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domingo, 17 de agosto de 2025

SIMPLEMENTE, NO HAGAS NADA

Cuando la mente trata de detener sus propios pensamientos, fracasa. Y no es por una cuestión de técnica, sino porque la mente anhela sobrevivir.

El cese del pensamiento no es una victoria de la mente; es su disolución. Y por ello se resiste, no porque sea malvada o esté dañada, sino porque su naturaleza misma es prosperar en la continuación, en llenar nuestro espacio con ruido, desorden, supersticiones y con una incesante actividad mental.

Por esta razón, resulta absolutamente inútil intentar detener el pensamiento. La mente no solo se niega a cooperar, sino que, en el mismo acto de intentarlo, la alimentamos, la energizamos, le damos más terreno para afianzarse. Y uno se pregunta, qué hacer? Pues absolutamente nada. No, no es una metáfora poética; es la instrucción en sí misma. No hagas nada. No necesitas enmendar tus pensamientos, no necesitas seguir un método, ni participar en un solo ejercicio espiritual, técnica de yoga, mantra o práctica de mindfulness. Porque cada esfuerzo que se hace para controlar el pensamiento emana de la misma corriente de pensamiento que intentamos acallar. Incluso si alguna práctica parece darnos unos instantes de paz, nunca dura. Los pensamientos regresan con más fuerza, más velocidad, con mayor agresividad. Y uno se encuentra de vuelta en el punto de partida, pero aún más frustrado. Esa es la trampa.

Pero cuando soltamos por completo, cuando simplemente descansamos en lo que ya somos, sucede algo inesperado: la mente se aquieta por sí misma. En este "no-hacer" reside una alegría profunda e ilimitada. No es la alegría del éxito ni del despertar, sino una dicha sin causa que no necesita justificación. Es la paz que no requiere permiso. No se trata de controlar el pensamiento. Ni siquiera se trata de observarlo. Todos estos son esfuerzos, sutiles y refinados, pero aún anclados en la mente. En su lugar, se trata de caer de lleno y por completo en lo que ya está en calma, ya en silencio, ya libre.

Cuando la mente no es alimentada, ni entretenida, ni combatida, ni analizada, empieza a desvanecerse. Este silencio no se conquista; se revela. Siempre ha estado ahí, como el cielo tras las nubes de la tormenta. Y cuando el pensamiento pierde su fuerza, aunque sea por un instante, el silencio regresa al primer plano. No es un silencio muerto, sino uno muy vivo: uno que está saturado de paz, claridad y una extraña e insondable dicha. Lo que surge de esto no es una nueva identidad, ni un nuevo sistema de creencias, ni una versión mejorada de uno mismo. Lo que surge es una vastedad en la que nada necesita ser añadido.

Quizás te preguntes: "¿Pero no debería al menos observar los pensamientos y ser testigo de ellos sin juzgar?" No, incluso eso es demasiado. Porque observar es, de alguna manera, seguir involucrando a la mente. Sigue siendo el "yo" tomando una posición de acción.

Así que, de nuevo: no hagas absolutamente nada. Los pensamientos vendrán; déjalos. Déjalos bailar, rugir, enfurecerse o llorar. No los reprimas. No los examines. Ni siquiera los catalogues como buenos o malos. Simplemente, no los toques. Es como ver una película, plenamente consciente de que es solo una película. No necesitas salir de la sala de cine, ni tampoco destruir la pantalla. Simplemente la ves por lo que es. Lo cierto es que no hay nada que detener. Nada que mejorar. El único cambio reside en tu relación con la mente, que pasa de ser un enredo a una indiferencia sagrada.

