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lunes, 24 de octubre de 2016

LA ANTIGIMNASIA – EL CUERPO TIENE SUS RAZONES

La antigimnasia es una manera sencilla y efectiva de relajar y equilibrar el cuerpo físico, a través de pequeños movimientos, muy precisos.

Los pequeños y precisos movimientos que se realizan durante una sesión de antigimnasia consiguen activar el organismo de manera profunda y permanente. Por su nombre, puede pensarse que se trata de una disciplina que defiende el sedentarismo, pero nada más lejos de la realidad.

La antigimnasia nació en Francia en 1976, de la mano de Therese Bertherat, y desde entonces hasta hoy se ha ido expandiendo por todo el mundo, su mando cada vez más adeptos. Su finalidad es clara: lograr que cada persona entre en contacto con el propio cuerpo y descubra su belleza y armonía, pues saber cómo utilizarlo correctamente es fundamental para sentirse más vital y ganar salud.

Hace 360 millones de años se formó la musculatura corporal para dar respuesta a la necesidad del hombre de cazar, escapar de los peligros.

En la actualidad, sin embargo, esta musculatura ha perdido buena parte de sus funciones; para subir al séptimo piso de un edificio, nos basta con pulsar el botón del ascensor; si queremos hablar con un amigo, no tenemos más que descolgar el teléfono; para acudir a una cita, dejamos que sea el coche quien nos lleve.

Claro que realizamos algún esfuerzo a lo largo del día, e incluso puede que practiquemos ejercicio físico, como nadar, montar en bicicleta, jugar al tenis, correr... Pero, a pesar de todo, no aprovechamos suficientemente las posibilidades de la musculatura con la que nacemos y ésta permanece escondida en el fondo de nuestra memoria corporal.

Las tensiones y el estrés de la rutina diaria a menudo nos llevan a bloquear la respiración. Al trabajar sobre ciertos músculos, se recupera la capacidad de respirar de forma natural y beneficiosa. A lo largo de la vida, las experiencias se van grabando en nuestra fisonomía. Los músculos reaccionan ante las tensiones que sufre cada persona y todos los acontecimientos y vivencias quedan reflejados en el cuerpo, que va adoptando una forma determinada. Poco a poco, éste se adapta a la rutina cotidiana y a los movimientos mecánicos, por lo que corre el riesgo de atrofiarse y contraerse. Para evitarlo, la antigimnasia propone la realización de una serie de ejercicios de estiramiento que permite que los músculos recuperen su movilidad y se liberen de la tensión acumulada.

Asimismo, la antigimnasia percibe el cuerpo como un «todo». Entenderlo de forma fragmentada, en cambio, puede llevarnos a descuidar ciertas partes y, por compensación, abusar de otras. Es el caso del desequilibrio existente entre la musculatura anterior y la posterior del cuerpo. Tendemos a fijarnos sólo en la flacidez y debilidad de nuestra zona delantera: el vientre, los muslos, los brazos, etc…, cuando toda la fuerza se encuentra realmente en la parte posterior.

El conjunto de músculos que se prolongan desde la nuca hasta los pies (espalda, nuca, lumbares, glúteos...) se utiliza en exceso y no permite que los músculos de la parte anterior se fortalezcan. La espalda carga con todo el trabajo que no le corresponde realizar a ella, lo que debilita los abdominales y origina dolor. La clave, por tanto, está en encontrar un equilibrio entre ambos.

El primer paso para conseguir este equilibrio es flexibilizar la musculatura de la parte posterior del cuerpo mediante pequeños movimientos, muy precisos, con los que se va estirando y relajando, facilitando así que parte la anterior empiece a trabajar. Cuando realizamos una distribución más adecuada de nuestra fuerza corporal, se despiertan las «zonas muertas» de la musculatura (muslos, vientre, etc.)y posibilitamos que se vuelvan más fuertes. Esto también contribuye aliviar muchos dolores y rigideces, sobre todo los que se localizan en la espalda.

En este sentido, la mente y el cuerpo son inseparables para relajar la musculatura contraída se tienen que trabajar también las emociones que se han ido refugiando en ella a lo largo de la vida.

Para la antigimnasia es fundamental que la persona conozca su propio cuerpo y comprenda las interacciones musculares que determinan su forma.

Si somos conscientes de cómo organizamos nuestros movimientos, ahorraremos energía y esfuerzo de manera considerable. El cuerpo contiene cientos de músculos que forman parte de nosotros y, aunque no sepamos ni nombrarlos ni localizarlos, utilizarlos de manera adecuada influye mucho a la hora de cambiar las malas costumbres y vicios posturales y alcanzar el bienestar corporal.

