Existen en el mundo millones de personas que viven preocupadas porque creen que no tienen suficiente de lo que piensan que deberían tener o de lo que consideran necesario para mantener su seguridad y felicidad.
En una mayoría
de ocasiones, obviamente, sus cuerpos se acaban haciendo eco de este tipo de
pensamientos y creencias, y comienzan a
enviar mensajes de incomodidad en forma de ansiedad, estrés o preocupación, lo
que al final conlleva a la enfermedad.
En esta meditación
aprendemos a confiar en la inteligencia del Universo, que es la inteligencia de
Dios, y a vivir una vida mucho más serena. Es posible vivir con tranquilidad y
sin preocupaciones, abandonando de una vez por todas las creencias y
sentimientos de carestía que nos han acompañado durante años.
En esta
vida debemos esperar siempre lo mejor y procurar vivir desde la verdadera
alegría, ya que solo así nuestra mente podrá nutrir a nuestro cuerpo con pensamientos
y sentimientos de despreocupación y felicidad. Es solo así que el cuerpo podrá
regresar a su estado natural de felicidad, tranquilidad, confianza y sentimiento
de seguridad.
A partir
de este estado de felicidad completa podemos recordar quienes somos, recordar
que somos seres espirituales totalmente conectados con el poder creativo del
universo, totalmente conectados con Dios. Al reconectar con nuestra verdadera naturaleza
cruzamos la frontera invisible entre el ego y el yo verdadero. Solo en este
estado podemos ser capaces de sentirnos felices en cualquier circunstancia de
nuestra vida, y también podemos reir mucho más, incluso de nosotros mismos,
porque habremos dejado de tomarnos la vida tan en serio y eso hará que dejemos atrás
todos los dramas que antes solian acompañarnos.
Es importante
que aprendamos a disociarnos de las preocupaciones sobre el futuro y a
reemplazarlas con la confianza de que siempre habrá suficiente de aquello que necesitemos
o deseemos. Todas estas cualidades se encuentran al alcance de nuestra mano en
este momento y si elegimos utilizarlas nada habrá de faltarnos y todas nuestras
necesidades serán satisfechas sin excepción.
Vivamos cada
momento con un corazón alegre y abierto, y prestemos atención a cómo esos
momentos de despreocupación traen consigo una mayor abundancia y gozo sin
límite.
Una buena forma
de poder avanzar en este sentido es tomarnos un tiempo para reflexionar sobre
los buenos momentos vividos, quizás observando viejas fotografías en las que
fuimos felices, o escuchando nuestra canción favorita, o tal vez acariciando a
nuestro gato o perro, o saliendo a pasear o pasando una tarde con alguien a
quien llevemos en el corazón. Experimentemos la alegría de todo lo que nos
rodea cada día.
Como el ser
espiritual que cada uno somos, no debemos temerle a nada porque sabemos que no
hay nada que temer y que todo lo que existe en el mundo está basado en el amor.
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