Quizás te preguntes si los despiertos espiritualmente también piensan. Sí, por supuesto que piensan y funcionan en el mundo, pero sus pensamientos son como una cuerda quemada. Parecen tener forma, pero no tienen fuerza. Si intentas levantarlos, se desmoronan. Cuando un pensamiento surge en una persona despierta, es como un ventilador que sigue girando después de haber sido desenchufado: hay movimiento, pero no hay una corriente que lo impulse, ni una identidad que lo posea. El pensamiento está vacío; no puede atrapar. Esta es la diferencia. No es que los despiertos vivan en un vacío mental en blanco, sino que sus pensamientos ya no tienen tracción. No dirigen su atención, no generan sufrimiento, no construyen una identidad basada en el ego. Son fantasmas que pasan a través de una ventana abierta. Y cuando ya no te interesan los pensamientos, cuando ya no te apegas a ellos, te enredas o reaccionas, tú también te vuelves así. No te vuelves insensible ni pasivo, sino claro, relajado y completamente espontáneo.

Entonces, ¿qué hay que hacer? Nada. Porque cualquier acción es una forma sutil de "devenir", el susurro del ego que dice: "Todavía no he llegado. No soy suficiente. Debo alcanzar esto o aquello". Pero esa es la mentira. Los pensamientos no son el enemigo, sino la creencia en ellos y el aferrarse a ellos lo que constituye el velo. Es como agarrar humo y preguntarse por qué las manos están siempre vacías. Ignora los pensamientos. No los resistas, no los evites, sino observa que no tienen una realidad propia. Surgen de la nada y se disuelven de nuevo en la nada. Son espejismos. No trates de pensar mejor. No trates de sustituir lo malo por lo bueno. No trates de purificar tu mente. Simplemente, deja la mente en paz. Paradójicamente, esta es la práctica espiritual más elevada, porque no fortalece la mente, sino que te devuelve a lo que es anterior a la mente.

Y lo que es anterior a la mente no es una técnica, no es un proceso, no es un nuevo estado. Es tu propia naturaleza. Es el silencio mismo. Es la paz misma. Es la claridad sin causa. No es masculino ni femenino, ni joven ni viejo, ni iluminado ni ignorante. Simplemente, es. Y cuando esto se ve, no con esfuerzo, sino con total sencillez, la búsqueda termina. Ya no hay nada más que obtener, nada que arreglar, nada en lo que convertirse. Nunca estuviste roto. Nunca naciste. Simplemente eres, tal como eres ahora mismo.

La verdadera libertad no proviene de controlar tus pensamientos, sino de descubrir que no tienes por qué hacerlo. Hay un poder silencioso que se despierta cuando dejas de prestarle atención a cada destello de la mente. Esto no es pereza ni negación, es inteligencia; inteligencia pura funcionando sin comentarios. Ignorar un pensamiento no significa apartarlo. Significa dejarlo intacto, como una hoja que flota río abajo. La ves, pero no la alcanzas. No la persigues. Ni siquiera te importa a dónde va. Los pensamientos se nutren de la atención. Si no les das ninguna, se mueren de hambre. Y cuando mueren de hambre, desaparecen.

Por eso se dice: "No luches con tus pensamientos, no discutas con ellos, no intentes reemplazarlos; simplemente, déjalos pasar". De hecho, si prestas atención, verás que la mayoría de tus pensamientos son ecos: historias recicladas, futuros imaginados, juicios, preocupaciones, etc... Y ninguno de ellos tiene substancia a menos que los reclames. Déjalos pasar, déjalos hacer lo que hacen. Y tú permanece en calma, no como alguien que intenta estar en calma, sino como la calma que siempre ha estado aquí, incluso cuando la mente gritaba. Esto es lo que el mundo nunca enseña: que la indiferencia hacia el pensamiento es el principio de la paz. No es frialdad ni apatía, sino una indiferencia sagrada, la que surge cuando ya no crees que cada pensamiento merece tu energía. No tienes que defenderte de tu mente; eso es solo más mente. Solo tienes que ralentizarte lo suficiente como para ver que nunca fue realmente tuya para empezar.