Libera la respiración

Para la antigimnasia el cuerpo es un «todo» interrelacionado, por lo que su trabajo se centra en equilibrar sus fuerzas. Un cuerpo más equilibrado resulta más bello, estilizado y elegante.

Afina la silueta

La antigimnasia te ayuda a reencontrarte con tu cuerpo, a aprender a escuchar sus mensajes y atender sus necesidades para mantenerlo sano. Es una oportunidad para dejar que el cuerpo se exprese libremente.

Cuida tu cuerpo

Los músculos, una vez estirados, gozan de mayor flexibilidad y más fuerza, lo que permite que el desgaste energético sea menor a lo largo del día y, por la noche, se note mucho menos cansancio La antigimnasia se centra en el conocimiento profundo del cuerpo.

Cuando la organización corporal cambia, la comunicación con el cuerpo también lo hace. Nos sentimos mejor con nosotras mismas y, en consecuencia, las relaciones con nuestro entorno (familia, trabajo, amigos...) se redefinen.

Más comunicativ@

Liberando las tensiones musculares del cuerpo, se liberan las emociones ahogadas y no expresadas. Una vez que se aceptan y se reconocen las emociones, se puede desarrollar la creatividad sin miedos.

Gana creatividad

Para la antigimnasia, el cuerpo es la primera casa que habitamos, por eso es esencial conocerlo. Sentirse bien en él significa poder escucharse a una misma y desarrollar multitud de sensaciones positivas.

Siéntete bien

El aprendizaje corporal de la antigimnasia resulta útil para aquellas personas que, por su trabajo, deben mantener una misma postura durante mucho tiempo. Es el caso de músicos, cirujanos, peluqueros...

Evita lesiones

Al practicar esta disciplina se desarrollan los lazos que unen a la mente con el cuerpo, algo básico para eliminar la tensión y la rigidez que tantas veces nos afectan física y mentalmente.

ALGUNOS EJERCICIOS

Ejercitar la postura corporal sin hacer ejercicio.

Sentarse contra la pared, con las piernas flexionadas, apoyando el hueso sacro contra el ángulo de la misma.

Iniciar el movimiento desde la flexión de tronco, haciendo respiración diafragmática (abdominal).

Intenta pegar la mayor superficie posible de la espalda contra la pared, suprimiendo todo lo que se pueda, las curvaturas cervicales y lumbares.

Extender las piernas, sin despegar la espalda de la pared, manteniendo el pie en flexión.

Elevar los brazos hasta que lleguen a la línea de los hombros. Mantener la posición, al menos un minuto, siguiendo con la respiración abdominal.

En el segundo ejercicio, de espaldas al suelo, suprimiendo la curvatura cervical llevando el mentón hacia el pecho y el sacro contra el ángulo de la pared.

Extender las piernas progresivamente, luego de cada respiración realizada. Una vez estiradas, mantener el pie en flexión y la posición durante al menos dos minutos haciendo la respiración abdominal.

Ejercicio para soltar la mandíbula.

Abre y cierra la boca concentrándote en el movimiento. Después pega la lengua entera al paladar fuertemente y, manteniéndola arriba, trata de abrir de nuevo la boca. Repite el movimiento varias veces.

Al  movilizar también se desbloquean zonas del cuerpo que estaban creando una tensión oculta.

Otros dos ejercicios:

Ejercicio 1. Sentarse contra la pared, con las piernas flexionadas, apoyando el hueso sacro contra el ángulo de la misma. Inicia el movimiento desde la flexión de tronco, haciendo respiración diafragmática (abdominal). Intenta pegar la mayor superficie posible de la espalda contra la pared, suprimiendo todo lo que se pueda, las curvaturas cervicales y lumbares. Extiende las piernas, sin despegar la espalda de la pared, manteniendo el pie en flexión, y eleva los brazos hasta que lleguen a la línea de los hombros. Mantén esta la posición al menos un minuto, siguiendo con la respiración abdominal.

Ejercicio 2. De espaldas en el suelo, suprimiendo la curvatura cervical, llevando el mentón hacia el pecho y el sacro contra el ángulo de la pared, extiende las piernas progresivamente, luego de cada respiración realizada. Una vez estiradas, mantén el pie en flexión y la posición durante al menos dos minutos, haciendo la respiración abdominal.

ENLACE al libro EL CUERPO TIENE SUS RAZONES en mi Biblioteca personal.

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