repite el movimiento varias veces.
Al
movilizar también se desbloquean zonas del cuerpo que estaban creando una
tensión oculta.
Otros dos ejercicios:
Ejercicio 1. Sentarse contra la pared,
con las piernas flexionadas, apoyando el hueso sacro contra el ángulo de la
misma. Inicia el movimiento desde la flexión de tronco, haciendo respiración
diafragmática (abdominal). Intenta pegar la mayor superficie posible de la
espalda contra la pared, suprimiendo todo lo que se pueda, las curvaturas
cervicales y lumbares. Extiende las piernas, sin despegar la espalda de la
pared, manteniendo el pie en flexión, y eleva los brazos hasta que lleguen a la
línea de los hombros. Mantén esta la posición al menos un minuto, siguiendo con
la respiración abdominal.
Ejercicio 2. De espaldas en el suelo,
suprimiendo la curvatura cervical, llevando el mentón hacia el pecho y el sacro
contra el ángulo de la pared, extiende las piernas progresivamente, luego de
cada respiración realizada. Una vez estiradas, mantén el pie en flexión y la
posición durante al menos dos minutos, haciendo la respiración abdominal.
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