Y es en esa desaceleración cuando algo se disuelve. La lucha cesa y en su lugar llega una paz que no es forzada; es natural. No proviene de la práctica, sino del reconocimiento. Te das cuenta de que no necesitas hacer nada. No necesitas cambiar esto o aquello. No necesitas arreglarte, porque... ¿quién es el "yo" que está intentando ser arreglado? Es solo otro pensamiento.

Los pensamientos seguirán surgiendo, a veces fuertes, a veces extraños, a veces seductores o aterradores. Déjalos pasar. Incluso si parecen rugir como un trueno, incluso si aparecen como avalanchas emocionales, déjalos venir, déjalos ir. No se detiene una tormenta gritándole; se detiene refugiándote en el silencio. Tu ser es ese silencio. Cuando no reaccionas a los pensamientos, cuando no los sigues, los alimentas o los temes, sucede algo milagroso: pierden su fuerza. Y con ello, su ilusión queda expuesta.

Así como el horizonte no es en realidad el lugar donde el cielo toca la tierra, los pensamientos no son reales de la forma en que parecen. Son sombras en la pantalla de la conciencia. Déjalas parpadear. Tú permaneces como la pantalla. Hay una diferencia entre los pensamientos de una persona ordinaria y los de una que es libre. Para la persona ordinaria, cada pensamiento se siente como una orden, viene con un sentido de urgencia, identidad e impulso. Pero para la persona que es libre, el pensamiento es como una cuerda quemada. Aún puede conservar la forma de la vieja cuerda, pero carece de fuerza. Si intentas levantarla, se convierte en ceniza. Esto es la mente desenchufada de la identificación. Sigue moviéndose, sigue apareciendo, pero ya no te reclama. Es como un ventilador que sigue girando después de apagar la corriente: el movimiento sigue ahí, pero la energía se ha ido. No hay calor, ni fuerza, ni impulso. En eso se convierte el pensamiento cuando eres libre de él.

No dejas de funcionar, no te vuelves inerte o pasivo, sino que funcionas mejor, con más claridad, más rapidez, con más sabiduría y menos fricción. Y no porque lo intentes, sino porque no queda un "yo" que interfiera. Cuando el pensamiento ya no te gobierna, algo más profundo guía tus acciones. No vives como una máquina que ejecuta viejos patrones; vives espontáneamente. No al azar, sino de forma espontánea. Hay inteligencia, hay un saber silencioso y sin esfuerzo. Te mueves, hablas, respondes y descansas no como alguien que maneja la vida, sino como la vida misma que se despliega. Y esto no proviene de la práctica sino de la entrega. Pero no de la entrega a un poder externo, sino de la entrega de la creencia de que tú eres el pensador, el hacedor, el controlador. Sin esa creencia, todo se vuelve ligero. Lo que hay que hacer se hace. Lo que hay que decir se dice. Lo que hay que ver se ve. Y a través de todo ello, tú permaneces intacto, como el cielo inmaculado por las nubes.

Y mientras el mundo continúa, todavía hay guerras, injusticias, pérdidas, dificultades personales. Todavía te haces mayor, todavía tienes un cuerpo, todavía vives entre personas que se identifican profundamente con el miedo, la ambición y la tristeza. Pero nada de eso te quita ya la paz, porque tu paz no se basa en las condiciones; no es un estado mental sino tu naturaleza. Incluso cuando surgen los problemas, eres libre. Incluso cuando las emociones atraviesan el cuerpo, eres silencio. Incluso mientras el mundo se despliega, tú permaneces como el testigo inamovible. Esto no es desapego; es claridad. No estás desvinculado; estás plenamente vivo, pero vivo como presencia, no como personalidad. Vivo como silencio, no como historia. Vivo como amor, no como carencia.

Y qué hacer para liberarse de los pensamientos? La respuesta sigue siendo la misma: nada. No es poético, no es un acertijo zen; es el núcleo de la verdad. No hay absolutamente nada que hacer porque toda acción es el problema. Toda acción surge de la creencia en la separación. Cada esfuerzo está arraigado en la suposición de que falta algo, de que necesitas alcanzar algo, de llegar a algún lugar, de convertirte en otra persona. Pero quien quiere alcanzar todo eso es la ilusión.

No se puede luchar contra una ilusión; solo se puede dejar de creer en ella. Cuando dejas de alimentar la ilusión del pensador —aquel que controla, que se esfuerza, que manipula—, lo que queda es la claridad que siempre estuvo aquí. Por eso, no hacer nada no es pereza; es la máxima honestidad. Te das cuenta de que no hay nadie a quien arreglar, no hay nada que falte. Incluso el pensamiento de "debo detener mis pensamientos" es solo otro truco de la mente. Así que te detienes, no por fatiga, sino por comprensión.

Y entonces todo se vuelve silencio, no porque lo hayas forzado, sino porque el que hacía el ruido se ha desvanecido. Quizás ya lo notes en la calma justo antes de que surja un pensamiento, o justo después de que uno termine. Entonces hay un espacio, una pausa. Siempre lo has conocido, pero tal vez no confiaste en él. Pensabas que era un vacío, una ausencia, pero no lo es; es una plenitud más allá de todo concepto, una paz más allá de toda descripción. Es pura conciencia sin límites, sin nombre.

Tú no creas este espacio, es lo que queda cuando dejas de interferir. Los pensamientos van y vienen como las olas, pero el océano de la conciencia no se mueve. Tú eres ese océano. Las olas no son tu preocupación. El clima no es tu trabajo. No necesitas controlar el viento. Simplemente descansas como eres, en lo que nunca ha cambiado. Y en ese descanso, incluso pueden surgir pensamientos, pero ya no estás dentro de ellos. Son como pájaros que atraviesan un cielo que no se aferra a ninguna trayectoria de vuelo.

Quizás cruce por tu mente la pregunta, "¿Pero cómo viviré sin pensar? ¿No me convertiré en un vegetal?". Ese también es un pensamiento, y ese pensamiento se basa en la falsa premisa de que el pensar es necesario para el ser. Muchos de tus momentos más sublimes, tus actos de amor, creatividad, compasión e intuición, no ocurrieron a través del pensamiento, sino en su ausencia. El conocimiento más profundo no proviene de la mente sino del silencio. Y en ese silencio, la vida sigue funcionando de manera hermosa, inteligente y sin esfuerzo.

No dejas de hablar, no dejas de caminar, no dejas de actuar, pero la acción surge de una fuente diferente. Ya no viene del ajetreado gestor dentro de tu cabeza, sino de un fluir más profundo, uno que no necesita aprobación, planes o resistencia. Sabes qué decir cuando es necesario, sabes adónde ir cuando el momento lo requiere. No es algo místico, es simplemente natural. Esta es la sencillez de la libertad.

A medida que el pensamiento se ralentiza, algo más empieza a desvanecerse: el sentido del "yo". No el cuerpo, no tu capacidad de hablar, sino la sensación interna de "mí", el que piensa, el que posee, el que tiene miedo. No muere con dramatismo ni se desvanece en el fuego; simplemente deja de aparecer. Y cuando lo hace, quizás te des cuenta de algo asombroso: que el "yo" nunca fue real. Fue una máscara, una actuación, un teatro de sombras que creíste que era la verdad. Pero ahora la luz está encendida, la pantalla está vacía y todo lo que queda es presencia: no como una cosa o como una persona, sino como un ser simple, silencioso y radiante. Tú sin definición. Tú sin esfuerzo. Tú tal como eras antes de que surgiera el primer pensamiento.

Entonces, ¿qué sucede después, qué queda cuando el pensador se ha ido? La vida espontánea, pacífica y completa. Y sí, los pensamientos pueden seguir apareciendo, pero son como ecos en un lugar vacío: no encuentran un "yo" al que aferrarse. Se desvanecen sin consecuencia. Por eso se dice que quien es libre no tiene pensamientos; no porque haya un silencio literal veinticuatro horas al día, sino porque los pensamientos ya no están vivos. Son como una cuerda quemada, sin poder, sin peso. No queda un ego para animarlos. Se mueven, pero no atan. Surgen, pero no se afianzan. El hacedor se ha ido, pero el hacer continúa, más grácil, más fluido, más íntimo que nunca con la vida.

Y con esta visión, incluso la muerte pierde su control. Tú nunca naciste, entonces, ¿cómo puedes morir? No eres el cuerpo, no eres la voz, no eres la historia. Eres aquello que ve la historia ir y venir. Eres el silencio en el que la película de la vida se proyecta. Eres la pantalla que nunca se quema, por muy salvajes que sean las escenas. El envejecimiento sucederá, el cuerpo se debilitará, la historia llegará a su fin, pero tu verdad permanecerá intacta por siempre jamás. Esta es la libertad que no se puede arrebatar. Esta es la verdad que no se puede ganar. Esto es lo que ya eres. Y la única práctica, por llamarla de alguna forma, es dejar de fingir que no es así. No estás aquí para vencer a la mente; estás aquí para ver que nunca hubo un oponente.

Cada pensamiento que has intentado conquistar se hizo real solo porque le prestaste tu atención. Cada miedo que has intentado borrar solo permaneció vivo porque seguiste alumbrándolo con tu foco. Cuando esa luz de atención se desvía, cuando dejas de identificarte, de reaccionar y de creer, los fantasmas se desvanecen porque ellos nunca se aferraron a ti; tú te aferrabas a ellos. Ahora que el agarre se afloja, que la tensión se desvanece, algo suave, algo inquebrantablemente real comienza a brillar, no por el esfuerzo ni por la creencia, sino por la ausencia de ambos. Y a menudo, incluso las preguntas espirituales se disuelven: ¿Qué debo hacer? ¿Cómo me mantengo en la conciencia? ¿Cómo detengo el pensamiento? ¿Estoy progresando? Todas estas surgen de la ilusión de quien pregunta, del quien se siente separado de la verdad. Pero, ¿y si nunca hubo un viaje? ¿Y si el buscador era el único velo? Esto es lo que se hace evidente en el silencio: que el que busca es un pensamiento, y sin ese pensamiento, la verdad brilla, está aquí, es completa. Nadie llega, porque nadie se fue jamás. Y quien se da cuenta de esto no se ilumina; desaparece.

Este momento, este mismo aliento, este silencio detrás de tus pensamientos, es la puerta sin puerta. No necesitas prepararte. No necesitas ser puro. No necesitas arreglar tu karma, tu infancia o tu campo de energía. Solo necesitas ver que el que piensa que estas cosas deben hacerse es una voz dentro del sueño, y tú no estás en el sueño. Eres la conciencia en la que este parpadea.

Por eso a menudo se dice: "Detente, simplemente detente". No para castigarte o hacerte fracasar, sino porque no hay más pasos más allá de esto. No eres tú quien debe despertar porque tú eres el despertar mismo, y nunca estuviste dormido. El mundo seguirá. Las guerras continuarán. Los sistemas fallarán. Las relaciones surgirán y se desvanecerán. Esta es la rueda del mundo de la forma girando como siempre lo ha hecho, pero tú no tienes por qué quedar atrapado en ella. Puedes dejar que la rueda gire sin marearte. Puedes dejar que la película se reproduzca sin perderte en la pantalla.

Deja que todo suceda. Deja que los pensamientos vengan. Deja que el cuerpo envejezca. Deja que el planeta gire. El tú real nunca estuvo en peligro, porque el tú real nunca estuvo en el tiempo. Todo lo que queda es una sencillez radical. No como una práctica o como un estado, sino como la verdad. Eres lo que eres sin necesidad de llegar a ser. Eres lo que eres sin necesidad de ser descrito, defendido o demostrado. Eres lo que eres, y es más que suficiente. Deja que la mente se asiente. Deja que el pensamiento se mueva como una brisa a través de un espacio abierto. Deja que la atención descanse en lo que observa, no en lo que se mueve. No hay una próxima revelación que esperar, una siguiente etapa que alcanzar, una capa más profunda a la que llegar.

Si hay algo que se te invita a practicar, es esto: no hagas nada con tus pensamientos. Déjalos surgir, caer, retorcerse, desvanecerse. Déjalos rugir, susurrar, resonar. Pero no los sujetes, no los persigas, no creas en ellos. Y, sobre todo, no los toques. Se desvanecerán, no por la fuerza, sino por ser ignorados. Y a medida que se desvanezcan, una paz que siempre ha estado aquí surgirá, esperando, desapercibida, inmaculada. Esto no es místico. Es natural.

Así, la última ilusión puede desvanecerse: la creencia de que algo más debe suceder.

No necesitas convertirte en el ser; tú eres el ser.

No necesitas silenciar la mente; tú eres el silencio.

No necesitas despertar; tú eres lo que el despertar revela.

Así que deja que la búsqueda cese. Deja que la lucha descanse. Deja que el "yo" imaginado se disuelva como la sal en el océano. Nunca fuiste el hacedor, nunca fuiste el pensador, nunca fuiste el buscador. Fuiste, eres y siempre serás, aquello que simplemente es: inamovible, ilimitado, innato.

Texto en imagen: Cómo puedo volverme espiritual cuando siento tanta atracción por lo material?? 


2 comentarios:

  1. Hola guapa!, este post me ha resonado muchísimo… yo vivo en una familia toxica pero es que mis padres para empezar tienden a recordar hasta el dia de hoy lo triste que fue su infancia, todo lo malo que les pasa, las discusiones que tienen, etc y no me tratan bien… como fueron ausentes pues yo siempre fui muy apegada soñando con un cambio de ellos que nunca llego y no solo con ellos sino tambien, mi hermano, mis primas muy conflictivos… toda mi vida ha sido una revolución de pensamientos y problemas que no eran mios, aparte pues todo lo mal que se sentían me lo decían, me lo gritaban y cuando una va creciendo pues se cree mucho lo que le dicen, todo esos pensamientos tristes, molestos, etc que son negativos los tuve por esa circunstancia…con los años pues ya tengo la coraza mas fuerte … pongo mis oídos como si estuvieran tapados pero ya cuando me gritan pues ahí ya es imposible ignorar, es imposible no quedarse callada y tambien sus palabras hirientes me afectan porque es mi familia. Entonces…un ejercicio que me habían recomendado es decir en mi mente la palabra “ yo cancelo” pero de todas maneras lo sentía como tu dices… igual sigo poniendo atención, sigo recordando, igual la emociones me siguen afectando pero ahora que me dices que no haga nada y procure no pensar en nada pues hare ello …seguir practicando ello hasta que sea asi… ese pensamiento y emoción desagradable … no pensar en ello ni para arreglarlo!, nada nada solo dejarlo que se vaya…aunque con la familia que tiene cada uno sus historias y la repiten soy como ese vaso que vuelven a depositar todo lo negativo de ellos y eso no me ha permitido enfocar mi atención solo en mi, en solo lo bueno que quiero para mi pero bueno…como bien dices no por nada mi alma eligio la familia que tengo es porque puedo aun tener la vida tranquila que sueño a pesar de las circunstancias pero siii … mis pensamientos han sido siempre un obstáculo y mas que nada impulsado por mi familia…sii! pondré en practica lo que compartes …muchas gracias 😊

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    1. Querida anonima, mi consejo es que relajes tu mente hasta el punto en que nada pueda afectarte. Entonces encontraras la calma que buscas. Un beso y muchas gracias por tus comentarios y argumentos. Hasta pronto!! 🥰🥰

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